viernes, 6 de octubre de 2017

El testimonio presencial de Monseñor Lefebvre sobre la revolución en la Iglesia .

Traducido de 1P5

El testimonio presencial de Monseñor Lefebvre sobre la revolución en la Iglesia

Por Maike Hickson
28 de agosto del 2017

Por recomendación de mi marido, acabo de leer una conferencia dictada en Montreal, el año 1982, por Monseñor Marcel Lefebvre- fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX), tal como había sido traducida al inglés, por la revista Fideliter y que recién ha vuelto a ser publicada y comentada por el Dr. Peter Chojnowski, en su propio sitio, RadTradThomist. (Dado que el Dr. Chojnowski ha introducido sus propios énfasis y comentarios en el texto, he decidido utilizar el texto original, como fue publicado por la propia FSSPX. Recomendaría a nuestros lectores que leyesen las 20 páginas de esta conferencia). {El texto de la conferencia, junto con los énfasis y comentarios del Dr. Chojnowski va como adjunto a este correo.}

En esta conferencia, Mons. Lefebvre trata de describir y explicar algunos de los sucesos- de antes, durante y después del Concilio Vaticano II- que muestran claramente el creciente poder e influencia del liberalismo y del modernismo dentro de la Iglesia Católica, llegando incluso al Papa. Lo que muy bien podría ser impactante para los lectores de hoy, son dos cosas. Primero: se pueden ver fuertes paralelos entre ese período y el nuestro, especialmente en relación con las decisiones personales, adoptadas por algunos papas y las muy eficaces estrategias de los modernistas. Segundo: se puede lograr una mayor comprensión de los propósitos de Mons. Lefebvre allá por 1982, a comienzos del reinado del Papa Juan Pablo II y antes del evento ecuménico en Asís, de 1986.

Al mismo tiempo, esta presentación de los acaecimientos- a medida que Mons. Lefebvre los refiere, basado en sus propias experiencias y conversaciones- nos proporciona, creo, una comprensión más profunda de los sucesos históricos que le rodean. Ellos nos podrían ayudar a entender por qué nuestra amada Iglesia está ahora mismo en semejante desmenguada situación y por qué no nos basta con solo desear el regreso a un estado optimísticamente imaginado de la Iglesia, previo al papado de Francisco. Esta conferencia podría también ser de interés en el contexto del debate que iniciaron recientemente las duras palabras del Profesor Roberto de Mattei, respecto del Concilio Vaticano II. Dijo:

“Sin embargo, a nivel histórico, el Vaticano II constituye un bloque no desmenuzable: tiene su propia unidad, su esencia, su naturaleza. Considerado en sus orígenes, en su puesta en práctica y consecuencias, puede ser descrito como una revolución en la mentalidad y lenguaje, que han cambiado profundamente la vida de la Iglesia, iniciando una crisis moral y religiosa sin precedentes. Si el juicio teológico puede ser vago y exhaustivo, el juicio de la historia es inmisericorde e inapelable. El Concilio Vaticano II no fue solo carente de éxitos o un fracaso: fue catastrófico para la Iglesia. [énfasis de Maike]

Además del juicio claro y contundente de de Mattei acerca del Concilio Vaticano II, Eric Sammons, colaborador de OnePeterFive, ha planteado la cuestión de la auto censura respecto del análisis del Vaticano II y, de esta manera, nos invita a un debate honesto y corajudo sobre la materia. Para todos nosotros, el libro de Roberto de Mattei, The Second Vatican Council (una historia no escrita), puede ser una fuente muy valiosa de sólida y bien investigada información.

A continuación, presentaré principalmente solo dos partes de la más extensa conferencia (20 páginas) de Mons. Lefebvre que- junto a mi marido- consideramos de importancia extraordinaria.

La primera parte que me gustaría destacar es su descripción de la lucha del Cardenal Bea, en contra del Cardenal Alfredo Ottaviani (Secretario del Santo oficio), respecto del tema de la libertad religiosa. Como señala Lefebvre, los choques entre ambos prelados ya se habían iniciado en la preparación del concilio. Como dice él:

Describo uno de estos incidentes en uno de mis libros, Habla un Obispo. A menudo lo menciono, porque caracteriza verdaderamente el fin de la Comisión Central y el comienzo del concilio. Fue en la última reunión y habíamos recibido antes, diez documentos sobre el mismo tema. El Cardenal Bea había preparado un texto “De Libertate Religiosa”. El Cardenal Ottaviani había preparado otrao, “De Tolerantia Religiosa”.

