lunes, 29 de diciembre de 2014

Acerca de la comparación entre la autoridad del Papa y del Concilio, por Tomás de Vio cardenal Cayetano

lunes, 29 de diciembre de 2014

 


     

  Nota de Bensonians: 
         Un cura amigo discutía hace unos días con mi esposo acerca de la imposibilidad de que un papa pudiera ser hereje. "Imposible" – decía  - "por su infalibilidad". No vamos a entrar a explicar todo lo relativo acerca de la aplicación y uso de la infalibilidad papal .  Su tesis es: Si es papa, no puede ser hereje, y justifica esta afirmación en las promesas de Cristo, en que nunca ha habido un papa hereje y que  hasta plantearse la mera posibilidad de un papa hereje es no creer en que la puertas del infierno no prevalecerán,  y un largo  etc, etc. Creo que ante determinados temas, como este  por ejemplo, existe un temor infundado a pensarlos por miedo a llegar a conclusiones erróneas. Pero para no errar y formular conclusiones personales ajenas a la verdad,  están los grandes teólogos y padres de la Iglesia. No debemos tener miedo a pensar nuestra fe teniendo como luz y guía el Magisterio que la misma Iglesia nos entrega. No somos teólogos ni exegetas. Somos simples fieles, pero como tales también debemos conocer aquello en lo que creemos: no se ama lo que no se conoce. Tenemos el deber de conocer nuestra fe para que cuando venga un cura, o un obispo o hasta el mismo papa, a decirnos barbaridades estemos atentos y sepamos distinguir el error de la Verdad.
       Lo que me interesa abordar en este post es el tema de un posible papa hereje. Y es posible. Se  lo ha planteado como posibilidad a lo largo de la historia de la Iglesia, y además  los ha habido, aunque al ser increpados se han arrepentido y desdicho de sus actos como el papa Marcelino, en los primeros siglos de la Iglesia, que le prendió incienso a los dioses paganos. Hace poco en Adelante la Fe se publicó un excelente artículo que viene a complementar el del padre jesuita James V. Schall, el cual fue muy criticado por su falta de prudencia al tratar un tema así mientras en Roma rige la Iglesia nuestro P.P Franciscus. ¡Qué desatinado! ¡Qué horror! Seguramente el padre Schall pertenece a ese grupo de fariseos pepinillos avinagrados. En fin, el artículo  que complementa el del padre Schall  en Adelante la Fe es una  traducción  del  original aparecido en The Remnant, cuyo autor es Robert J. Siscoe y que se titula: "¿Puede destituir la Iglesia a un papa hereje?"
           Quiero complementar ambos textos con lo dicho al respecto por el Cardenal Cayetano (1479 – 1543) en De Comparatione Auctoritatis Papae et Concilii, en el capítulo XX. La traducción no es mía, pero la que tengo disponible se basa en la Edición Angelicum, Roma 1936. Es un texto muy claro y apela  la vía media. Lo publicaré en dos tandas para que se lea con pausa.

             Acerca de la comparación entre la Autoridad del papa y del concilio, cap. XX
                                               Tomás de Vio cardenal Cayetano

         Si se presupone la certeza de los tres puntos siguientes, a saber: que el Papa no está automáticamente depuesto por el derecho humano o divino por el hecho de volverse hereje, y que el Papa no tiene superior sobre la tierra, y que si se desvía de la Fe debe ser depuesto, como se dice en el capítulo Si Papa, XL D., permanece una gran incertidumbre en cuanto a cómo y porqué el Papa a deponer debe ser juzgado para ser efectivamente depuesto, ya que un juez en cuanto tal, es superior a quien es juzgado.
        Por eso, dice el Apóstol en la Epístola a los Romanos, XIV, 4: “Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Para su propio amo está en pie o cae”; y Santo Tomás en la IIa IIae, q. 67, declara que el juez puede juzgar solamente al súbdito, como también se dice en las Decretales, D.XXI, cap. Inferior.
         En efecto, si el Papa debe ser juzgado y depuesto por un Concilio Universal, se sigue inmediatamente que permaneciendo Papa tiene por encima suyo al Concilio Universal, al menos en caso de herejía. En cambio, si ni el Concilio ni la Iglesia están por encima del Papa, se sigue inmediatamente que un Papa desviado de la Fe debe ser juzgado y depuesto, pero nadie puede juzgarlo ni deponerlo. Y esto es absurdo.
         ¿Qué diremos, pues, para evitar estos dos extremos? No podemos hacer ninguna otra cosa que dirigirnos hacia la vía media, a la cual se llega difícilmente, en la realización de la cual consiste aquella virtud que normalmente resuelve muchas cuestiones.
          Decimos, pues, que existen dos vías extremas, ambas falsas. Una, es aquella según la cual el Papa hereje es depuesto ipso facto por derecho divino, sin juicio humano; la otra, es aquella según la cual el Papa permaneciendo Papa, tiene sobre la tierra por encima suyo un poder superior por el que puede ser depuesto.
        La vía media también se divide en dos: una, dice que el Papa no tiene en absoluto superior sobre la tierra, pero que en caso de herejía tiene como superior sobre la tierra a la Iglesia universal; la otra, dice que el Papa ni simpliciter, ni para un caso particular, tiene superior sobre la tierra, pero que está sometido al poder ministerial de la Iglesia universal solamente en lo que respecta a la destitución.
        La primera vía está fundada en la fuerza coercitiva y judiciaria de la Iglesia sobre Pedro Papa en caso de herejía; en efecto, para ser juzgado hay que ser súbdito y ser coaccionado. Tal es la vía comúnmente seguida, por lo visto, hasta el presente.
         Hay que oponer a esta vía el hecho de que, como hemos visto, el Papa está, por derecho divino, por encima del Concilio y de la Iglesia; de esto se sigue que si está sujeto en algún caso particular, esta excepción debería ser establecida por derecho divino. En efecto, es evidente que ningún otro derecho inferior puede establecer esta excepción. Ahora bien, cuando se establece la excepción del caso de herejía, en el derecho divino no se habla de sumisión, más bien de separación, como se ve claramente en cada uno de los textos alegados de la Sagrada Escritura: Num. XVI, 26, se dice: “Alejaos”; en Gal. I, 8: “Sea anatema”, es decir, “que sea separado”; en II Tes. III, 6: “Os mandamos que os mantengáis alejados”; 2 Cor. VI, 14: “No os queráis juntaros en yugo con los infieles”; 2 Jn. XI: “No le recibáis ni le saludéis”; Tito III, 10: “Separaos”. En resumen, no hallo en ninguna parte que el derecho divino hable de superioridad o inferioridad en caso de herejía, sino solamente de separación. En efecto, es sabido que la Iglesia puede separarse del Papa únicamente por medio de aquel poder ministerial con el que puede elegirlo. Luego, por el hecho de que por derecho divino se sancione que el hereje sea evitado y sea extraño a la Iglesia, no es necesario que haya un poder más grande que el poder ministerial, por lo que éste es suficiente y se halla en la Iglesia.
         Para confirmar esto se subraya que no se debe atribuir al derecho divino lo que no se halla en él o que no se desprende necesariamente de lo que expresa. Ahora bien, el derecho divino no habla en sentido estricto de un poder por encima del Papa en caso de herejía, y tampoco puede deducírselo como consecuencia necesaria de este derecho. Entonces, se prueba la menor: que no existe. Pienso que es evidente para el lector; digo “pienso”, porque un cisma inminente me ha llevado de manera sorpresiva a escribir este corto ensayo en dos meses. Y que en verdad tampoco se lo pueda deducir (del derecho divino) se evidencia por el hecho de que, como no conviene multiplicar los entes sin necesidad, es preferible establecer un principio a establecer varios. Ya que el poder ministerial es suficiente, no hace falta otro.
         Por consiguiente, la vía media será la verdadera vía, ya que un Papa hereje y que persevera en la herejía no tiene sobre la tierra un poder superior a sí; tan sólo un poder ministerial para su destitución.
         Luego, recapitulando un poco para probar esto, es necesario, primero, establecer tres puntos. En primer lugar: en el Papa existen tres elementos, el papado, la persona del Papa ( por ejemplo, Pedro), y la unión de estos dos elementos; es decir, el Papado en Pedro, y de esta unión resulta Pedro, Papa.
         En segundo lugar: reconociendo y aplicando cada causa al efecto que le es propio hallamos que el papado proviene inmediatamente de Dios; Pedro proviene de su padre, etc.; pero la unión del papado en Pedro después que el primer Pedro fue instituido de manera inmediata por Cristo, no viene de Dios sino de un hombre, como se demuestra, ya que ésta se produce por intermedio de una elección por parte de los hombres.
        Dos consentimientos humanos concurren a este efecto, a saber: el de los electores y el del elegido; en efecto, es necesario que los electores elijan voluntariamente y que la persona elegida acepte voluntariamente la elección; de otro modo, nada se produciría. Luego, la unión del Papado no proviene de Dios de manera inmediata, sino de un ministerio humano, provenga de los electores o provenga del elegido.
          El ministerio humano no obra para producir esta unión como cuando se une lo activo a lo pasivo, o el fuego a las cañas, o la virtud de la Pasión de Cristo al sujeto (como hace quien es bautizado y administra los Sacramentos), ya que en nuestro caso no se une ningún activo sino la sola voluntad humana de los electores y del elegido, no sería fácil imaginar ninguna otra cosa activa. Pero del hecho de que la unión del papado con Pedro sea un efecto de la voluntad humana que constituye a Pedro, Papa, se sigue que aunque el Papa dependa solamente de Dios in ese et in fieri; sin embargo Pedro, Papa, depende también del hombre in fieri. En efecto, Pedro es hecho Papa por el hombre cuando, elegido por hombres, el hombre elegido acepta, y así el papado se une a Pedro.
         En tercer lugar: ya que seguramente  nada es tan natural como el hecho de que todo sucede por medio de causas determinadas, inversamente (es natural que) por la misma causa (todo) sea anulado, como se dice en el Cap. Omnis, de regulis juris. Entonces, Pedro-Papa, que tiene su propia causa en su consentimiento y en el de sus electores, puede ser anulado por la misma causa en sentido contrario. Y esto ha sido establecido por Celestino V y por Decretal de Bonifacio VIII, en el VI°, de renunciatione, cap. I.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Un soldado de Cristo.

Padre Jaime Herrera

                En medio de los cerros de Valparaíso este hombre de Dios no descansa en su amor a Dios y a las almas. Lo aqueja una enfermedad invalidante que le ocasiona grandes dolores físicos. A pesar de ello su amor a Dios es más grande y no claudica en su defensa por la exaltación de la Santa Madre la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
               El padre Jaime Herrera González en una de sus homilías recalcó que la Iglesia Católica y Romana era la única fuente de salvación, y que fuera de ella no hay salvación. La Iglesia sostuvo" no es una mendiga que tenga que recurrir a buscar la verdad fuera de ella". Su amor a la sotana  le recuerda siempre lo que es, un sacerdote de la Iglesia Católica. lo cual es motivo de orgullo para él.
             Su dolor lo lleva en medio de la alegría cristiana que pasa desapercibido para la gran mayoría de sus fieles. Su amor a la misa, a las almas y a la Iglesia lo expresa por todas partes. No pasa los cincuenta años de edad y su estado de ánimo es siempre el de un niño muy alegre.
            Felicitaciones padre Jaime, siga en su incansable lucha por la salvación de las almas. Su santa patrona siempre lo protegerá.

