domingo, 13 de abril de 2014

No soy sedevacantista, pero destaco la solemnidad de la ordenación.

Ordenación a la 1ra. Tonsura y Diaconado
Homilía de su Excelencia Andrés Morello en la Fiesta de San Gabriel Arcángel
Con Motivo de la Ordenación a la 1ra. Tonsura y Diaconado
En el Monasterio Nuestra Señora de Guadalupe.

¡Ave María!
            Dios Nuestro Señor nos ha dado la Gracia de poder realizar esta ceremonia sagrada de ordenaciones.
            En las sagradas ordenaciones la Santa iglesia despliega toda la belleza del culto católico, la grandeza de sus ceremonias y deja ver en los gestos sagrados y en las oraciones los misterios profundos que celebra.
            No son ceremonias nuevas ni novedosas, sinó ceremonias que la Santa Iglesia realiza de igual manera desde hace siglos y en las cuales queda a salvo de una manera inigualable la ortodoxia del culto y la integridad de la Fe Católica.
            Asistimos hoy a los dos extremos del ascenso al Altar de Dios; los dos extremos de la proximidad al Santísimo Sacramento y al Santo sacrificio de la Misa.
            A medida que el ministro de Dios, desde la Tonsura al Sacerdocio, va acercándose a la Sagrada Eucaristía hasta poder confeccionarla, a la vez va teniendo un poder mayor sobre las almas hasta poder, inclusive perdonar los pecados y devolver la Gracia.
            En la 1ra. Oración de la Tonsura dirá el Obispo:
-Ut donet eis Spiritum Sanctum qui habitum religionis in eis perpetuum conservet.
“Para que les de el Espíritu Santo, el cual conserve en ellos el perpetuo Hábito de la religión”
            Es lo primero en aquellos que se disponen a servir a Dios, conservar el hábito de la religión. Ese hábito no es solamente el que se ve sinó principalmente la virtud de la religión que es pagar nuestra deuda de justicia para con Dios. Es la expresión habitual, cotidiana, perpetua de servir a Dios con prontitud y sólo a Él.
            Por la fuerza, si queremos servir a Dios no podemos servir a aquello que se le opone y, por lo mismo, la misma oración que dice el Obispo continúa diciendo:
-Ac saeculari desiderio corda eorum defendat.
“Y defienda sus corazones del deseo del siglo”.
            Es la expresión, en otras palabras, de aquella afirmación de Nuestro Señor, “no podéis servir a dos señores”.
            En el servicio de Dios y, naturalmente, la cercanía con Dios hace ver la realidad tal cual es y no dejarse llevar por la imagen engañosa de la creación deformada por el diablo y por el hombre.
            Por eso agrega el Obispo:
-Et ab omni caecitate spirituali et humana oculos eorum aperiat et lumen eis aeterne gratiae concedat.
“Y abra sus ojos de toda ceguera espiritual y humana, y les conceda la luz de la Gracia Eterna”
            Cuando la ceremonia ya forma parte de la ordenación al Diaconado las palabras del Obispo dejarán en claro de qué se trata “toca al Diácono servir al Altar”.
            El servicio del Altar y, por lo mismo, el servicio de las almas, es lo propio y lo específico de los Diáconos.
            En el Antiguo Testamento la tribu de Levi era la tribu sacerdotal, imagen del sacerdocio que habría de instaurar Nuestro Señor Jesucristo. Aquella tribu no tenía heredad, no tenía tierra o porción en la Tierra Prometida. SU PORCIÓN ERA DIOS, DOMINUS PARS, EL SEÑOR ES MI PARTE.
            Así la porción y la herencia del Diácono, cercanísimo al Sagrario y al Santísimo Sacramento es Dios y nada más.
            Servir a Dios es pelear contra todo lo que se opone a Dios.
            Es un dogma liberal que Dios no tiene enemigos, un dogma contrario a toda la enseñanza de Jesucristo Nuestro Señor “si a Mí me persiguieron a vosotros os perseguirán”.
            Es lo que dirá desde hace siglos la liturgia de esta ordenación: “mantenga una incesante lucha contra los enemigos”.
            Cuando el Obispo enumera las virtudes del Diácono dira:
-ESTOTE NITIDI (CLAROS)
“Sed Nítidos”.
            POR SER COOPERADORES DEL CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR,
            AJENOS A TODO DESEO DE LA CARNE.
            Es la razón de ser más profunda de la castidad sacerdotal, la inocencia de aquellos que sirven al Altar y al Santísimo Sacramento.
            Debemos ya concluir para no hacer tan larga esta ceremonia.
            Debe quedarnos en claro algo que los hombres olvidamos cada día, algo que el mundo niega con todas sus fuerzas, algo que la iglesia nueva repite con el mundo.
            La forma de la ordenación, lo más importante, dice así:
ACCIPE SPIRITUM SANCTUM AD ROBUR
ET AD RESISTENDUM DIABOLO ET
TENTATIONIBUS EJUS.
“Recibe el Espíritu Santo para confortarte
y para resistir al diablo
y sus tentaciones”
            La Gracia y con ella el Sacerdocio y la Santa Iglesia mantienen una lucha perpetua, una guerra sin tregua contra una realidad perversa que busca apartar de Dios, contra el diablo y nuestra naturaleza herida. Ni la naturaleza está sana ni el diablo es bueno.
            Por eso esa guerra permanente es guerra de virtudes contra vicios y de Gracia contra pecados, es guerra sobrenatural.
            De allí que el Prefacio de la ordenación describe así el alma del Diácono:
            “Abunde en él toda forma de virtud, la autoridad modesta, el pudor constante, la inocencia de la pureza, la observancia de la disciplina espiritual.
            Brillen en sus costumbres tus preceptos”.
            Es la más bella conclusión: Quien sirve a Dios debe brillar por cumplirle a Dios, debe ser una copia hermosa del único Redentor de los hombres, la realización de lo que Dios desea para los hombres y especialmente para sus ministros.
            Todo esto no es ni puede ser obra humana sinó obra de la Gracia, pero Gracia que Dios creó y que quiere derramar en las almas. No es más que querer y hacer en el tiempo lo que Dios quiere desde siempre.
                                   ¡Ave María Purísima!