El simple hecho de tener dos títulos diferentes sobre el mismo tema era representativo de dos concepciones diferentes. El Cardenal Bea hablaba de libertad para todas las religiones y el Cardenal Ottaviani de libertad para la religión católica, junto con la tolerancia al error y las falsas religiones. ¿Cómo podía la comisión haber resuelto tamaño desacuerdo?

Desde un principio, el Cardenal Ottaviani apuntó con el dedo al Cardenal Bea, diciendo: “Su Eminencia, no tiene derecho a presentar este documento”.

El Cardenal Bea replicó: “Perdóneme, pero tengo el perfecto derecho a presentar este documento, como Presidente de la Comisión para la Unidad. En consecuencia, conscientemente he presentado este documento. Además, estoy totalmente en contra de su opinión”.
Así, dos de los más eminentes cardenales, el Cardenal Ottaviani, Prefecto del Santo Oficio y el Cardenal Bea, que había sido confesor del Papa Pío XII, un jesuita, con gran influencia entre todos los cardenales, bien conocido en el Instituto Bíblico y responsable de estudios bíblicos avanzados, se enfrentaban en tesis fundamentales dentro de la Iglesia. La unidad de todas las religiones es una cosa, que es como decir que la libertad y el error son puestos en un mismo pie; pero la libertad de la religión católica junto con la tolerancia al error es algo completamente diferente. Tradicionalmente, la Iglesia ha sido siempre de la opinión del Cardenal Ottaviani y no la del Cardenal Bea, que es completamente liberal.

Entonces, el Cardenal [Ernesto] Ruffini, de Palermo, se puso de pie y señaló: “Ahora estamos en presencia de dos cófrades que se oponen entre sí, en una materia que es sumamente importante en la iglesia. Por lo tanto, estamos obligados a referir el asunto a una autoridad superior”.

Muy frecuentemente el Papa venía a presidir nuestras reuniones. Pero no estaba en la última reunión. Por consiguiente, los cardenales pidieron votar: “No podemos esperar a ir a ver al Santo Padre. Vamos a votar”. Votamos. Alrededor de la mitad de los cardenales votaron a favor de la opinión del Cardenal Bea y la otra mitad por la del Cardenal Ottaviani. Todos los que votaron por la opinión del Cardenal Bea eran holandeses , alemanes, franceses y austríacos y, en general, de Europa y Norteamérica. Los cardenales tradicionales eran los de la Curia Romana, de Sudamérica y, en general, los de habla hispana.

Fue un verdadero quiebre en la Iglesia. Desde ese momento, me pregunté cómo podría proceder el concilio con tal oposición y en puntos de tanta importancia. ¿Quién ganaría?¿Serían el Cardenal Ottaviani, con los cardenales de idioma castellano o de otras lenguas romance o serían los cardenales europeos y los de Norteamérica? [énfasis agregados]

Después de describir el conflicto inicial entre Ottaviani y Bea, que sucedió durante el reinado del Papa Juan XXIII, Mons. Lefebvre toca también las medidas que posteriormente adoptó el Papa Paulo VI, tan pronto asumió el papado:

Asumió Paulo VI. Es obvio el apoyo que dio al ala liberal. ¿Por qué?

Desde el comienzo mismo de su pontificado, en la segunda sesión del concilio, de inmediato designó cuatro moderadores [tres de los cuales era progresistas y uno, un conservador moderado {Maike}]. [...] Claramente, los cardenales y obispos tradicionales fueron dejados de lado y despreciados, desde este mismo momento.

Cuando el pobre Cardenal Ottaviani, que estaba ciego, comenzó a hablar, se podían escuchar los abucheos de los obispos jóvenes, pues no terminó después de cumplidos los diez minutos asignados. De esta manera le dieron a entender que estaban aburridos de escucharle. Debía ser detenido, era temible. Este venerable cardenal, al que toda Roma honraba y con enorme influencia en la Santa Iglesia, que era el Prefecto del Santo Oficio, que no es una función menor, fue obligado a detenerse. Fue escandaloso ver como se trató a los tradicionalistas. Mons. Straffa (que después fue creado cardenal), que era muy enérgico, fue silenciado por los moderadores conciliares. Eran cosas increíbles.