Un ejemplo de sacerdote. Celebra la misa en medio de grandes dolores físico.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Santa Misa Tradicional Parroquia Nuestra Señora de Puerto Claro, Valparaíso: Imágenes

        Tal como les habíamos informado, la Santa Misa del día de Navidad se rezó según el Rito Tradicional. A continuación algunas imágenes.







domingo, 9 de noviembre de 2014

Abejas robot polinizarán los campos de cultivo de Monsanto

Abejas robot polinizarán los campos de cultivo de Monsanto

En una tendencia más de la artificialidad que comúnmente asociamos a Monsanto, además del daño que provoca con sus acciones, existe un proyecto para sustituir la fauna asociada con la agricultura, exterminada por los pesticidas utilizados, con máquinas robóticas que polinicen sus campos de cultivo.
abeja robot monsanto
abeja robot monsanto
En cierta forma es inevitable asociar el nombre de Monsanto con la artificialidad: las semillas modificadas genéticamente, los fertilizantes, los pesticidas. Todo, en cierta forma, como parte de un gran montaje en el que, a pesar de tener cierta relación con el mundo natural, en última instancia se trata de un gran mecanismo en el que todas sus partes son en última instancia todo lo opuesto a lo natural.
Como parte de esta tendencia, recientemente se anunció que el gigante de los trangénicos tiene planeado implementar un sistema de abejas robóticas para polinizar sus campos, un proyecto en el cual ha invertido desde hace ya varios años, en 2009, cuando el Laboratorio de Microrobótica de Harvard comenzó a desarrollar Vehículos de Micro Aire (Micro Air Vehicles).
En buena medida este plan de Monsanto obedece a la marcada toxicidad de los pesticidas utilizados en sus campos de cultivo, casi todos salidos de las fábricas de Shell y Bayer y los cuales, desde mediados de los 90, han provocado una disminución general tanto del bienestar como de la población de la biodiversidad asociada con la agricultura, con especial impacto en las abejas.
En la versión robotizada de Monsanto, esta fauna especialmente necesaria en el desarrollo de una planta será sustituida por pequeños vehículos de titanio y plástico, capaces de volar entre flor y flor y distribuir el polen de estas. Asimismo, en una versión todavía más sofisticada, existirán colmenas enteras cuidadosamente programadas para, a través del algoritmo correcto, polinizar campos específicos.
Por último, se dice que estas robo-abejas también podrían ser utilizados con fines militares y de vigilancia y aun con fines bélicos, como posibles esparcidores de neurotoxinas.

lunes, 3 de noviembre de 2014

San Leonardo de Porto Mauricio: El Tesoro Escondido de la Santa Misa

San Leonardo de Porto Mauricio: El Tesoro Escondido de la Santa Misa


La primera y más dura batalla que los fieles católicos debemos dar para que se produzca una verdadera renovación de la vida de la Iglesia, es la recuperación de una liturgia digna y sacra.
San Leonardo de Porto Maurizio (1676-1751) Franciscano genovés, nacido en Porto Maurizio (hoy Imperia), gran misionero popular, propagador del Via Crucis y predicador incansable de Jesús Crucificado.
Celebraba siempre la Santa Misa con cilicio y en memoria de los siete dolores de la Santísima Virgen llevó por toda la vida una cruz con siete puntas sobre el pecho.
Su apostolado fueron las misiones populares, a las que llamaba "campañas contra el infierno": en 44 años de misionero recorrió con los pies descalzos, sin sandalias, todos los caminos de la Italia del Norte y Central, predicando 339 misiones y erigiendo 576 viacrucis o "baterías contra el infierno".
Este "gran cazador del paraíso" -”como le llamaba su amigo el papa Benedicto XIV-”murió al clausurar una misión, como anhelaba en uno de sus propósitos: "Deseo morir en misión con la espada en la mano contra el infierno".
Beatificado en 1796 por Pío VI y canonizado en 1867 por Pío IX, Pío XI lo nombró en 1923 patrono de los sacerdotes dedicados a las misiones populares.
Festividad: 26 de noviembre.
Presentamos este librito, agotado actualmente en formato impreso, en una versión digital, para ser descargado libremente. Puede leerse en pantalla o imprimirse.
Como adelanto de su contenido, reproducimos el parágrafo segundo, que sintetiza la naturaleza del santo sacrificio y las funciones del sacerdote celebrante y de los fieles que asisten a él.
§ 2. El santo sacrificio de la Misa tiene por principal sacerdote al mismo Jesucristo. Funciones del celebrante y de los asistentes
4. Imposible parece poderse hallar una prerrogativa más excelente del sacrificio de la Misa, que el poderse decir de él que es, no sólo la copia, sino también el verdadero y exacto original del sacrificio de la cruz… y, sin embargo, lo que lo realza más todavía, es que tiene por sacerdote un Dios hecho hombre. Es indudable que en un sacrificio hay tres cosas que considerar: el sacerdote que lo ofrece, la Víctima que ofrece, y la majestad de Aquél a quien se ofrece. He aquí, pues, el maravilloso conjunto que nos presenta el santo sacrificio de la Misa bajo estos tres puntos de vista. El sacerdote que lo ofrece es un Hombre-Dios, Jesucristo… la víctima ofre ­cida es la vida de un Dios, y aquél a quien se ofrece no es otro que Dios. Aviva, pues, tu fe, y reconoce en el sacerdote celebrante la adorable persona de Nuestro Señor Jesucris ­to. Él es el primer sacrificador, no solamen ­te por haber instituido este sacrificio y porque le comunica toda su eficacia en virtud de sus méritos infinitos, sino también porque, en cada Misa, Él mismo se digna conver ­tir el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre preciosísima. Ve, pues, cómo el privilegio más augusto de la Santa Misa es el tener por sacer ­dote a un Dios hecho hombre. Cuando consi ­deres al sacerdote en el altar, ten presente que su dignidad principal consiste en ser el ministro de este Sacerdote invisible y eterno, nuestro Redentor. De aquí resulta que el sa ­crificio de la Misa no deja de ser agradable a Dios, cualquiera que sea la indignidad del sacerdote que celebra, puesto que el principal sacrificador es Jesucristo Nuestro Señor, y el sacerdote visible no es más que su humilde ministro. Así como el que da limosna por mano de uno de sus servidores es considerado justamente como el donante principal… y aun cuando el servidor sea un pérfido y un malvado, siendo el señor un hombre justo, su limosna no deja de ser meritoria y santa.
¡Bendita sea eternamente la misericordia de nuestro Dios por habernos dado un sacer ­dote santo, santísimo, que ofrece al Eterno Padre este Divino Sacrificio en todos los paí ­ses, puesto que la luz de la fe ilumina hoy al mundo entero! Sí, en todo tiempo, todos los días y a todas horas… porque el sol no se oculta a nuestra vista sino para alumbrar a otros puntos del globo… a todas horas, por consiguiente, este Sacerdote santo ofrece a su Eterno Padre su Cuerpo, su Sangre, su Alma, a sí mismo, todo por nosotros, y tantas veces como Misas se celebren en todo el uni ­verso. ¡Oh, qué inmenso y precioso tesoro! ¡Qué mina de riquezas inestimables poseemos en la Iglesia de Dios! ¡Qué dicha la nuestra si pudiéramos asistir a todas esas Misas! ¡Qué capital de méritos adquiriríamos! ¡Qué co ­secha de gracias recogeríamos durante nues ­tra vida, y qué inmensidad de gloria para la eternidad, asistiendo con fervor a tantos y tan Santos Sacrificios!
5. Pero ¿qué digo, asistiendo? Los que oyen la Santa Misa, no solamente desempe ­ñan el oficio de asistentes, sino también el de oferentes… así que con razón se les puede llamar sacerdotes: Fecisti nos Deo nostro regnum, et sacerdotes[1]. El celebrante es, en cierto modo, el ministro público de la Iglesia, pues obra en nombre de todos: es el media ­dor de los fieles, y particularmente de los que asisten a la Santa Misa, para con el Sacer ­dote invisible, que es Jesucristo Nuestro Señor… y juntamente con Él, ofrece al Padre Eterno, en nombre de todos y en el suyo, el precio infinito de la redención del género humano. Sin embargo, no está solo en el ejercicio de este augusto misterio… con él concurren a ofrecer el sacrificio todos los que asisten a la Santa Misa. Por eso el celebrante al dirigirse a los asistentes, les dice: Orate, fratres: "Orad, hermanos, para que mi sacri ­ficio, que también es el vuestro, sea agradable a Dios Padre todopoderoso". Por estas palabras nos da a entender que, aun cuando él desempeña en el altar el principal papel de ministro visible, no obstante todos los presentes hacen con él la ofrenda de la Víctima Santa.
Así, pues, cuando asistes a la Misa, desem ­peñas en cierto sentido las funciones de sacer ­dote. ¿Qué dices ahora? ¿Te atreverás todavía de aquí en adelante a oír la Santa Misa sentado desde el principio hasta el fin, char ­lando, mirando a todas partes, o quizás medio dormido, satisfecho con pronunciar bien o mal algunas oraciones vocales, sin fijar la atención en que desempeñas el tremendo mi ­nisterio de sacerdote? ¡Ah! Yo no puedo menos de exclamar: ¡Oh, mundo ignorante, que nada comprendes de misterios tan subli ­mes! ¡Cómo es posible estar al pie de los altares con el espíritu distraído y el corazón disipado, cuando los Ángeles están allí tem ­blando de respeto y poseídos de un santo temor a vista de los efectos de una obra tan asombrosa!
Agradecemos a ]]>www.statveritas.com.ar]]> la cesión del material digitalizado

domingo, 2 de noviembre de 2014

Padre Guillermo Jünemann Beckschafer S.J.. Gran escritor chileno alemán.

Jünemann, eximio escritor olvidado

De estudiante del San Javier se convirtió en el autor más sabio y prolífico de su época, no sólo en la región, sino en el país.
Por Sergio Millar Soto
Sublime escritor, Guillermo Jünemann Beckschafer S.J., permanece ignorado para la actual generación.
El golfo de Reloncaví
"Panorama único se extiende a mi vista, desde las alturas de Puerto Montt en las cuales vivimos. Panorama único. Ni Río de Janeiro, ni el Bósforo, ni ciclorama alguno puede comparársele...el golfo de Reloncaví reune a la belleza una grandiosidad que en vano se buscaría allá. Al frente, hacia el sur y perdiéndose en lontananza, una serie de islas bajas finamente perfiladas y delineadas, ceñidas con las ondas como con cerdales luminosos de filigranas. Más acá un golfo extenso, limpidísimo, apacible, que no conoce el fragor de las olas y que cambia el paisaje en el más suave e idílico de los mares, en un remanso como hecho para el retozar de delfines y nereidas, si al oriente no surgiese perpendicular, del fondo del océano, altísima, inmensa, la cordillera de los Andes cubierta y coronada de eternas fulgentísimas nieves y si, cual rematando la majestad del conjunto, no se alzara dominándolo todo a modo de aralaya, un tanto pavoroso la inmensurable mole del volcán Calbuco, que nunca pude mirar sin estremecerme con el instintivo estremecimiento causado por la sublimidad".(Guillermo Jünemann).
Guillermo Jünemann Beckschafer, estudió en el colegio San Javier, en el San Ignacio de Santiago y en el Seminario de Concepción y se ordenó sacerdote jesuita en 1880.
De extraordinaria cultura humanístca, fue un gran literato, filólogo y políglota, que dominaba varias lenguas. Dio a conocer el Nombre de Chile en América y Europa a través de múltiples y célebres obras, acogidas con aplausos por la crítica mundial.

Creación prolífica

Su "Literatura Universal" -que llegó a tener ocho ediciones- sirvió de texto en España y Venezuela y en algunos seminarios chilenos. Otros de sus libros como "Historia y Antología", "Antología Universal", "Estética Literaria", su versión de la "Ilíada" de Homero, las traducciones de Brentano, Schiller, Platón y Cicerón fueron famosas: también escribió "Elegíacas", "Devoción al Sagrado Corazón de Jesús", "Vida de Nuestro Señor Jesucristo", "Paulina Mallinckrodt", "El Católico Práctico", "Reminiscencias de mi madre", "Azucena"; dos novelas: "Clío" y "Susana"; y "Mi Camino", su autobiografía.
Culminó su obra literaria con la versión completa de la Biblia, traducida de los códices griegos, hebreos y arameos: obra monumental, que le llevó siete años de ardua labor.