                                                    25 de marzo del 2014


1ra. Tonsura: Brother Antony  Mary Joseph 
Diaconado: Brother Anthony Paul.

Hermanos Dominicos de la Iglesia del Sagrado Corazón en Lawrence, Massachusetts.









jueves, 3 de abril de 2014

Obispo contra el aborto. Por lo menos algo que sea.

Con valentía y una fe inquebrantable

Monseñor Stegmeier denuncia: "Si no luchamos contra el aborto, seremos una sociedad inhumana"

Monseñor Stegmeier denuncia: "Si no luchamos contra el aborto, seremos una sociedad inhumana"
Entrevista al obispo de la diócesis chilena de Villarrica quien convocó -junto a la iglesia evangélica y organizaciones civiles- a la primera "Marcha por la Vida" en la historia de la diócesis. Con argumentos de razón fundados en la cultura, la fe de las mayorías y la identidad histórica del pueblo, exhorta a orar y actuar a todos los católicos.
Actualizado 28 marzo 2014 
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Danilo Picart  


Este 25 de marzo es la primera vez que Chile celebró -por ley- el “Día del Niño que está por Nacer y la Adopción”. Una de las actividades multitudinarias más significativa ocurrió este 29 de marzo con una “Marcha por la Vida”, convocada por católicos e iglesias evangélicas, en la sureña ciudad de Villarrica.
 
Monseñor  Francisco Javier Stegmeier, obispo de la diócesis, sorprendiendo a muchos, emitió una convocatoria amplia al evento, titulada “Por una cultura de la vida”.

En entrevista exclusiva con periódico Portaluz, el padre obispo Stegmeier arenga al mundo cristiano a jugarse la vida por defender al Cristo que está presente en cada no nacido y cuyas vidas son amenazadas por una potencial ley de aborto...
 
¿Qué señal esperaba dar esta marcha del día 29 al poder ejecutivo y legislativo en Chile?
Monseñor Stegmeier: Escuchando la opinión de muchos fieles e instituciones de la zona, fue que decidimos juntarnos para realizar esta marcha por la vida. Por ello han estado vinculadas en la organización instituciones católicas, evangélicas, civiles, juntas de vecinos, la misma municipalidad y concejales. Ha sido una iniciativa de la ciudadanía, quienes piden que en Chile se respete la vida de toda persona humana desde la concepción hasta su muerte natural.
Hoy los poderes del mundo imponen una «cultura de la muerte». Es decir, poderosos organismos internacionales y nacionales, con una gran cobertura mediática y financiamiento de distintas instituciones, despliegan una campaña que promueve la muerte de los más indefensos, de los más débiles e inocentes, como son los niños que están por nacer. Frente a esto nosotros, con nuestros escasos medios, queremos dar un signo. ¡Somos muchos -la mayoría de la gente en Chile- que no quiere aborto, que no quiere que se pasen a llevar los derechos de los niños por nacer! Es una convocatoria que abarcó mucho más allá de nuestra región.  Por tanto, manifestamos a las autoridades, al poder político, al gobierno, a los parlamentarios, etcétera, que no queremos que en Chile se apruebe la ley de aborto y ningún tipo de aborto. 
 