Después de estos pocos ejemplos, Mons. Lefebvre termina diciendo:

Esto es lo que sucedió en el concilio. Es obvio que todos los documentos y textos conciliares, fueron resultado de la influencia de los cardenales liberales y de las comisiones. Es difícilmente sorprendente que tengamos semejantes textos ambiguos, que favorecieron tantos cambios y hasta una verdadera revolución en la Iglesia. [énfasis de Maike]

Vamos ahora al período posterior al concilio y uno de sus más perturbadores siguientes sucesos: literalmente, la introducción de la Misa del Novus Ordo. Mons. Lefebvre nos da mucha información histórica, cuando expresa:

La más seria de las consecuencias fue la reforma litúrgica. Fue ejecutada, como todos sabemos, por un sacerdote bien conocido, Bugnini, que la había preparado con mucha anticipación. Ya en 1955, el P. Bugnini había pedido a Mons. Pintonello, capellán de Ejército de Italia, que había pasado mucho tiempo en Alemania, durante la ocupación, que tradujese textos litúrgicos protestantes, porque el P. Bugnini no sabía alemán.

Fue Mons. Pintonello quien me contó que había traducido los libros litúrgicos protestantes, para el P. Bugnini, que en la época era un miembro insignificante de una comisión litúrgica. Era un don nadie. Después se convirtió en profesor de liturgia, en la Laterana. El Papa Juan XXIII le hizo relevar, a causa de su modernismo y progresismo. Pero, sorpresa, sorpresa, se le encuentra nuevamente como presidente de la Comisión para la Reforma Litúrgica. Todo esto es más de lo mismo, algo increíble. Tuve la ocasión de ver, por mí mismo, la influencia que el P. Bugnini tenía. Uno se pregunta cómo una cosa así podía haber ocurrido en Roma. En el tiempo inmediatamente posterior al concilio, yo era Superior General de la Congregación de los Padres del Espíritu Santo y habíamos tenido una reunión de los superiores generales, en Roma. Habíamos pedido al P. Bugnini que nos explicara qué era su Nueva Misa, porque no era un acontecimiento menor. Inmediatamente después del concilio, se oía de la Misa Normativa, la Nueva Misa, el Novus Ordo. ¿Qué significaba todo esto?

No se había hablado de esto en el concilio. ¿Qué había pasado? Y de esta manera, pedimos al P. Bugnini, que viniese y explicase a los 84 superiores generales reunidos, entre los cuales, naturalmente, me encontraba.

El P. Bugnini, muy confiado, explicó lo que sería la Misa Normativa; esto se cambiará, aquello se modificará y en su lugar, se pondrá un nuevo Ofertorio. Podremos reducir las oraciones de la comunión. Podremos tener diversos formatos para el inicio de la Misa. Podremos decir la Misa en la lengua vernácula. Nos miramos unos a otros, diciéndonos: “¡Pero esto no es posible!”

Habló en términos absolutos, como si nunca hubiese habido una Misa en la Iglesia, antes de él. Habló de su Misa Normativa como de una nueva invención.

Personalmente, estaba tan aturdido, que me quedé callado , aunque por lo general, hablo libremente cuando se trata de oponerme a alguien con el cual no estoy de acuerdo. No pude musitar una sola palabra. ¿Cómo era posible que este hombre, al que tenía delante mío, estuviese encargado de toda la reforma de la liturgia católica, toda la reforma del Santo Sacrificio de la Misa, de los sacramentos, del breviario y de todas nuestras oraciones? ¿A dónde vamos? ¿A dónde marcha la Iglesia?

Dos superiores generales tuvieron el valor de preguntar. Uno de ellos preguntó al P. Bugnini: “¿Esta es una participación activa, corporal, o sea con oraciones vocales o es una participación espiritual? En cualquier caso, usted ha hablado tanto de la participación de los fieles, que parece que usted ya no justifica la Misa sin la participación de los fieles. Nosotros, los benedictinos celebramos nuestras Misas sin fieles. ¿Significa esto que debemos discontinuar con nuestras Misas Privadas, dado que no tenemos fieles que participen en ellas?

Les repito exactamente lo que dijo el P. Bugnini. Todavía resuena en mis oídos, por lo mucho que me impactó: “Para hablar con la verdad, no pensamos en eso”. ¡Eso dijo!

Después, salió otro que dijo: “Reverendo Padre, usted ha dicho que suprimiremos esto y aquello, que reemplazaremos esto por aquello y siempre, con oraciones más cortas. Tengo la impresión, en diez o doce minutos o por lo menos, en un cuarto de hora. Esto no es razonable. Esto no es respetar tal acto de la Iglesia”. Bien, esta fue la respuesta: “Siempre podemos agregar algo”. ¿Es esto real? Yo mismo lo escuché. Si alguien me hubiese contado la historia, talvez la hubiese puesto en duda, pero yo mismo la viví.