Puertomontino de corazón

Parte de su biografía "Mi Camino" fue publicada en la edición del 12 de febrero de 1953 en El Llanquihue, conmemorativa del Centenario de Puerto Montt, bajo el título de "Hermosas y emotivas páginas escribió historiador y hombre de letras don Guillermo Jünemann sobre esta bella tierra".
Las obras del padre Jünemann fueron publicadas por la editorial alemana Harder, con excepción de la traducción de la Biblia que permaneció inédita hasta el 18 de diciembre de 1992, fecha en que fue presentada al público, editada gracias al esfuerzo de los ex alumnos del Seminario de Concepción.
El padre Jünemann falleció en Tomé en noviembre de 1938, a los 83 años de edad. Nunca su fecunda y valiosa labor ha sido difundida o conocida en su Puerto Montt que tanto amó y admiró, lo que es un oprobio para nuestra identidad cultural.
 

lunes, 6 de octubre de 2014

Post sacado del blog The Wanderer

No es Francisco

Cuando me enteré el jueves de la semana pasada de la salida del libro de Antonio Socci “Non è  Francesco. La Chiesa nella grande tempesta ”, editado por Mondadori, no le di
demasiada importancia.
Alguien comentó: “Socci es un delirante” y, viendo los libros anteriores que había publicado, me pareció posible que, efectivamente, fuera un delirante. Sin embargo, un amigo, que es buen poeta y mejor bebedor del líquido amarillo escocés, dijo: “Yo leí su libro sobre el secreto de Fátima. Me pareció muy serio y documentado”. Y decidí hacerle caso a mi amigo, compré el libro de Socci, y lo leí de un tirón el sábado.
Sobre el autor, pueden ustedes buscar en Internet su perfil biográfico. Baste de mi parte acercar dos datos: es un periodista reconocido, de larga trayectoria y profesor universitarios, que se desempeñó durante varios años al frente de la revista “30 Giorni”. Este dato, sumado a las abundantes citas que realiza en su libro de don Luiggi Guisiani, me hacen suponer que es miembro de “Comunión y Liberación”. Por otro lado, son constantes sus alabanzas –exageradas para mi gusto- del Concilio Vaticano II, de Pablo VI y de Juan Pablo II. Todo este cóctel da un perfil muy claro: Socci es un neocon hecho y derecho. No es, ni de lejos, un tradicionalista.
Pero vayamos a su libro. Es inquietante. Y lo digo yo, que tengo muchos límites: reniego de cualquier recurso a conspiraciones judeo-masónicas para explicar lo que ocurre en el mundo y en la Iglesia, y soy desconfiado e incrédulo con respecto a las revelaciones privadas, Fátima incluida. Pero el libro de Socci me resultó inquietante, más allá de que en él solamente en un capítulo haga referencia revelaciones privadas, a las que, por otro lado, toma con pinzas. De hecho, es un libro fundamentalmente documental y deductivo.
Y si se aceptan las conclusiones a las que conduce, nos deja en un problema frente al cual, lo más fácil es mirar para otro lado.
 El libro tiene tres partes bien definidas, a las que se suman los últimos capítulos, de carácter misceláneo, sobre la situación actual de la Iglesia. Comienza con el bosquejo del  retrato bastante preciso de Jorge María Bergoglio a partir de sus dichos, hechos y biografía.  Sobre esto ya hemos hablado suficientemente en este blog, y lo seguiremos haciendo, pero no me voy a extender en este momento. Simplemente transcribo una de las frases de Socci: “ La elección de Jorge Mario Bergoglio como candidato para el papado es un misterio. … simplemente por aquello que el mundo llama ‘la selección de la clase dirigente’. El problema es su carencia de requisitos…” (p. 124).
Pero lo que constituye el meollo del libro son las dos partes siguientes: la que muestra que Benedicto XVI sigue siendo papa, y la que muestra que la elección de Bergoglio habría sido invalida e insanable.
A) Vayamos a la primera: Benedicto XVI es Papa. El autor basa su afirmación en dos fuentes documentales: simbólicas y jurídicas. Aquí, simplemente, enumeraré los detalles más importantes.
1) Todos sabemos que lo simbólico dentro de la Iglesia es fundamental, y mucho más lo es si esos símbolos provienen de una persona con la fineza e inteligencia de Ratzinger. Y lo símbolos de su renuncia y posterior permanencia en el Vaticano son muchos e inexplicables para canonistas e historiadores. Por su propia voluntad, conservó el nombre de Benedicto XVI, el tratamiento de Su Santidad y el título de Romano Pontífice. Siguió vistiendo la sotana blanca, no quiso cambiar su escudo heráldico eliminando las insignias pontificias que aparecen en él y sigue viviendo en los recintos del Vaticano. Socci analiza en su escrito cada uno de estos hechos y muestra la importancia que tales símbolos poseen. Solamente acoto lo siguiente: cuando se le pregunta en un reportaje a Mons. Gänswein el por qué de todo esto, responde: “Porque corresponde a la realidad”. Más claro, agua.
2) Para quienes somos más racionales, o racionalistas, el argumento jurídico puede ser de mayor peso. El autor se base en el estudio que realizó el canonista y teólogo Stefano Violi sobre el texto de la renuncia del papa Benedicto y de una de sus declaraciones posteriores. Luego de un análisis fino y detallado, recurriendo a cuestiones de derecho, de teología y de historia, concluye que “Benedicto XVI declara renunciar al ministerium. No al Papado, según la norma de Bonifacio VIII, no al munus según lo expresado en el canon 332-2, sino al ministerium o, como especificará en su última audiencia, al ‘ejercicio activo del ministerio’. (…) Objeto de la renuncia irrevocable es la executio muneris mediante la acción y la palabra y no el munus que le fue confiado de una vez para siempre” (p. 89).
A mi entender, los argumentos son conclusivos: Benedicto XVI sigue siendo el legítimo Romano Pontífice, aunque sin el ejercicio activo del ministerio petrino. Y esto conduce a una conclusión inmediata: la Iglesia tiene dos Papas.
Y aquí aparece el otro tema, mucho más preocupante.
 B) La elección de Francisco habría sido nula e inválida. Reconozco que cuando leí por primera vez esta hipótesis no me pareció más que un wishful thinking, o pensamiento ilusiorio de cazadores de confabulaciones. Pero no es el caso de Socci, para quien la nulidad vendría por un error o descuido en el procedimiento del conteo y escrutinio de los votos, lo cual que está perfectamente reglado, hasta el más mínimo detalle, por la constitución Universi Dominici Gregis.
Toda su argumentación se basa en un hecho de difícil o imposible comprobación pero muy verosímil. Aparece narrado en el libro de nuestra amiga Elizabetta Piqué la que, para Socci, es una vaticanista seria, bien informada y, sobre todo, muy cercana y amiga personal de Bergoglio, y para respaldar esta afirmación aporta pruebas concluyentes (p. 115 et passim). En ese libro, Francisco. Vida y Revolución, que fue presentada por el mismo L’Osservatore Romano como una suerte de biografía oficial del personaje, se lee lo siguiente: “Después de la votación [se refiere a la quinta de todo el cónclave y cuarta del día 13 de marzo) y antes de la lectura de las papeletas, el cardenal escrutador, que primero mezcla las papeletas depositadas en la urna, se da cuenta que hay una de más: son 116 en vez de 115, que era la cantidad correcta. Parece que, por error, un purpurado había depositado dos papeletas en la urna: una con el nombre de su candidato y otra en blanco, que había quedado pegada a la primera. Cosas que pasan. No había nada que hacer, y esta votación fue anulada inmediatamente, las papeletas fueron quemadas más tarde sin ser vistas, y se procedió a una nueva votación”.
¿Esto verdaderamente sucedió? Socci se detiene bastante en la cuestión. Aquí solamente menciono dos hechos: el único que podría haberle pasado a la Piqué semejante dato de un cónclave, sobre el que se promete secreto pontificio bajo pena de pecado mortal o excomunión, es el mismo Francisco quien, siendo papa, puede hacer lo que quiera. Por otra parte –y no es este un dato menor- la periodista acaba de ratificar este hecho el jueves 1 de octubre de 2014 en su columna de La Nación.
Y, en segundo lugar, el 9 de marzo de 2014, apareció en el Corriere della Sera un artículo de Gian Guido Vecchi quien afirma que algunos cardenales le relataron que en esa votación sucedió exactamente lo que fue relatado en el libro de la Piqué. Y jamás hubo desmentida alguna al respecto.
¿Cuál es el problema de todo esto? Que la Constitución que fija el funcionamiento del Cónclave, promulgada por Juan Pablo II, regula estas dos posibilidades. El artículo 68 manda que, si se encuentra una papeleta de más, el escrutinio debe ser anulado. Y el artículo 69 dice que, si se encuentran dos papeletas plegadas juntas de modo tal que hagan suponer que un cardenal introdujo por error dos en vez de una, si ambas tienen el mismo nombre, se debe contabilizar un solo voto; si tienen nombres distintos, se deben anular ambas, y si una de ellas está en blanco, se debe contabilizar el voto del candidato que aparece en la otra.
Todo hace suponer que este fue el caso, según el relato de Piqué y de los cardenales indiscretos que hablaron con el periodista del Corriere, pero la cuestión es que no se aplicó el artículo 69 sino el 68, anulando toda la votación.
Muchos dirán: es un detalle legal; apenas un codicilo que de ninguna manera puede poner en juego una elección pontificia. Y dice Socci: es exactamente al revés. Un codicilo puede no poner en juego la elección del presidente del consorcio de un edificio, pero sí la del Romano Pontífice, porque se trata del oficio más importante y delicado del mundo, y porque Dios confiere el poder prometido por Cristo a Pedro y sus sucesores solamente a quien sea válidamente elegido siguiendo las normas promulgadas por quien tiene el poder de las Llaves. Además, recordemos que por codicilos menores la cristiandad estuve en crisis durante siglos enteros, y traigo aquí el caso de la herejía arriana que se desató por una i. Ni siquiera era un codicilo, era una vocal, la que diferencia homoiousios de homoousios, es decir, “de sustancia similar al Padre” y “de la misma sustancia del Padres” la que dejó a la mayor parte de Europa bajo el arrianismo.
Por otra parte, si la situación fue la que se narra, se habrían producido otras dos graves irregularidades:
a)  La misma constitución Universi Dominici Gregis prohíbe taxativamente que se hagan más de cuatro votaciones en un mismo día. Pues bien, el 13 de marzo de 2013 se hicieron cinco votaciones, contraviniendo nuevamente las normas explícitas de una regulación pontificia promulgada por un Romano Pontífice en poder de las Llaves. ¿Qué habría cambiado se la votación se hacía el día siguiente? Nadie puede saberlo, pero los cardenales habrían tenido tiempo de compartir conversaciones, una comida juntos y una noche de descanso. Entre otras cosas, los cardenales que votaron por Bergoglio aconsejados o presionados por Kasper y su pandilla habrían tenido tiempo de conocer un poco más quién era este desconocido purpurado “del fin del mundo” y los peligros que implicaba dejar a la Iglesia en sus manos.
Por otro lado, la Universi Dominici Gregis también establece que las papeletas, en el momento del conteo de los votos, deben estar plegadas y el cardenal escrutador no debe mirar ni leer los nombres que aparecen en ellas. Esto sólo debe hacerse en el escrutinio. Pero, siempre según la Piqué, el cardenal descubrió la papeleta extra en el momento del conteo y allí mismo vio que una estaba blanco. Es decir, la desdobló y leyó lo que estaba escrito en ella.
Irregularidades mayores o menores pero que, en definitiva, indican que la elección se hizo de modo diverso a como estaba dispuesto. Y es el artículo 76 de la Constitución Universi Dominici Gregis el que dice: “Si la elección se hiciera de un modo diverso a como ha sido prescrito en la presente Constitución o un hubiesen sido observadas las condiciones establecidas, la elección es por eso mismo es nula e inválida, sin que intervenga alguna declaración en este sentido y, por tanto, no confiere ningún derecho a la persona elegida”.   

Conclusión 1: Con respecto al primer punto,  no tengo duda alguna: Benedicto XVI es Papa. Con respecto al segundo punto, tengo dudas, como también las tiene Socci, pero es verosímil. No se trata de ninguna conspiración. En todo caso, sería la conspiración de los lelos, porque se habría tratado de un descuido en la observación de la Constitución, pero un descuido insanable. La única solución sería la realización de un nuevo cónclave.
Conclusión 2: Si aceptamos que la votación del 13 de mayo de 2013 fue nula y Bergoglio, consecuentemente, no es Papa, esto genera una situación que explica, al menos, dos hechos:
1. El desconcierto cada vez mayor de gran número de fieles de todo el orbe católico frente a lo que está sucediendo en la Iglesia en los últimos tiempos, y que se origina porque no se entiende que un papa pueda decir y hacer lo que dice y hace Bergoglio. Pues bien, el tal hace y dice esas barbaridades porque no es papa y, por tanto, no tiene la asistencia asegurada por Cristo al sucesor de Pedro.
2. Se entenderían de un modo bastante claro –o más bien, clarísimo- el Tercer Secreto de Fátima, en el que sor Lucía ve a un “obispo vestido de blanco” y, poco después, al Santo Padre que es perseguido y asesinado. Es decir, el obispo vestido de blanco no es el Santo Padre. Y las visiones de la beata Ana Catlina Emmerich que en numerosas ocasiones habla de la Iglesia con dos Papas.
Insisto en lo que dije más arriba. Es un libro inquietante, y por una sencilla razón: si se aceptan sus argumentos, nadie puede permanecer como está; debe tomar una decisión, y no es una decisión fácil.

Momentos de confusión para los fieles, dicen las profecías sobre los últimos tiempos.

El libro puede comprarse en versión electrónica en librerías italianas, por ejemplo Ibs.it o Hoepli.it.