En su carta de apoyo afirma la importancia de construir una «cultura de la vida». ¿Confía ocurra el milagro… que el poder ejecutivo y legislativo en Chile desistan de una ley de aborto?
Monseñor Stegmeier: Quienes creemos en el Señor, que es omnipotente, también creemos que es capaz de hacer grandes milagros y convertir incluso a los más endurecidos de corazón. Por eso, junto con la manifestación pública, invito a orar mucho. ¡La oración mueve montañas! Es importante la confianza en Dios. Dice el Señor en el Evangelio que «hay demonios que sólo se expulsan con la oración y el ayuno». En tiempos de cuaresma, también debemos ayunar pidiendo a Dios la conversión de quienes están tratando de imponer el aborto, que es un crimen abominable, según dice Gaudium et Spes, en el Vaticano II.
Yo reconozco que somos pobres, porque solo por nuestros medios no tenemos capacidad de llamar la atención de quienes más poder tienen en este mundo, pero, tenemos todo el poder de Dios. Yo creo que es posible cambiar la mentalidad de personas que están tratando de imponernos esta cultura de la muerte.  Así que, por vía racional, hay que hacer ver que el aborto no tiene ningún sentido, ni médico, ni científico, ni nada. Después, a nivel de la concentración de personas en las manifestaciones, al menos si no se logra captar por la razón, que al menos, que por el número de personas, se den cuenta que la sociedad no quiere el aborto. Y en tercer lugar, está la confianza puesta completamente en Dios, quien es el que lleva adelante toda la historia y Él es capaz de hacer cumplir los milagros que nosotros no somos capaces.
 
Su carta de apoyo a la marcha del día 29 ¿Es una arenga a los laicos para que se comprometan en contra de leyes contrarias a los valores del Evangelio, como la del aborto, el AVP y el matrimonio igualitario?
Monseñor Stegmeier: ¡Claro que sí!, pues no podemos permitir que venga esta aplanadora que va a eliminar todas las instituciones que son fundamento de la sociedad. El fundamento de la sociedad está en el respeto a la persona humana, en el matrimonio entre hombre - mujer, y en la familia, que se constituye sobre el matrimonio. Por tanto, lo que debemos comprender es que lo que existe detrás es una intención de cambiar los conceptos fundamentales de la persona humana, del matrimonio y de la familia. Entonces pueden manipular fácilmente las conciencias de todas las personas. Lo que hay es una intención de una re-ingeniería social. Es cambiar conceptos que son de orden natural, fundados en la dignidad de la persona humana y finalmente en Dios, que es el autor de todas las cosas.
 
¿Qué espera usted que ocurra en Chile?
Monseñor Stegmeier: Frente a esta arremetida antihumana, anticristiana, espero que se produzca un despertar de los cristianos. Darnos cuenta que lo que hay detrás no es una neutralidad respecto a la persona, respecto a la familia y al matrimonio, sino que es un ataque frontal a estas instituciones que se basan en el derecho natural y que nacen de lo que es la persona humana. No es un problema cultural, o meramente religioso. Sino que es atacar el concepto mismo de persona humana. Por lo tanto, cuando entra el aborto, estamos simplemente en presencia de un sistema político totalitario, disfrazado de democracia. Por tanto, si hay aborto, ninguna persona está libre de la arbitrariedad del poder político. Es decir, caemos al nivel del nazismo, del comunismo.
 
¿Es real que quienes abortan, participan de un aborto, incluidos los políticos que legislen a su favor arriesgan con ello la pena canónica de excomunión latae sententiae, vale decir,de manera automática?
Monseñor Stegmeier: Claro que sí. La excomunión se aplica a quienes son católicos. A quien aborte, quienes cooperan, e incluso yo diría mucho más… al autor intelectual, quienes elaboran las leyes y las aprueban. En el caso de los no católicos, van a cometer un crimen abominable y serán responsables ante Dios, porque es un tremendo pecado. Así que ellos también tendrán que responder luego ante el supremo juez. Por ello con esta marcha estamos pensando en los niños que podrían ser abortados, quienes son las principales víctimas del aborto. Pero también, en las mujeres que abortan, quienes también son víctimas, porque el trauma post aborto está vivo. Para la mujer siempre será un peso para su conciencia. Toda su vida cargará con una situación en la que en algún momento de la vida abortó a un ser indefenso, inocente, débil, y que más encima, era su hijo. Por eso, ir contra la ley de aborto es también en el fondo defender a quien aborte, porque la sociedad misma se destruye con el aborto, la mujer misma queda profundamente herida. Es ir procurando el bien precisamente de todo: De la sociedad, del matrimonio, de la familia, de la mujer, y del niño. Es decir, si la mujer ve en el aborto un derecho, en el fondo esa mujer está equivocada. El aborto es para ella una decisión que cargará toda su vida.
 