Posteriormente, en el momento en que esta Misa Normativa comenzó a llevarse a la práctica, yo estaba tan disgustado, que nos reunimos con algunos sacerdotes y teólogos, en una breve reunión. De allí salió el “Breve Examen Crítico”, que fue llevado al Cardenal Ottaviani. Presidí la reunión. Nos decíamos: “Debemos ir y reunirnos con los cardenales. No podemos permitir que esto suceda, sin reaccionar.

De esta manera, fui a encontrarme con el Secretario de Estado, el Cardenal Cicognani, y le dije: “Su Eminencia, ¿va a permitir que esto suceda, lo permitirá? ¿Qué es esta Misa Nueva? Es una revolución en la Iglesia, una revolución en la liturgia”.

El Cardenal Cicognani, el Secretario de Estado del Papa Paulo VI, se tomó la cabeza con las manos y me dijo: “Oh, Monseñor, lo sé muy bien. Estoy completamente de acuerdo con usted, pero ¿qué puedo hacer? El P. Bugnini va a la oficina del Santo Padre y le hace firmar lo que quiera”. ¡Esto me lo dijo el Cardenal Secretario de Estado! Por lo tanto, el Secretario de Estado, el número dos en la Iglesia, inmediatamente después del Papa, fue puesto en una posición de inferioridad respecto del P. Bugnini. Podía entrar a voluntad a la oficina del Papa y hacerle firmar lo que quisiese.

¿No nos recuerda un cierto sentido de impotencia (y de parálisis)- como el que aquí se describe en referencia al Cardenal Cicognani- nuestra propia situación actual, donde los altos prelados y hasta los prefectos de alto rango de las congregaciones nos dicen que no pueden hacer nada frente a las cosas revolucionarias que están sucediendo en el Vaticano? Sería interesante agregar otro ejemplo, dado por Mons. Lefebvre.

Un tercer hecho, del cual fui testigo, respecto del P. Bugnini, es también sorprendente. Cuando el permiso para dar la comunión en la mano era inminente, (¡qué cosa más horrorosa!), me dije que no me quedaría sentado, sin decir nada. Debo visitar al Cardenal Gut (un suizo), que era el Prefecto de la Congregación para el Culto. Por consiguiente, me fui a Roma, donde me recibió el cardenal, muy amistosamente y de inmediato me dijo: “Voy a traer a mi segundo a cargo, el Arzobispo Antonini, para que pueda escuchar lo que tengo que decir”.

Mientras hablábamos, le dije: “Escuche, usted es el responsable de la Congregación para el Culto, ¿va a aprobar este decreto, que autoriza la Comunión en la mano? Solo piense en todos los sacrilegios que esto provocará. Solo piense en la falta de respeto por la Sagrada Eucaristía, que se va a propagar por toda la Iglesia. Usted no puede permitir que tal cosa suceda. Ya los sacerdotes están comenzando a dar la Comunión de esta manera. Esto debe ser detenido de inmediato. Y en esta Nueva Misa, siempre emplean el canon más corto, que es el segundo, que es demasiado breve”.

Ante esto, el Cardenal Gut dijo al Arzobispo Antonini: “Mire, le dije que esto sucedería y que los sacerdotes ocuparían el canon más corto, de manera de ir más rápido, para terminar la Misa cuanto antes”.

Después, el cardenal me dijo: “Monseñor, si uno me fuese a preguntar mi opinión (cuando dijo “uno”, estaba hablando del Papa, ya que nadie, salvo el Papa estaba por sobre él), pero no tengo la certeza de que me fuera a preguntar (¡no se olvide de que era el Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Liturgia!), pero si el Papa lo pidiera, me pondría de rodillas, Monseñor, ante el Papa y le diría: ‘Santo Padre, no haga esto, no firme este decreto’. Me arrodillaría, Monseñor. Pero no sé si se me preguntará. Por esto es que no sé quién manda aquí”.