18 comentarios:

simkin dijo...
Joya, no es papa.
No deja de ser un alivio.
El lío es con los cardenales que nombre, que tampoco serán tales.
Y la elección del próximo papa donde estos intervengan, que será necesariamente nula.
De donde se desprende que muerto Benedicto, habrá sede vacante de por vida.
Esto sí pega con las profesías de los dos papas y las utimidades.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Unam Sanctam

Unam Sanctam EnciCato


(En latín, Una y Santa, i.e. la Iglesia), es la bula acerca de la supremacía papal, publicada el 18 de noviembre de 1302 por Bonifacio VIII durante la disputa con Felipe el Hermoso, rey de Francia. Se le llama así a causa de sus palabras iniciales (vea BONIFACIO VIII). La bula fue promulgada en relación con el Concilio Romano de octubre de 1302, en el que probablemente fue discutida. No es improbable que el mismo Bonifacio VIII la haya revisado. Pero también parece que el texto sufrió influencia del arzobispo de Bourges, Egidio Colonna, quien había viajado al concilio de Roma a pesar de una prohibición real. Ya no existe el original de la bula; el texto más antiguo se encuentra en los registros de Bonifacio VIII en los archivos vaticanos [“Reg. Vatic.”, L, fol. 387]. También fue incorporada al “Corpus juris canonici” (“Extravag. Comm.”, I, VIII, 1; ed. Friedberg, II, 1245). La autenticidad de la bula ha sido establecida definitivamente al incluírsele en los registros oficiales de los breves papales y por su incorporación en el derecho canónico. Las objeciones respecto a su autenticidad presentadas por estudiosos como Damberger, Mury y Verlaque quedaron totalmente respondidas por este testimonio externo. Posteriormente Mury retiró su objeción.

La bula establece ciertas posiciones dogmáticas acerca de la unidad de la Iglesia, la necesidad de pertenecer a ella para lograr la salvación eterna, y la obligación que de ahí se deriva de someterse al Papa para pertenecer a la Iglesia y así alcanzar la salvación. El Papa ahonda además en la supremacía de lo espiritual en comparación con el orden secular. Y a partir de ahí llega a conclusiones sobre la relación entre el poder espiritual de la Iglesia y la autoridad secular. Las principales proposiciones de la bula son las siguientes: Primero, a partir de varios pasajes bíblicos y referencias al arca del diluvio universal y a la túnica sin costura de Cristo se declara y establece la unidad de la Iglesia y su necesidad para la salvación. Enseguida afirma el Papa que la unidad de la cabeza de la Iglesia, establecida en Pedro y sus sucesores, es idéntica a la unidad del cuerpo de la Iglesia. Consecuentemente, todo quien desee pertenecer al rebaño de Cristo queda bajo el dominio de Pedro y sus sucesores. De modo que cuando los griegos y otros afirman que no están sujetos a la autoridad de Pedro ni a la de sus sucesores, con ello están afirmando no pertenecer al rebaño de Cristo.

Enseguida aparecen algunos principios y conclusiones referentes al poder espiritual y secular:

Hay dos espadas en poder de la Iglesia- expresión conectada con la teoría medieval de las dos espadas-: la espiritual y la secular. Ello se apoya en la acostumbrada referencia a las espadas de los apóstoles durante el arresto de Cristo (LC. 22,38: MT. 26,52).

Ambas espadas están en poder de la Iglesia. La espiritual es utilizada por la Iglesia a través de la mano del clero; la Iglesia emplea la secular a través de la mano de la autoridad civil, bajo la dirección del poder espiritual.

Una espada debe estar subordinada a la otra: el poder terrenal debe someterse a la autoridad espiritual, pues ésta tiene precedencia sobre aquél a causa de su grandeza y sublimidad; la autoridad espiritual tiene derecho a establecer y conducir a la secular, e incluso a juzgarla cuando no actúa correctamente. El poder terrenal es juzgado por el espiritual cuando se desvía; un poder espiritual inferior es juzgado por uno superior, y éste es juzgado por Dios.

Tal autoridad, aunque se le otorga al ser humano y es ejercida por él, no constituye una autoridad humana. Es una autoridad divina, otorgada a Pedro por decisión divina y, así mismo, confirmada en él y en sus sucesores. Quienquiera que se oponga a esta autoridad ordenada por Dios se opone a la ley de Dios y, al igual que los maniqueos, parece aceptar dos principios.

“Así pues, declaramos, afirmamos, determinamos y proclamamos que es necesario a toda creatura para su salvación sujetarse a la autoridad del pontífice romano” (Porro subesse Romano Pontifici omni humanae creaturae declaramus, dicimus, definimus, et pronuntiamus omnino esse de necessitate salutis).

La bula tiene carácter universal. Su contenido hace una distinción cuidadosa entre los principios fundamentales relativos a la primacía romana y las declaraciones sobre la forma en que se deben aplicar al poder secular y a sus representantes. En el margen del texto de la bula se establece la última frase como su definición verdadera: “Declaratio quod subesse Romano Pontifici est omni humanae creaturae de necessitate salutis” (se declara, por tanto, que es necesario para la salvación que cada creatura humana se someta a la autoridad del pontífice romano). Esta definición, cuyo significado e importancia son evidentes por su conexión con la parte primera, relativa a la necesidad de la única iglesia, expresa la necesidad, para quien desee lograr la salvación, de pertenecer a la Iglesia y, por tanto, de someterse a la autoridad papal en cualquier asunto religioso. Esto ha sido una enseñanza constante de la Iglesia, y así fue declarado por el V Concilio Ecuménico de Letrán, en 1516: "De necessitate esse salutis omnes Christi fideles Romano Pontifici subesse" (Es necesario para la salvación de todos los fieles cristianos el estar sometidos al pontífice romano). La traducción de Berchtold de la expresión humanae creaturae como “autoridades temporales” es absolutamente incorrecta. La bula también declara que la sujeción del poder secular al espiritual constituye una sujeción a un poder superior y de ello concluye que los representantes del poder espiritual pueden instalar en sus puestos a los poseedores del poder secular y juzgar su desempeño, si éste fuese contrario a la ley de Cristo.

Eso constituye un principio fundamental que ha nacido del desenvolvimiento integral de la centralidad del papado para la familia cristiana nacional de la Europa Occidental de la Edad Media. Ya había sido expresado en el siglo XI por teólogos como Bernardo de Claraval y Juan de Salisbury, y por papas como Nicolás II y León IX. Bonifacio VIII le dio una expresión precisa al oponerse al proceder del rey de Francia. Sus principales conclusiones se sacan de los escritos de San Bernardo, Hugo de San Víctor, Santo Tomás de Aquino, y de cartas de Inocencio III. Tanto de esas autoridades como de declaraciones hechas por el mismo Bonifacio VIII está claro que la jurisdicción del poder espiritual sobre el secular se basa en el concepto de la Iglesia como guardiana de la ley moral cristiana, y de ahí su jurisdicción se extiende hasta donde alcanza esa ley. Por ello, cuando el rey Felipe protestó, Clemente V fue capaz, en su breve “Meruit”, del 1 de febrero de 1306, de declarar que ni el rey francés ni Francia sufrirían daño alguno como consecuencia de la bula “Unam Sanctam”, y que la publicación de esa bula no los había hecho súbditos de la autoridad romana en forma distinta de cómo ya eran antes. De ese modo Clemente V pudo dar a Francia y a su gobernante una garantía en contra de perjuicios políticos y eclesiásticos derivados de la opiniones manifestadas en la bula, sin que la decisión dogmática contenida en ella sufriera tampoco demérito alguno. En las luchas del partido galicano en contra de la autoridad de la Sede Romana, y en los escritos de autores no católicos en contra de la definición de la infalibilidad papal, se utilizó in apropiadamente porque su contenido no da pie para ello- la bula “Unam Sanctam” en contra de Bonifacio VIII y de la supremacía papal. Las afirmaciones relativas a los poderes espiritual y secular tienen un carácter meramente histórico, en cuanto que no se refieren a la naturaleza del poder espiritual y se basan en las condiciones medievales de Europa Occidental.

J. P. KIRSCH
Transcrito por Carol Kerstner
Traducido por Javier Algara Cossío

domingo, 21 de septiembre de 2014

La conversión del Padre Cohen.


HERMANN COHEN. FUNDADOR DE LA ADORACIÓN NOCTURNA

Hermann Cohen. Notas Biográficas.

HERMANN COHEN, FUNDADOR DE LA ADORACIÓN NOCTURNA

(Extracto de la obra de Charles Sylvain “Hermann Cohen, apóstol de la Eucaristía”)




Hermann Cohen nació en Hamburgo (Alemania) el día 10 de noviembre de 1820 en el seno de una acaudalada familia hebrea. Sus padres, David Abraham Cohen y Rosalía Benjamín, se esmeraron en proporcionarle una cuidada educación, y, estando especialmente dotado para la música, recibió una exquisita preparación, de forma tal que tocaba diestramente el piano a los 6 años, y, desde los 12, era concertista. Se convirtió en discípulo predilecto de Franz Liszt, en Ginebra, de quien llegó a ser auxiliar.

Desde su adolescencia, y llevado de la mano de personajes de la época, frecuentó la frívola sociedad parisina. Culto, refinado, educado y elegante, era el retrato más acabado del “progresista” de la época, al tiempo que era incrédulo, vanidoso, derrochador y egoísta. En París, fue asiduo concurrente de los salones más distinguidos, en los que brillaban con luz propia las figuras del recién nacido Romanticismo. En ellos, alternó con Victor Hugo, Alfred de Vigny, Alfred de Musset y, entre los músicos, con el insuperable Frédéric Chopin. Era una sociedad brillante, creadora en el aspecto artístico, bohemia y anticristiana. En este ambiente, Hermann Cohen entró en el círculo de amistades de la escritora George Sand, amante, entonces, de Frédéric Chopin, y fue testigo de sus múltiples devaneos, de los que sólo han perdurado la memoria del de Musset, con su viaje a Venecia, y del de Chopin, con su invierno mallorquín.

Hermann Cohen, concertista famoso y unánimemente elogiado, conoció a fondo los ambientes más refinados de Paris, Ginebra, Hamburgo, Venecia... Distinguido, elegante y de hermosa figura, se dejó llevar por su carácter voluble y vanidoso, deslizándose por una vida de despilfarro y de lujo. También en esta época, conoció lo que sería una de sus grandes pasiones: el juego. Se entregó a él con toda vehemencia, buscando las grandes emociones que proporciona el caprichoso azar.

Un viernes de mayo de 1847, cuando Cohen contaba veintiséis años, su amigo el príncipe de la Moscowa le pidió muy encarecidamente que le sustituyera en la dirección de un coro de aficionados que había de actuar en la iglesia de Santa Valeria, dentro de los cultos del mes de María. Hermann Cohen consideró que no podía negarse y acudió puntualmente al templo. Aquél fue su Camino de Damasco.

El coro, bajo la batuta de Cohen, actuó con toda normalidad, pero cuando, en el momento final del acto, el sacerdote dio la bendición con el Santísimo, experimentó “una extraña emoción, como remordimientos, por tomar parte en la bendición ... Sin embargo, la emoción era grata y fuerte, y sentía un alivio desconocido.” Era el principio de su conversión. Desconcertado, volvió a la iglesia los viernes siguientes y, siempre que el sacerdote bendecía con la custodia a los fieles arrodillados, experimentaba la misma sensación: Sentía una emoción tan inenarrable que habría llorado abundantemente si el respeto humano no lo hubiera retenido. No sabía cómo explicar estas emociones desconocidas, extraordinarias, que se apoderaban de él siempre en las mismas circunstancias.

Fue el primer toque de la gracia que, meses después, remachó en la iglesia de Ems, en Alemania, a donde Hermann se había trasladado para dar un concierto. Era el 8 de agosto y asistía a la Misa: “En el momento de la elevación, sintió de pronto, a través de sus párpados, un diluvio de lágrimas que no cesaban de correr abundantemente a lo largo de sus mejillas. Mientras las lágrimas le estaban así anegando, de lo más profundo del pecho, le surgían los más dolorosos remordimientos por toda su vida pasada.... Al salir de esta iglesia de Ems, era ya, de corazón, cristiano.”
Pasado el mes de mayo, y, con él, las solemnidades musicales en honor de María, Hermann, sin saber el motivo del fuerte sentimiento que lo dominaba., volvía cada domingo a Santa Valeria para asistir a Misa. Sería muy extenso comentar su largo camino hacia la conversión, en el curso de la cual renunció a su superficial vida anterior, sufriendo el abandono y las burlas de sus antiguos amigos, entre los que se contaba el anarquista revolucionario Bakunin, que no comprendían, en absoluto, el cambio experimentado por Hermann Cohen en tan poco tiempo.