En su convocatoria enfatiza que la oración es el “arma más eficaz frente a las insidias que amenazan a la vida del niño por nacer”. ¿Qué otras estrategias se pueden generar para hacer frente a la arremetida pro abortista?
Monseñor Stegmeier: Cada católico debe ser apóstol en su ambiente. Los padres de familia en su hogar, los profesores católicos y los no católicos que estén por la vida en sus colegios, con sus alumnos; quienes tengan alguna responsabilidad política o social en su ambiente de trabajo; al igual que los periodistas y los comunicadores sociales; los sacerdotes, los pastores, los obispos. Cada uno tiene que, en su ambiente, ser apóstol de la vida. Y luego, dentro de lo que cada uno pueda, a través de las manifestaciones públicas, a través de cartas. Es muy importante que los católicos y todos los cristianos por la vida nos levantemos en una causa que de todas hoy es la más urgente: defender al niño por nacer.
 
Hemos hablado de las estrategias y las consecuencias de esta cultura de la muerte. Pero, ¿contra quién o quiénes se está luchando?
Monseñr Stegmeier: Usted sabe que la Sagrada Escritura nos dice que el mundo yace bajo el poder del demonio. Por tanto, para un cristiano quien está detrás de la cultura de la muerte, es el demonio quien quiere que la obra de Dios se destruya. Pero, además de eso, hay tantas instituciones internacionales. Pensemos por ejemplo en las Naciones Unidas, la ONU mujeres, que tiene como finalidad principal llevar adelante la aprobación del aborto en todo el mundo. También hay tantas ONGs internacionales, que están dedicadas esencialmente a promover el aborto. Después, estos movimientos feministas, de género, que también tienen como trasfondo el aborto. Luego, usted sabe que hay una industria del aborto… hay intereses económicos muy fuertes en la promoción de esta ley del aborto.
Nosotros no contamos con ese apoyo. Piense en lo que ocurre con los medios de comunicación social. En general la televisión, el cine, la radio, la prensa, promueve el aborto. Es muy raro que podamos tener un acceso así de masivo en la televisión o en la prensa para quienes promuevan la cultura de la vida. Es decir, estamos bastante solos, contracorriente, pero con la certeza de que contamos con la presencia de Dios y que esta batalla ya está ganada. Es una batalla larga, difícil, habrá muchos caídos, habrá muchas derrotas, pero usted sabe que la batalla está ganada porque contamos con la ayuda del Señor y también contamos con la certeza racional, pues el aborto va en contra de todo argumento de razón, de fundamento científico, de ningún tipo. Por eso, tendrá que vencer finalmente la verdad respecto a este tema. 
 
¿La oración es la mejor arma para impedir la promulgación de leyes contrarias a los valores del Evangelio?
Monseñor Stegmeier: ¡Sí!. Yo estoy seguro que es así, porque la oración es el arma de esta lucha por la vida, por eso el fruto de la oración será un apostolado que defienda el derecho de los niños a nacer.
La defensa del niño por nacer no se puede aislar del seno en el cual tiene que darse la procreación, el nacimiento y la procreación de un niño. El matrimonio, como Dios quiere que sea, que constituye la familia, que a su vez es constitutiva de la sociedad. Y el último fundamento de esto es Dios, porque el hombre es a imagen y semejanza de Dios. Si Dios no está, tampoco está la persona humana… sin no hay persona humana, se puede matar y se puede hacer cualquier cosa con ella. Sin la persona humana, tampoco habría distinción entre hombre y mujer, tampoco hay matrimonio. Por eso, la defensa de la vida humana no es algo aislado, no es una cosa que se da en otros, sino que está en juego hoy, con esta ley de aborto, la concepción que tenemos del hombre en el matrimonio, en la familia, en la sociedad. Si no luchamos contra el aborto, simplemente veremos que en Chile habrá un cambio social tan grande que seremos una sociedad inhumana, antihumana, que matará a todo aquel que esté débil y que no tenga la capacidad de defensa.