Esto lo escuché con mis propios oídos. Él hacía alusión al P. Bugnini, que era el tercero en la Congregación para el Culto. Primero estaba el Cardenal Gut, luego el Arzobispo Antonini y después el P. Bugnini, Presidente de la Comisión Litúrgica. ¡Debieron escuchar esto! Lamentablemente, ahora se puede entender mi actitud cuando me dijeron que era un disidente y un rebelde desobediente. [énfasis de Maike]

Este ejemplo podría hacernos pensar en el actual Prefecto de la Congregación para el Culto Divino- el Cardenal Robert Sarah- y en lo mucho que su autoridad se ha ido viendo paulatinamente menguada. Además, sentí que me recordaba algunas poderosas influencias actuales, en la iglesia del 2017- tal como la del Cardenal Christoph Schönborn y el Arzobispo Víctor Manuel Fernández (ambos sin cargos de relevancia  en el Vaticano, pero que parecen tener un excelente acceso al papa)- cuando leo el siguiente comentario de Mons. Lefebvre, respecto de  la curiosa influencia de Annibale Bugnini (del que se rumorea que es masón) {En rigor, se DEMOSTRÓ que era masón}):

¿Cómo puede un sacerdote, que no es cardenal, ni siquiera obispo, que todavía era muy joven, en el momento en que fue elevado, contra la voluntad del Papa Juan XXIII (que después le expulsó de la Universidad Laterana), cómo puede semejante sacerdote llegar hasta la autoridad suprema, sin tomar en cuenta al Secretario de Estado, ni al Cardenal Prefecto de la Congregación para el Culto? ¿Cómo puede ir directamente al Santo Padre y hacerle firmar lo que quisiera? Tales cosas nunca habían sido vistas en la Santa Iglesia. Todo debiera pasar por las autoridades. Para eso están las comisiones. Se estudian los antecedentes. ¡Pero este hombre era todopoderoso! [énfasis de Maike]

¿No era el Cardenal Gerhard Müller- quien supuestamente debía estudiar y comentar Amoris Lætitia, antes de ser publicada- dejado a un lado y pasado por alto, por gente como el Arzobispo Fernández, a quien Sandro Magister denomina un “teólogo universalmente considerado menos que mediocre”?

La impresión que me ha dejado la descripción que hace Mons. Lefebvre de los sucesos es de que los prelados profesamente conservadores de esa época también se sentían lamentablemente obligados a adherir y defender un concilio y sus novedosas enseñanzas y los desarrollos litúrgicos, que contienen elementos revolucionarios y que ellos obraron así, aparentemente bajo una falsa comprensión de la santa obediencia. Como tan claramente lo dijo Mons. Lefebvre: la fe va primero, después la obediencia. Ningún fiel católico está obligado a obedecer a un superior católico, si este enseña o impone una doctrina falsa o ambigua.

Un último incidente y experiencia personal, que nos presenta Mons. Lefebvre, también nos ayudará  a considerar algunos sucesos equívocos de la actualidad, respecto de la descentralización de la autoridad de la Iglesia, tal como la pretendida autoridad autónoma de las conferencias episcopales nacionales. También nos hará más conscientes del grave deber de enseñar a nuestros hijos, la de católica, íntegra, completa. Este incidente ocurrió en el reinado de Paulo VI:

“Un día fui a visitar al Cardenal Wright, respecto del catecismo canadiense. Le dije: “Mire este catecismo. ¿Está consciente de estos libritos, titulados ‘Purture’ {al parecer, un anagrama de rupture}. Es abominable que a los niños se les enseñe a separarse. Deben romper con la familia, con la sociedad, con la tradición... este es el catecismo que se enseña a los niños de Canadá, con el imprimátur  de Mons. Couderc. Usted es el responsable del catecismo en todo el mundo. ¿Está de acuerdo con este catecismo?” “No, no”, me dijo: “Este catecismo no es católico”- “¡No es católico! Entonces, dígaselo de inmediato a la Conferencia Episcopal. Dígales que se detengan y que lo arrojen al fuego y que adopten un catecismo verdadero”. Su respuesta fue: “¿Cómo puedo oponerme a una conferencia episcopal?

Entonces le dije: “Eso sería todo. Ya no hay autoridad en la Iglesia. Se acabó. Si Roma ya no puede decir nada a una conferencia episcopal, incluso si está en vías de destruir la fe en los niños, eso sería el fin de la Iglesia”.

“Dejen que los pequeños vengan a Mí”, dijo Nuestro Señor. Y nuestro amor por los más pequeños y nuestro deseo de protegerles y de ayudarles a ir hacia Dios, por la eternidad, nos dará a todos- prelados incluidos- el valor para luchar donde sea conveniente y urgentemente necesario- e incluso si esto significa resistir a una conferencia episcopal.

Gracias por difundir

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