No sabemos a través de quién, conoció a un sacerdote, llamado Legrand, quien lo acogió benévolamente y, poco a poco, le fue instruyendo mediante una sólida formación cristiana, llena de vida y calor. Como hombre culto, Hermann Cohen necesitó poco tiempo para aprender cuanto era necesario y, pronto, quedó fijado el día del bautismo para el 28 de agosto, día en que la Iglesia celebra la fiesta de San Agustín, en la capilla de Nuestra Señora de Sión, una capilla que le traía muy buenas sensaciones a Hermann, porque allí recibió el bautismo el Padre Alfonso Marie Ratisbonne, al igual que él, de raza hebrea. Al recibir las aguas del bautismo, tomó el nombre de Agustín María Enrique. Él mismo dice, hablando de los íntimos sentimientos que experimentó al recibir el bautismo: “...de pronto, mi cuerpo se estremeció y sentí una conmoción tan viva, tan fuerte, que no sabría compararla mejor que al choque de una máquina eléctrica. Los ojos de mi cuerpo se cerraron al mismo tiempo que los del alma se abrían a una luz sobrenatural y divina Me encontré como sumido en un éxtasis de amor....”
Una vez bautizado, se empeñó, sobre todo, en atraer a los judíos al catolicismo. Por consejo de varios de sus nuevos amigos, expresó este deseo a Monseñor De la Bouillerie, Vicario de París. Éste le aconsejó dejar estas intenciones por el momento, y dedicarse por entero a su formación cristiana. El día 3 de diciembre de 1847, Monseñor Affre, arzobispo de París, le administró el sacramento de la Confirmación. Igualmente, y por consejo de Monseñor de la Bouillerie, Cohen se dedicó a saldar sus numerosas deudas de juego, que eran importantes y “de honor”, si hemos de hacer caso al dicho público. Hermann Cohen las pagó a fuerza de conciertos y, tras vencer diversas dificultades, pudo, por fin, cumplir su anhelo de ingresar en el Carmelo.

Mientras tanto, y antes de su profesión como carmelita, Cohen se sentía especialmente atraído por los templos en los que se exponía el Santísimo Sacramento. Un día, entró en la iglesia del convento de las Carmelitas y se puso a adorar a Nuestro Señor manifiesto en la custodia, sin darse cuenta del paso de las horas y sin apercibirse de que llegaba la noche. Era noviembre. Una Hermana dio la señal de cerrar la iglesia. Fue necesario un segundo aviso. Entonces, Hermann dijo a la religiosa: “Saldré de aquí cuando lo hagan aquellas personas que están al fondo de la capilla”. “No saldrán en toda la noche”, respondió la Hermana. Cohen protestó, porque quería quedarse también, pero ante la inflexible respuesta de la Hermana, tuvo que salir. Este episodio dejó una semilla en el corazón de Hermann Cohen. Al salir de la iglesia, se dirigió inmediatamente a casa de Mons. de la Bouillerie: “Acaban de hacerme salir de una iglesia, exclamó, en la que unas cuantas mujeres estarán toda la noche ante el Santísimo Sacramento...” Monseñor De la Bouillerie respondió: “Bien, encuéntreme Vd. hombres y le autorizaré a imitar a esas buenas mujeres, cuya suerte ante Nuestro Señor envidia Vd.”
Hermann, feliz con la respuesta de su confesor, se puso inmediatamente en busca de hombres de fe, deseosos, como él, de agradecer a Cristo Eucaristía todos sus beneficios, entregándole amor por amor.

Uno de los primeros inscritos fue el conde Raimundo de Cuers, capitán de fragata y gran amigo de Cohen, quien más tarde, se unió a Pedro Julián Eymard en la fundación de la Sociedad del Santísimo Sacramento (Padres Sacramentinos). Fueron en total diecinueve hombres quienes se reunieron en torno a Monseñor De la Bouillerie el 22 de noviembre de 1848 en la vivienda de Hermann Cohen, en la calle Universidad. Monseñor De la Bouillerie presidió aquella primera reunión, un trozo de cuya acta es el siguiente: "... con la intención de fundar una asociación que tendrá por objeto la Exposición y Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento, y la reparación de los ultrajes de que es objeto....”
La primera noche de Adoración se celebró el 6 de diciembre de 1848. Esta Vigilia, y otras más, se celebraron en el Santuario de Nuestra Señora de las Victorias, de París. En esta iglesia, una lápida de mármol perpetúa el recuerdo de esta fundación. A partir de este momento, la Adoración Nocturna se expandió rápidamente por las parroquias de París y de otras ciudades francesas. Herman Cohen exigía a los asociados disciplina reglamentaria estricta, sin concesiones a la conveniencia o a la pereza de los adoradores. Esta es una norma que debiera siempre tenerse en cuenta: lo cómodo y fácil degenera hasta hacer perder la esencia del espíritu de la Adoración Nocturna.

El día 6 de octubre de 1849, Hermann Cohen ingresó en el Carmelo, donde tomó el nombre de Agustín María del Santísimo Sacramento. Un año después, el 7 de octubre de 1850, hizo su profesión religiosa. A partir de entonces, dedicó su vida a la expansión de la Adoración Nocturna, a difundir la devoción al Santísimo Sacramento y a la fundación de conventos del Carmelo. Mantuvo frecuente contacto con el Santo Cura de Ars y con el padre Pedro Julián Eymard,. Aunque en su vida de músico compuso algo, es cierto que, al retirarse tan joven, no quedó casi nada. En cambio, sí que compuso, posteriormente, algunas obras religiosas, de las que se conocen las tituladas “Gloria a María”, “Amor a Jesús”, “Flores del Carmelo” y “El Tabor”. El más hermoso, a juicio de los críticos musicales, era “Amor a Jesús”. “Gloria a María” fue compuesto casi inmediatamente después de su conversión.

El padre Cohen no predicó ningún sermón sin hablar del misterio inefable de la Eucaristía, a lo que se había comprometido con un voto especial, al que fue siempre fiel, así como de la Virgen María, por la que sentía una profunda devoción.

Más tarde, en 1862, el arzobispo y cardenal de Westminster, Nicolás Wiseman, consiguió del Papa Pío IX que el padre Cohen fuese enviado a Londres para fundar allí un Carmelo. Antes de marchar, el padre Cohen fue recibido por el Papa, quien le dijo: “Le bendigo, hijo mío y le envío a Inglaterra para convertirla, como en el siglo VI uno de mis predecesores bendijo y envió al monje Agustín, el primer Apóstol de dicho país.” Pobre, tal como había ingresado en religión, Hermann Cohen, se marchó a Londres. Marchaba de viaje con sólo 160 francos. Pronto, se divulgó su visita, ya que, en aquella ciudad donde, años atrás, había dado conciertos en los salones más aristocráticos, todavía se guardaban recuerdos de su anterior estancia.

El 15 de octubre, fiesta de Santa Teresa de Jesús, el Carmelo nacía en Londres en una casita cedida por las religiosas de la Asunción. El padre Hermann aprovechó su estancia en Inglaterra para visitar a un numeroso grupo de compatriotas alemanes que vivían en Brighton; todos eran protestantes y se comunicaban poco con el resto de la población. Cohen fue a visitarlos, les predicó y consiguió una numerosa conversión, de modo que el padre Hermann, en broma, solía llamar a Brighton su pequeña diócesis.

El 6 de agosto, día en que se cumplía un año de la llegada de Cohen a Londres, la Adoración Nocturna Inglesa celebró su primera vigilia en la capilla del Carmelo de Kesington. En poco tiempo, la Adoración Nocturna se extendió por gran parte de las islas.

Más tarde, con otros compañeros, consiguió que ocho condenados a muerte, un español y siete filipinos, se convirtieran y murieran en la fe católica, ante la sorpresa e incredulidad de sus carceleros y de la de más de treinta mil personas que acudieron, como a un espectáculo, al suplicio.

Habiendo dejado fundado el Carmelo en Inglaterra, así como siete Secciones de Adoración Nocturna, Cohen abandonó Londres el 27 de mayo de 1865 y regresó al Continente, donde predicó en Rennes, Berlin, Dijon, Lion, ... Volvió a Londres en 1866. Aún perteneciendo en aquellos años al convento de Londres, el padre Hermann vivió entregado a sus viajes apostólicos, y, así, le vemos de nuevo en Ruan, Rennes, París, Prusia, Londres, Irlanda, Paray-le-Monial, Roma. Geuzot, Rodez, Valencia de Francia, Montélimart, etc.

Tras la intensa predicación y los continuos viajes se retiró al Desierto de Tarasteix, en mayo de 1868. En este punto, habría que añadir una pequeña explicación de cuanto significa un “desierto” en el Carmelo. Los Carmelitas Descalzos se dividen en tres ramas: los que están en misiones extranjeras; quienes están en conventos de la Orden en misiones de vida activa y contemplativa y, en fin, aquellos que, alejados del mundo, viven, exclusivamente, la vida contemplativa en su forma eremítica. Podría decirse que éstos últimos constituyen la esencia misma del Carmelo, tal como fue concebido por sus primeros fundadores, san Elías y san Eliseo, hacia 870 a.C.

En mayo de 1870 el padre Cohen salió del Desierto al ser nombrado Definidor y Maestro de Novicios. Desde ese momento, desarrolló una actividad desbordante en la predicación, en la dirección de almas, en la fundación de conventos del Carmelo y en la expansión de la Adoración Nocturna. El padre Hermann tan sólo vivió para amar y hacer amar la Eucaristía, a Jesús-Hostia, como se complacía en decir. Desde el día en que la gracia divina iluminó su alma haciéndole captar sensiblemente la presencia real de Jesucristo en el sacramento del Altar, no cesó de amar y de predicar a Cristo en la Eucaristía y a su Santa Madre.

Evidentemente, Hermann Cohen estaba dotado de numerosas y grandes virtudes, pero no como caídas del Cielo, sino practicadas día a día con total hondura: oración, humildad, obediencia, sencillez, prudencia, abnegación, austeridad, y un absoluto sometimiento a la voluntad de Dios en todo y por todo, manifestada por sus superiores.

El 19 de julio de 1870, estalló la guerra entre Francia y Prusia. Después de una serie de derrotas del ejército francés, Napoleón III, sitiado en Sedan, rindió las armas a los prusianos. El 4 de septiembre se proclamó la III República, que dio lugar a una importante secuela de crisis políticas y sociales muy profundas. El nuevo gobierno expulsó de su territorio a los residentes prusianos en suelo francés, y el padre Hermann se vio obligado a salir de Francia, instalándose en Montreux, Suiza.

En estas circunstancias, el obispo de Ginebra, Monseñor Mermillod, le mandó llamar para pedirle se encargase de los cuidados de los prisioneros franceses internados en Prusia. El padre Hermann aceptó y el 24 de noviembre, al salir de Montreux, pronunciaba estas proféticas palabras: “Alemania será mi tumba”.
Al llegar a Berlín, el padre Cohen consiguió que se le nombrase capellán de Spandau, en donde se hacinaban 5.300 prisioneros franceses, mal tratados y sumidos en la miseria. Les habló de Francia, les animó a ofrecer las penalidades a Dios por la salvación de su patria, les habló de la salvación del alma, de la necesidad de reconciliarse con Dios, les dijo que había llegado hasta ellos para ayudarles en sus necesidades. El frío era intenso y el padre Hermann sufrió mucho con él. Entregado a su apostolado de consuelo, el padre Hermann no conocía el descanso: predicaba, confesaba, repartía ropas y alimentos, visitaba a los enfermos, sobre todo, a los internados en lazaretos atacados por la viruela. No tenía ni un momento para él.

En estas condiciones, con tanto trabajo en condiciones insalubres, no dando reposo a su cuerpo, el padre Hermann contrajo la viruela. Él mismo se lo confesó al padre capuchino Enrique de la Billerie el día 13 de enero: “Querido padre, he cogido las viruelas y tengo necesidad de usted”. Le pidió que le reemplazara porque no quería que se dejara de continuar haciendo el bien a los prisioneros. El día 15 de enero, ante el avance de la enfermedad, el párroco de Spandau le administró en sacramento de la extremaunción. El Padre recitó en voz alta, a pesar de sus dolores, el Te Deum, el Magnificat, el De profundis, y la Salve Regina. Luego, permaneció absorto, con los ojos constantemente dirigidos hacia la iglesia, como si quisiera unirse aún más a Jesús-Eucaristía. Pidió luego que, si moría, lo enterrasen en la iglesia de Santa Eduvigis. El día 19 confesó y comulgó por última vez, permaneciendo largo tiempo absorto en acción de gracias.

A las once de la noche, los que le cuidaban le pidieron que les bendijera: “Con mucho gusto, hijos”, les respondió. Y quiso incorporarse en la cama para cumplir aquella sagrada acción con más dignidad. Extendió los brazos y pronunció lenta y majestuosamente las palabras de la bendición. Se dejó caer en la cama, extenuado por el esfuerzo, murmurando: “Y ahora, Dios mío, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Fueron sus últimas palabras.

A la mañana siguiente, día 20 de enero de 1871, hacia las diez, hizo un pequeño movimiento y, algunos minutos después, el padre Hermann dejó de existir. Se había dormido dulce y santamente en los brazos del Dios por el que su corazón no había dejado de latir desde el feliz instante en que lo conoció.

Conforme a sus deseos, fue enterrado en la iglesia de Santa Eduvigis, en Berlín, donde todavía reposan sus restos.

ANTHONY DANIELS

Por ANTHONY DANIELS  |  The Miami Herald

¿Por qué es Pinochet, lejos, el más odiado (al menos por los
intelectuales) de todos los dictadores de la segunda mitad del siglo
XX?

¿Por qué él solo ha sufrido la humillante suerte de ser arrestado y
detenido en un país extranjero a pedido de otro país extranjero?

Después de todo, en el bestiario del siglo pasado fue una criatura
menor e insignificante, incluso si (lo que es poco probable) él fuera
responsable de cada crueldad cometida en Chile mientras fue
presidente. Cuando Sudáfrica, recientemente, se rehusó a extraditar al
ex gobernante etíope Mengistu (Haile Mariam) a su país natal, no hubo
ni asomos de protesta, aunque todos los crímenes de Pinochet habrían
cabido en una tarde del reinado de Mengistu, y las torturas
presuntamente practicadas en Chile fueron meros procedimientos
terapéuticos en comparación con lo que se hizo en Etiopía.

Incluso, entre los dictadores militares latinoamericanos conservadores
Pinochet no fue el peor. De cada intelectual liberal al que le sale
espuma de la boca con sólo mencionar su nombre, ¿cuántos son los que
han oído hablar de Lucas García de Guatemala, por ejemplo? Y los
generales de la junta argentina, cuyo récord ciertamente fue
infinitamente más oscuro que el de Pinochet, no son odiados -excepto
en Argentina- con el mismo rencor. ¿Por qué no?

Existe una explicación obvia: Pinochet fue el único de los dictadores
que fue increíblemente exitoso.

Se encontró con un país económicamente desastroso y lo dejó como un
faro cuya luz brilló mucho más allá de América Latina. Atrajo a
quienes querían aprender del éxito de todas partes del mundo. Chile
fue más próspero de lo que había sido en toda su existencia previa.

Lo que es aún peor es que Pinochet efectuó este cambio siguiendo
políticas contrarias a las que los intelectuales liberales habían
apoyado durante décadas, y por las que se arrogaban a sí mismos roles
de importancia primordial.

Él demostró, con el éxito de su país, la falacia de que el
imperialismo impedía el desarrollo de los países del Tercer Mundo: que
sus esposas eran en gran medida auto forjadas y que lo mejor que
podían hacer los gobiernos de esos países por su bienestar económico
era no estorbar.

Un general de Ejército -del tipo al que habitualmente se describe como
un gorila (muy distinto de la muy admirada guerrilla)- había logrado
en unos pocos años lo que una gran cantidad de intelectuales liberales
no habían sido capaces de conseguir en ninguna parte del mundo en
períodos mucho más largos.

Esta fue una herida terrible para la autoestima de los intelectuales
liberales. Si ya no eran necesarios para comités de solidaridad del
Tercer Mundo ¿para qué servían?

Eso es algo que la izquierda internacional nunca le perdonó. No los
presuntos crímenes: el éxito.

Ciertamente, el régimen de Pinochet no sólo había demostrado que ese
tipo de intelectual no tenía ningún papel providencial en la salvación
de los países del Tercer Mundo -como esperaron serlo mientras Salvador
Allende gobernó desastrosamente Chile-, sino que representaban un
obstáculo que debía ser superado en el camino hacia el desarrollo
económico.

De modo que Pinochet significaba un reproche existencial para ellos.

Si su régimen se hubiera limitado a torturar y a "hacer desaparecer" a
sus opositores mientras el país caía de una crisis económica en otra,
Pinochet habría sido objeto de un suave reproche teórico, pero no del
ataque estridente y emocional que termina con demostraciones frente a
embajadas.

Fueron sus logros, y no sus fallas, los que fueron tan odiados.

Nada de esto se aplica, naturalmente, a los chilenos que odian a
Pinochet porque un pariente, amigo o conocido fue torturado o
desapareció durante su gobierno.

Ciertamente, no se necesita mucha imaginación para darse cuenta por
qué ellos lo odian.

Pero si uno lee literatura izquierdista sobre Chile (ningún placer
desde el punto de vista literario), jamás verá una admisión de que la
izquierda haya tenido culpa alguna en la llegada al poder de Pinochet.

Nunca se admite que Allende llamó abiertamente a sus partidarios, por
cadena nacional de televisión, a ganar la inminente guerra civil
asesinando a todos sus detractores, y siguió una ideología que para
ese entonces no sólo había suprimido la libertad y la prosperidad para
una tercera parte de la superficie del globo, sino que había matado a
millones de personas, o cuyas tácticas (empleando medios
constitucionales para lograr fines inconstitucionales) se semejaban
peligrosamente a las de Adolf Hitler.

Compatriotas y Amigos

Tenemos amigos y camaradas presos por salvar a CHILE. Contribuye a
difundir esta verdad e impedir su tergiversacion de mala fe. Que no
sintamos verguenza el día de mañana de haber callado la VERDAD a
nuestros hijos.

El comunismo criollo trabajó en información militar en favor de Perú
en el tiempo de Velasco Alvarado favoreciendo una aventura militar en
contra de Chile con traída de tropas cubanas de Angola a Perú y
asesoría militar variada de paises de la órbita comunista. Así como
mas tarde, trabajaron para Argentina y URSS. tratando de sacar la
hegemonía de  USA y Reino Unido del Atlántico SUR. Y de paso
entregaban gran parte de Chile a los países vecinos.

¿Que habría sido de Chile en toda esta situación sin el Gobierno
Militar ?

Chile es lo que es gracias al Gobierno Militar y su progreso y
prestigio económico y camino constitucional a  miembros de La Junta
Militar de Gobierno, los civiles que colaboraron entre otros muchos
don Jorge Alessandri Rodriguez, don Julio Philippi, don Enrique
Ortúzar Escobar, don Pedro Ibañez Ojeda, don Hugo Rosende, etc.

No se entregaron mas sitios marcados con cal por límite y sifón de
agua con suerte cada tres cuadras. Se empezó a entregar casas de
verdad, con piso y techo firme no de fonolas.

Todo lo que se progresó, no fué un milagro, fue un  esfuerzo
gigantesco y requeriría mucho tiempo explayarse sobre parte
importante, que poco sabe la juventud de todo éso, y como insiste la
izquierda con sus mentiras y tanto silencio nuestro.

Ya es hora que sin odio y buscando el buen sentido de la gente buena
de este país se vaya diciendo LA VERDAD con la serenidad del que tiene
la razón.

Un abrazo y que Dios nos ayude.

PEQUEÑO CATECISMO SOBRE EL SEDEVACANTISMO

PEQUEÑO CATECISMO SOBRE EL SEDEVACANTISMO.
PEQUEÑO CATECISMO SOBRE EL SEDEVACANTISMO
por Dominicus
Una primera edición de este pequeño catecismo apareció en Le Sel de la terre 36. Esta segunda edición, revisada y notablemente aumentada, tiene en cuenta los debates y las objeciones suscitadas por la primera edición.
Le Sel de la terre.
Introducción: entre Escila y Caribdis
En el estrecho de Mesina, entre Sicilia e Italia, hay dos arrecifes formidables: Caribdis y Escila. Para atravesarlos, hay que evitar ambos escollos. Muchos navegantes imprudentes o inhábiles, queriendo evitar uno, naufragaban el otro: cayeron entre Escila y Caribdis.
Actualmente, ante la crisis en la Iglesia, hay dos errores a evitar: el modernismo (que poco a poco nos hace perder la fe) y el sedevacantismo (que tiende hacia el cisma). Si queremos permanecer católicos, hay que pasar entre la herejía y el cisma, entre Caribdis y Escila. [Nota del blog: los autores de este texto no pretenden poner al modernismo y al sedevacantismo en el mismo plano. El modernismo es una verdadera y propia herejía, mientras que el sedevacantismo plantea una hipótesis que es probable pero que tiende a desviar a las almas hacia el cisma]
En este “Pequeño catecismo”, estudiaremos uno de los dos arrecifes. Pero no hay que olvidar el otro. No se debe, con el pretexto de evitar los peligros del sedevacantismo, minimizar los peligros del modernismo transmitido por la iglesia conciliar.
La posición de Monseñor Lefebvre
La posición que vamos a exponer aquí es la de Monseñor Lefebvre y la que Avrillé siempre ha defendido.
He aquí un breve resumen:
1) Monseñor Lefebvre se planteó públicamente la cuestión:
"Nos encontramos verdaderamente frente a un dilema gravísimo, que creo no se planteó jamás en la Iglesia: que quien está sentado en la Sede de Pedro participe en cultos de falsos dioses; creo que esto no sucedió jamás en toda la historia de la Iglesia (Pascua de 1986). Si el Papa fuese apóstata, hereje o cismático, según la opinión probable de algunos teólogos (si fuese verdadera), el Papa no sería Papa y, por consiguiente, estaríamos en la situación de “Sede Vacante”. Esta es una opinión. No digo que no pueda tener algunos argumentos en su favor, alguna probabilidad (18-3-1977). No es imposible que esta hipótesis sea un día confirmada por la Iglesia. Pues cuenta con argumentos serios. Numerosas son en efecto las acciones de Paulo VI que, de haber sido realizadas por un Obispo o un teólogo, hace veinte años, hubieran sido condenadas como sospechosas de herejía, favorecedoras de herejía (24-2-1977).
2) Sin embargo, después de reflexionar, prefirió la solución contraria:
Pero yo no creo que esta sea la solución que debemos tomar, que debemos seguir. Por el momento, creo que sería un error seguir está hipótesis (18-3-1977). Pero esto no quiere decir que esté absolutamente cierto de tener razón en la posición que adopto. Asumo una actitud prudencial. Es en este orden que me ubico, más que en el orden puramente teológico, puramente teórico. Pienso que Dios nos pide no solamente tener las ideas claras desde el punto de vista teórico y teológico, sino también en la práctica, cuando las cosas son difíciles y delicadas desde todo punto de vista; obrar conforme a una cierta sabiduría, a una cierta prudencia que puede aparecer un poco en contradicción con ciertos principios, no ser de una lógica absoluta (5-10-1978). Mientras no tenga la evidencia de que el Papa no sea Papa, tengo la presunción por él. No digo que no haya argumentos que puedan poner una cierta duda. Pero es necesario tener la evidencia: no es suficiente una duda, incluso si es válida. Si el argumento es dudoso, no hay derecho a sacar conclusiones que tienen consecuencias enormes (16-1- 1979). La Fraternidad no acepta (esta) solución. Apoyada sobre la historia de la Iglesia y sobre la doctrina de los teólogos, piensa que el Papa puede favorecer la ruina de la Iglesia escogiendo y dejando actuar a malos colaboradores, firmando decretos que no comprometen su infalibilidad, a veces por voluntad propia, y que causan un daño considerable a la Iglesia. Nada es más peligroso para la Iglesia que los papas liberales, que están en una incoherencia continua (13-9-1982). En la práctica esto no tiene influencia sobre nuestra conducta, porque rechazamos firmemente todo aquello que va contra la fe, sin saber incluso quién es el culpable (5-10-78).

Preguntas y respuestas.
¿De qué hablamos?
—      ¿Qué es el sedevacantismo?
El sedevacantismo es la opinión de aquellos que piensan que los últimos papas, desde el concilio, no son verdaderos papas. En consecuencia, la sede de Pedro no está ocupada, lo que se expresa en latín por la fórmula « Sede vacante ».
—      ¿De dónde viene esta opinión?
Esta opinión es ocasionada por la gravísima crisis que se desarrolla en la Iglesia desde el último concilio, crisis que Monseñor Lefebvre llamaba justamente “la tercera guerra mundial”.
Esta crisis tiene por causa principal la falla de los pontífices romanos que enseñan o dejan propagar los más graves errores sobre las cuestiones del ecumenismo, la libertad religiosa, la colegialidad, etc.
Los sedevacantistas piensan que los verdaderos papas no podrían ser responsables de tal crisis, y por consecuencia consideran que ellos no son “verdaderos papas”.
—      ¿Podría explicar brevemente en qué consiste esta crisis en la Iglesia?
Lo haré citando al Padre Gleize:
Lo que más habla, son los discursos publicados regularmente en el Osservatore Romano y que reafirman sin cesar el principio de la libertad religiosa, de la laicidad de los Estados y del ecumenismo, principio que está en contradicción formal con la enseñanza constante y unánime del magisterio pontifical anterior al Vaticano II (…). Por el pasado, pudo suceder que los papas no hayan estado a la altura de su misión. Pudieron faltar una vez u otra a su papel de pastor, poniendo en peligro más o menos grave, más o menos directo, la unidad de la fe en la santa Iglesia. Pero esta actitud se explica por motivos de orden esencialmente moral. Ninguno de estos papas estuvo apegado al error por convicción intelectual. Todos ellos faltaron sin dar una adhesión forzosamente intelectual al error, y esto vino tanto por una falta de valor en medio de la persecución, como con Liberio, como de una cierta ingenuidad y de un exceso de conciliación, como con Honorius y Virgilio, así como una especie de intemperancia teológica como en Juan XXII. La actitud más grave de todas, la del papa Honorio, mereció la censura favens hæresim. No fue condenado como un hereje formal. (…) Pero respecto a estos casos aislados, la actitud constante de todos los papas desde el concilio Vaticano II presenta otro aspecto. La prédica cotidiana de los soberanos pontífices está constantemente manchada con los falsos principios de la libertad religiosa, del ecumenismo y de la colegialidad. Estos son errores graves, y son la consecuencia de esta “herejía del siglo XX”, retomando la frase de Madiran, la herejía del neo modernismo. Errores constantes y repetidos, de Juan XXIII y Paulo VI a Benedicto XVI, errores que no son consecuencia de una debilidad o de una ingenuidad pasajeras, sino que por el contrario, son la expresión de una adhesión de la inteligencia, la afirmación de una convicción reflexionada detenidamente. Es por eso que esta situación es sin precedentes[i].
— ¿Todos los sedevacantistas están de acuerdo entre ellos?
No, ni mucho menos. Dispersados, los sedevacantistas lo son al menos según seis líneas de separación:
–       Vacancia total / vacancia formal y permanencia material (tesis de « Cassiciacum »);
–       Aceptación de las consagraciones sin mandato apostólico / rechazo de esas consagraciones;
–       Ponen fuera de la Iglesia a todos aquellos que no son sedevacantistas / rechazo de esa posición;
–       Las leyes eclesiásticas conservan su fuerza imperativa / las leyes están privadas de fuerza ejecutoria;
–       Aceptación del principio de un cónclave fuera de la línea romana / rechazo de tal posibilidad;
–       La vacancia de la autoridad dura desde la muerte de Pio XII / desde Pacem in terris / desde la muerte de Juan XXIII / desde la proclamación de la libertad religiosa (7 de diciembre de 1965) [y nuestro sedevacantista olvidó otra teoría: desde que Paulo VI fue reemplazado por un impostor].
Esto nos da, salvo error, 160 posibilidades.
Pero lo que es común en todos los sedevacantistas, es que ellos piensan que no se debe rezar públicamente por el papa.
Los argumentos de los sedevacantistas
— ¿Sobre cuáles argumentos fundan sus teorías los sedevacantistas?
Ellos tienen argumentos a priori y argumentos a posteriori.
A priori, dicen ellos, el papa siendo hereje, no puede ser verdadero papa. Lo que puede probarse de manera teológica (un hereje no puede ser jefe de la Iglesia, o Juan Pablo II es hereje, por lo tanto…) o de manera jurídica (las leyes de la Iglesia invalidan la elección de un hereje, o el cardenal Wojtyla –o Ratzinger- era hereje al momento de la elección, por lo tanto…).
A priori, dicen también, el “papa” actual, habiendo sido consagrado obispo con el nuevo rito de consagración episcopal inventado por Paulo VI, no es obispo. O, para ser papa, hay que ser obispo de Roma. Por lo tanto…
A posteriori, dicen ellos finalmente, se constata que los actos llevados a cabo por los papas son malos o erróneos, siendo que debían estar cubiertos por la infabilidad. Por lo tanto estos papas no son verdaderos papas.
El argumento teológico de la herejía del papa
—      ¿No es verdad que un papa que se convierte en hereje pierde el pontificado?
San Roberto Belarmino dice que un papa que se haga hereje de manera formal y manifiesta perdería el pontificado. Para que eso se aplique a Juan Pablo II, se necesitaría que fuera hereje formal, es decir, rechazando conscientemente el magisterio de la Iglesia; y además que esta herejía formal sea manifiesta a los ojos de todos. Pero si los papas desde Paulo VI, y sobre todo Juan Pablo II[ii], hacen muy frecuentemente afirmaciones heréticas o que conducen a la herejía, no es fácil demostrar que ellos tienen conciencia de rechazar un dogma de la Iglesia. Mientras no haya una prueba cierta, es más prudente abstenerse de juzgar. Fue la manera de actuar de Monseñor Lefebvre.
—      Un católico que esté convencido que Juan Pablo II es hereje de manera formal y manifiesta, ¿debe entonces concluir que ya no es papa?
No, pues según la opinión “común” (Suárez), o la “más común” (Billuart), los teólogos piensan que incluso un papa hereje puede continuar ejerciendo el papado. Sería necesario, para que pierda su jurisdicción, una declaración de los obispos católicos (únicos jueces de la fe, fuera del papa, por voluntad divina) constatando la herejía del papa[iii]. “Según la opinión más común, Cristo, por una providencia particular, por el bien común y la tranquilidad de la Iglesia, continúa dando jurisdicción a un pontífice incluso manifiestamente hereje, hasta que sea declarado hereje manifiesto por la Iglesia” (Billuart, De Fide, diss. V, a. III, § 3, obj. 2).
En una materia tan grave, no es prudente ir en contra de la opinión común.
— Pero, ¿cómo un hereje, que ya no es miembro de la Iglesia, puede ser su jefe o su cabeza?
El Padre Garrigou-Lagrange, apoyándose en Billuart, explica en su tratado De Verbo Incarnato (p. 232) que un papa hereje, no siendo miembro de la Iglesia, puede continuar siendo la cabeza. En efecto, lo que es imposible en el caso de una cabeza física es posible (aunque anormal) para una cabeza moral secundaria. “La razón para ello es que –mientras que una cabeza física no puede ejercer influencia sobre los miembros sin recibir el influjo vital del alma-, una cabeza moral, como lo es el pontífice (romano), puede ejercer una jurisdicción sobre la Iglesia misma si él no recibe del alma de la Iglesia ninguna influencia de fe interna y de caridad”.
En resumen, el papa es constituido miembro de la Iglesia por su fe personal que él puede perder, pero es la cabeza de la Iglesia visible por la jurisdicción y el poder que pueden permanecer al mismo tiempo que una herejía.
El argumento canónico de la herejía del papa[iv]
—      ¿Y qué pensar de su argumento canónico?
Los sedevacantistas se apoyan sobre la constitución apostólica Cum ex apostolatus del papa Paulo IV (1555-1559). Pero buenos estudios han demostrado que esta constitución perdió su fuerza jurídica[v]. Lo que sigue siendo válido en esta constitución es su aspecto dogmático. Y, por consecuencia, no podemos hacerla decir nada más que lo que dice el argumento teológico examinado anteriormente.
—      Por lo tanto, el código en la edición de Gasparri (C.I.C. cum fontium an- notatione, Romæ) se refiere en nota a la constitución Cum ex apostolatus.

Estas notas del código en la edición de Gasparri mencionan las fuentes del código. ¡Pero esto no significa que todas sus fuentes están todavía en vigor! El código de 1917 dice en su canon 6 (5°) que las penas que no son mencionadas en el código son abrogadas. Ahora bien, la constitución Cum ex apostolatus era una ley penal, pues infligía la privación de un oficio eclesiástico, y las penas que preveía no son retomadas en el código.
Hay más: Incluso antes del nuevo código, san Pio X ya había abrogado la constitución de Paulo IV por su constitución Vacante sede apostólica del 25 de diciembre de 1904 (§ 29), que declara nula toda censura que pueda quitar la voz activa o pasiva a los cardenales del cónclave. Y el canon 160 del código declara que la elección del papa es regulada únicamente por esta constitución de San Pio X.
La constitución de Pio XII del 8 de diciembre de 1945, Vacantis apostolicæ sedis, que reemplazó la de san Pio X, retoma la misma disposición a este respecto:
“Ningún cardenal puede ser excluido de ninguna manera de la elección activa y pasiva del soberano pontífice, bajo ningún pretexto ni por causa de excomunión, de suspensión, de prohibición o por otro impedimento eclesiástico. Nos levantamos la suspensión de tales censuras solamente para este género de elección; en otras ocasiones deben conservar su vigor” (n°34).
El argumento de la nulidad de la consagración episcopal del papa[vi]
—Algunos sedevacantistas argumentan que el papa actual ha sido consagrado obispo con el nuevo rito inventado por Paulo VI, rito que consideran inválido; así, Benedicto XVI no sería obispo ni tampoco papa.
El nuevo rito de consagración episcopal proviene de una oración que se encuentra en la Tradición apostólica, una obra cuyo autor sería San Hipólito y dataría de principios del siglo 3. Incluso si esta atribución es probable, no es admitido por todos: algunos piensan que se trata de una “compilación anónima que contiene elementos de diferentes épocas”. En cuanto a san Hipólito, se piensa que fue antipapa durante algún tiempo antes de reconciliarse con el papa san Ponciano al momento de su martirio común (en 235). Es de la misma obra que proviene el canon 2 de la nueva misa.
Sin embargo, esta oración de consagración es retomada con algunas variantes en dos ritos orientales, el rito copto utilizado en Egipto, y el rito sirio occidental, usado especialmente con los maronitas. Esta oración fue adoptada por los reformadores posconciliares para manifestar la unidad entre las tradiciones de los tres grandes patriarcados: Roma, Alejandría, Antioquía.
Debido a esta proximidad con dos ritos católicos, no se puede afirmar que la oración de Paulo VI sea inválida.
—      ¿Es verdad que el nuevo rito de Paulo VI se parece al rito anglicano que fue declarado inválido por León XIII?
Es verdad que el rito de Paulo VI se parece al rito anglicano. Pero no al rito condenado por León XIII. Las iglesias anglicanas y episcopales introdujeron también una nueva oración consagratoria, tomada de san Hipólito, con el objetivo de tener un rito aceptable para los católicos, luego de la condenación de las ordenaciones anglicanas por León XIII.
Los argumentos a posteriori
—      ¿Los sedevacantistas no encuentran una confirmación de su opinión en los errores del concilio y la nocividad de las leyes litúrgicas y canónicas de la iglesia conciliar?
En efecto, los sedevacantistas piensan generalmente que la enseñanza del concilio debió haber sido cubierta por la infabilidad del magisterio ordinario universal (MOU), y como consecuencia, no debería contener error. Pero como hay errores, por ejemplo sobre la cuestión de la libertad religiosa, concluyen que Paulo VI dejó de ser papa en ese momento[vii].
En realidad, si aceptáramos este razonamiento, habría que decir que toda la Iglesia católica desapareció en ese momento, y que “las puertas del infierno prevalecieron contra ella”. Pues la enseñanza del magisterio ordinario universal es el de todos los obispos, de toda la Iglesia enseñante.
Es más simple pensar que la enseñanza del concilio y de la iglesia conciliar no está cubierto por la infabilidad del magisterio ordinario universal por las razones explicadas en el artículo sobre “la autoridad del concilio” aparecido en Le Sel de la terre 35 (invierno 2000-2001)
— ¿Podría resumir lo esencial de esta argumentación?
La razón principal por la cual la enseñanza conciliar sobre la libertad religiosa (por ejemplo) no está cubierta por el MOU, es que el magisterio conciliar no se presenta como enseñante de las verdades a creer o a sostener de manera firme y definitiva[viii]. La enseñanza conciliar no se presenta ya como “necesaria para la salvación” (es lógico, pues aquellos que la profesan piensan que uno puede salvarse incluso sin la fe católica).
No estando impuesta con autoridad, esta enseñanza no está cubierta por la infabilidad. Se puede decir la misma cosa de las leyes litúrgicas (la nueva misa; las nuevas canonizaciones…) y canónicas (el nuevo Derecho canónico…) promulgadas por los últimos papas: ellas no están cubiertas por la infabilidad, cuando normalmente deberían de estarlo[ix].
La tesis de Cassiciacum[x]
—      ¿Podría explicar lo que significa ser papa « materialiter»?
La principal dificultad del sedevacantismo, es el de explicar cómo la Iglesia puede continuar existiendo de manera visible (pues ella recibió de Nuestro Señor la promesa de durar hasta el fin del mundo), estando privada de jefe.
Los partidarios de la tesis llamada « de Cassiciacum » inventaron una solución sutil: el papa actual ha sido nombrado válidamente para ser papa, pero él no puede recibir la autoridad papal, pues hay en él un obstáculo (“la ausencia de intención habitual de procurar el bien de la Iglesia”). Él es papa materialiter, pero no formaliter.
—      ¿Podría detallar la argumentación de esta « tesis »?
He aquí la argumentación resumida por un sacerdote que la profesa:
–       El punto de partida es una inducción: el conjunto de los actos de Paulo VI (pues en ese entonces era el que residía en Roma)  contribuyen a la destrucción de la religión católica y su sustitución por la religión del hombre bajo una forma de protestantismo encubierto. De allí viene la certeza que Paulo VI no tiene la intención habitual de procurar el bien / fin de la Iglesia, que es Jesucristo plenum gratiæ et veritatis.
–       La intención habitual de procurar el bien de la Iglesia es condición necesaria (la última disposición) para que un sujeto elegido papa reciba la comunicación de la autoridad pontifical que lo hace ser con Jesucristo, y tomar el papel de su Vicario en la tierra.
–       En consecuencia, Paulo VI está desprovisto de toda autoridad pontifical; él no es papa formaliter; él no es Vicario de Jesucristo. En una palabra, él no es papa[xi].
–        Para ello es necesario afirmar que si Paulo VI no es papa formaliter, él sigue siendo, sin embargo, materialiter, como simple sujeto elegido, sentado sobre la Sede pontifical, ni papa ni antipapa.
—      ¿Esta solución resuelve las dificultades del sedevacantismo « puro »?
No resuelve la principal dificultad del sedevacantismo: ¿Cómo puede la Iglesia continuar siendo visible? Para algunos partidarios de la “tesis”, ya no hay más jerarquía en absoluto (“los nombramientos de los cardenales y obispos son actos de la jurisdicción pontifical, la cual está precisamente ausente y nada puede reemplazarla”). Para otros, el papa materialiter tendría el poder (¿cómo?) de constituir una jerarquía materialiter. Pero tal jerarquía, privada de su “forma”, no es la jerarquía visible de la Iglesia (así como la jerarquía ortodoxa no es la jerarquía de la Iglesia).
Además, esta teoría suscita nuevas dificultades –al menos para aquellos que dicen que el papa materialiter tendría el poder de constituir una jerarquía materialiter- pues ella supone que el papa materialiter, desprovisto de autoridad, tuviera al menos suficiente autoridad para cambiar las leyes de la elección del papa.
—      ¿Qué piensa usted de los argumentos sobre los cuales se apoya esta solución?
Esta solución no está fundada en la Tradición. Los teólogos (Cayetano, San Roberto Belarmino, Juan de Santo Tomás, etc.) han examinado la posibilidad de un papa hereje, pero ninguno, antes del concilio, hubiera imaginado esta teoría de “la ausencia de intención habitual de procurar el bien de la Iglesia” que formaría un “obex” (impedimento) para recibir “el ser con Cristo”, forma del papado.
Ella juega con una ambigüedad de la palabra “intención”. Los partidarios de la tesis reconocen que la intención debe estar en la persona del papa (“esta intención es la última disposición del sujeto para recibir la comunicación de la autoridad pontifical”), pero al mismo tiempo, ellos afirman que no se trata de la intención personal del papa. Nosotros podemos estar de acuerdo con ellos cuando dicen que los papas recientes perjudican el bien común de la Iglesia –y eso es precisamente lo que funda el estado de necesidad[xii], pero falta probar que esa es verdaderamente la intención personal de los papas, y enseguida que tal intención los priva de la autoridad.
La cuestión del “una cum[xiii]
—      ¿No tienen razón los sedevacantistas de negarse a nombrar al papa en la misa para manifestar que no están en comunión (“una cum”) con un hereje (al menos material) y sus herejías?
La expresión « una cum » en el canon de la misa no significa que uno se diga “en comunión” con la persona del papa y sus ideas erróneas, sino que se pide por la Iglesia “y por” el papa.
Para asegurarse, además de los sabios estudios realizados sobre la materia, es suficiente leer la rúbrica del misal para el caso de que un obispo celebre la misa. En efecto, en este caso, el obispo debe orar por la Iglesia “una cum (…) me indigno servo tuo”, lo que no quiere decir que él pida “en unión conmigo mismo, vuestro indigno servidor” (lo que no tiene sentido), sino que pide “y por mí, vuestro indigno servidor”.
—      ¿Qué piensa santo Tomás de Aquino sobre esto?
Santo Tomás de Aquino, en la Suma Teológica, cuando comenta las oraciones de la misa (III, q. 83, a. 4, corpus), equipara el “una cum” con la expresión “et pro”:
Luego el sacerdote conmemora en silencio [es el principio del Canon], primero por quien el sacrificio es ofrecido, es decir (es ofrecido) por la Iglesia Universal y por « aquellos que están constituidos en dignidad” [se trate del papa, del obispo, del rey]; luego especialmente por los que ofrecen o por quien este sacrificio se ofrece [es el memento de vivos].
—      ¿Pero no dice Santo Tomás de Aquino que, en el canon, no se debe orar por los herejes?
Santo Tomás no prohíbe orar por los herejes, sino que constata simplemente que, en las oraciones del canon de la misa, se pide por aquellos cuya fe es conocida por el Señor y ha probado su apego (quorum tibi fides cognita est et nota devotio) (III q. 79, a. 7, ad 2). En efecto, dice él, para que este sacrificio obtenga su efecto (effectum habet), es necesario que aquéllos por los que se pide estén “unidos a la pasión de Cristo por la fe y la caridad”. Pero no prohíbe por lo tanto pedir por una persona no católica. Esta oración no tendrá la misma eficacia que la oración para un católico, y no está previsto en el canon.
Lo que podemos sacar de esta afirmación de Santo Tomás de Aquino, es que si el papa es hereje (lo que falta por probar), la oración por él no tiene el efecto previsto, « non habet effectum ».
Conclusión
—      ¿Qué reflexión final sacar de estas discusiones?
No conviene declarar que « el papa ya no es papa » (material o formalmente) en nombre de una “opinión teológica”. Respecto a esto, lean un interesante artículo del Padre Hurtaud, aparecido en la Revista Tomista[xiv]. El autor muestra que Savonarola pensaba que Alejandro VI había sido elegido de manera simoníaca y que, por esta razón, ya no era papa. Sin embargo, como la invalidez de una elección simoníaca no era más que una opinión, Savonarola pidió que se convocara un concilio donde él aportaría la prueba de que Alejandro VI ya no tenía la fe católica, y de esta manera se hubiera constatado que Alejandro VI había perdido la jurisdicción suprema.
—      En conclusión, ¿qué se debe pensar del sedevacantismo?
Es una posición que no ha sido probada al nivel especulativo, y es una imprudencia sostenerla en el plan práctico (imprudencia que puede tener consecuencias muy graves, pensamos notablemente en aquellos que se privan de los sacramentos bajo pretexto que no encuentran un sacerdote que tenga la misma “opinión” que ellos) Es por eso que Monseñor Lefebvre jamás quiso comprometerse en este camino, e incluso prohibió a los sacerdotes de su Fraternidad el profesar el sedevacantismo. Debemos tener confianza de su prudencia y en su sentido teológico.




[i] — Padre GLEIZE, Vu de Haut 14 (2008), p. 95-96.
[ii] — El Profesor Johannes Dörmann trató de demostrar, en cuatro volúmenes bastante detallados, que el papa Juan Pablo II profesaba la creencia de la redención universal. Las recensiones de estas obras aparecieron en Le sel de la terre 5, 16, 33 y 46. Una traducción comentada de la tercera obra fue publicada en Le Sel de la terre 49, 50, 51 y 52. –En cuanto al papa actual, varios estudios han demostrado que sus escritos contienen errores graves (ver especialmente los artículo de Monseñor Tissier de Mallerais “El misterio de la redención según Benedicto XVI”, Le sel de la terre 67, pág. 22; y “La foi au péril de la raison”, Le Sel de la terre 69, pág. 10; estos dos artículos fueron reunidos en el volumen La extraña teología de Benedicto XVI. Incluso los no católicos se plantean la cuestión de la fe del papa actual. Ver por ejemplo: Matthew VOGAN, « Does the Pope believe in the Resurrection? » en el periódico de la iglesia presbiteriana libre de Escocia, The Free Presbyterian Magazine de septiembre 2010.
[iii] — El libro de Arnaldo Xavier da Silveira, La Nueva Misa de Paulo VI: ¿qué pensar de ella? frecuentemente considerada como la referencia sobre la cuestión del “papa hereje”, presenta de manera imperfecta, en nuestra opinión, la opinión de estos teólogos (Savonarola, Cayetano, Cano, los Carmes de Salamanque, Juan de Santo Tomás, Suárez, Billuart, Jounet etc.) Journet dice que los análisis de Cayetano y de Juan de Santo Tomás sobre este punto son más penetrantes que las de san Roberto Belarmino. La cuestión sería tomarla integralmente.
[iv] — Para más detalles sobre esta cuestión, ver el artículo del padre Albert O.P. en Le Sel de la terre 33 (verano de 2000), pág., 67-68.
[v] — Incluso los sacerdotes sedevacantistas lo reconocen: «No se puede utilizar la bula del Paulo IV para probar que, actualmente, la Sede Apostólica se encuentra vacante, sino solamente para probar la posibilidad de que pueda suceder…” (Padre RICOSSA, Sodalitium 36, mayo-junio de 1994, pág. 57-58, nota 1)
[vi] — Para más detalles sobre esta cuestión, ver el estudio ¿Son ellos obispos? Aparecido en las Editions du Sel, o en el artículo de Le Sel de la terre 54, pág. 72-129.
[vii] — Argumentación del Padre B : 1. El Magisterio universal del Pontífice romano, solo o con los obispos unidos a él en concilio, es infalible. 2. Paulo VI, solo y en concilio, ejerció según todas las apariencias tal magisterio; Juan Pablo II, que continuó su obra, igualmente. 3. Según todas las apariencias, su enseñanza es infalible. 4. Una contradicción existe entre el contenido de lo que ellos enseñan o prescriben para la Iglesia universal, y la doctrina definida anteriormente de una manera irreformable. 5. Siendo que la proposición 1 es de fe, la conclusión se impone: la enseñanza del Vaticano II promulgada y aplicada por Paulo VI y confirmada por Juan Pablo II no es la enseñanza de la Iglesia, y ni Paulo VI ni Juan Pablo II pueden ser reconocidos como papas.
[viii] — Esta carencia del magisterio conciliar, que le prohíbe enseñar de manera infalible, está largamente explicada en los artículos del Padre Calderón, publicados en Le Sel de la terre (nº 47, 55 y 60), y en el libro Autoridad y recepción del concilio Vaticano II, Actas del 4to Simposio de teología de París, París, 2006.
[ix] — Sobre estas cuestiones, véase el artículo del Padre CALDERON, Infabilidad de las canonizaciones y de las leyes universales, Le Sel de la terre 72, pág. 36.
[x] Para una más amplia discusión a este respecto, ver Le Sel de la terre 41, pág. 235-242.
[xi] — Sus actos están entonces desprovistos de toda autoridad, tanto magisterial como canónica; de pronto, vemos cómo no es imposible que los actos de Paulo VI sean contrarios a la fe católica e incompatibles con la autoridad pontifical, y que afirmarlo no es negar las prerrogativas de un papa, en particular su infabilidad y su jurisdicción universal e inmediata. –Sin embargo, esta prueba no dice nada de la persona de Paulo VI, pues la intención que se le niega no es su intención personal (finis operantis, que está fuera de causa) sino la intención objetiva que es habitualmente inmanente a sus actos (finis operis). Ella no permite afirmar que Paulo VI esté personalmente fuera de la Iglesia católica, por razón de pecado de herejía o de cisma. (Nota del defensor de la tesis).
[xii] — « Para que haya estado de necesidad, es necesario y es suficiente que el bien común de la fe católica no sea considerado por las autoridades mas que como el objeto de un simple apego personal. Esto es lo que vemos en el gobierno de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. El motu proprio Ecclesia Dei afflicta  (1988), luego el motu propio Summorum pontificum (2007) consideran el libre uso de la liturgia tradicional como una simple alternativa facultativa, a la cual se puede recurrir de manera extraordinaria, pero que no debe cuestionar la nueva liturgia, mucho menos las enseñanzas y reformas del Vaticano II. Esta herencia del Vaticano II y de la reforma litúrgica es la negación del bien común de la unidad eclasiástica”. (Padre GLEIZE, Vu de Haut 14 (2008), p. 101-102.
[xiii] — Para una más amplia discusión sobre este tema, ver Le Sel de la terre 37, p. 240-249.
[xiv] — Padre HURTAUD, « Lettres de Savonarole… », aparecido en la Revue Thomiste 1899, p. 631-674