miércoles, 30 de enero de 2013


Redes y esclavitud

 

 




              Quien diga que no le interesa el dinero es realmente un mentiroso. El dinero es necesario como un medio para sobrevivir y  para poder alcanzar ciertos logros y objetivos que uno se propone en la vida. El dinero siempre debe ser considerado como un medio y no un fin en sí mismo. Si nuestros fines en la vida son desviados del bien, el dinero pasa a ser un medio ilícito para el individuo, ya que fomenta  la perfidia de las mentes corrompidas.

            Primero Dios antes que los hombres, ese debiera ser el norte de cada católico que se precie como tal. No es posible que el creyente sacrifique su religión por algo tan sin valor como lo es el dinero. Pero ¿cómo podemos decir que el dinero no tiene valor? No lo tiene en el sentido que es un simple papel o moneda que en sí mismo no vale nada. Su valor subyace en cuanto a su representación. Y su representación viene determinada por un grupo selecto de personas en el mundo que maneja tanto las emisiones del papel como sus respectivos respaldos en oro. Si el mundo lograra ponerse de acuerdo en reemplazar el dinero por el trueque y algún otro tipo de metal como el cobre, podría el mundo seguir viviendo en perfectas condiciones sin causar un colapso económico mundial. Lo que ocurriría en términos prácticos es que el poder económico cambiaría de mano, y serían los sectores productivos de las clases medias y bajas los que adquirirían un mayor poder adquisitivo. Los que caerían verdaderamente serían los grandes conglomerados transnacionales y las bancas de los respectivos países, ellos sí que se empobrecerían, ya que su poder está basado en el emisión de papeles que en nada aportaban al verdadero crecimiento de  los países.

               Las famosas redes financieras, grupos de elite que manejan las bolsas y los bancos en el mundo son ellos los responsables de llevar al mundo hacia la esclavitud y a la servidumbre. Vociferan como medida propagandista para justificarse en el poder las famosas palabras de libertad y democracia. Cada vez que las escucho pienso que algo nuevo están planeando estas personas que en su gran mayoría pertenecen a la religión judía. En nombre de la libertad de arman tremendas guerras donde ganan sólo los que manejan la industria de las armas y los que administran los empréstitos a los distintos gobiernos para financiar esas armas. Todos pierden, menos los que pertenecen a las redes del poder. Ninguna medida se toma sin pensar primero en las ganancias. Ningún fin permanece incorruptible, todo se lo ensucia con las ganancias y beneficios de esos pocos que nos gobiernan. Un ejemplo de esto son todos los temas que tienen que ver con el medio ambiente y la preservación del planeta. Aquí se invierten millones de millones de dólares que tienen como ganancia real invertir bajas sumas de dinero en tierras y bonos de carbono para después venderlos caros a clientes que necesitan limpiar su imagen debido a que son grandes contaminadores del planeta como es el caso de las grandes empresas transnacionales.

          Otro ejemplo son las teletones para discapacitados y un sinfín de obras sociales “sin fines de lucro”. Aquí se manejan a diestra y siniestra inmensas sumas de dinero administradas por la banca, obteniendo intereses por la simple administración de estos recursos. Greenpeace es otro tipo de institución que cae bajo mismo supuesto. El ejército de Salvación, los Boys scout, Rotary y el Club de Leones aparecen bajo fines de carácter filantrópico, pero  son manejados por intereses económicos diferente a los fines que aparecen.

          La administración de los fondos de pensiones por parte de particulares, es otro ejemplo de como llevar a la gente hacia un camino a la pobreza y la miseria. Esos fondos están abiertos a la bolsa, perdiendo adrede dinero de los cotizantes. Producto de las bajas pensiones, las personas se ven obligadas a postergar sus jubilaciones hasta edades muy avanzadas. La idea es quedarse con sus fondos y que trabajen hasta el final de sus vidas. Desde las políticas públicas de los países se intentará cada año favorecer el acceso al trabajo de niños y mujeres, a fin de que las personas produzcan para el sistema a costa de su edad y de bajas remuneraciones. Todo tipo de regulación dentro de los estados liberales y socializantes va a estar dirigida a alienar al hombre a tal extremo, a fin de evitar que éste se recree sanamente y reflexione sobre las verdades necesarias en la vida que nos lleven hacia fines más nobles y menos espurios.

         Las Naciones Unidas, a través del Fondo Monetario Internacional y los demás tipos de financiamientos internacionales se encargaran de incrementar la deuda externa de los llamados países del tercer mundo a fin que nunca puedan lograr el desarrollo y el progreso para sus habitantes. Vendrán una serie de crisis económicas internacionales que obedecerán a distintas causas de supuestos “estados irresponsables”, pero que el fondo estarán amparadas por los mismos magos de las finanzas. Redes de redes, contubernios de camarillas con cuello y corbata, seguirán manteniendo al mundo en la servidumbre e incertidumbre de sus habitantes. Se seguirán promulgando leyes cada día más restrictivas para las sociedades “libres” a fin de que la libertad de los pueblos quede subordinada a poder fácticos que seguirán manteniéndose en el poder a través de grandes campañas propagandísticas que slogans publicitarios que hablen de paz, libertad, democracia y desarrollo. Pero en la práctica será todo lo contrario: habrá pobreza, restricción, convulsiones sociales y grandes miserias en muchos sectores de la población.

            Lo peor será cuando el mundo quiera reaccionar a todo lo que le viene. Será demasiado tarde, quedarán por aquí y por allá un grupo de parias perseguidos por las policías de los respectivos países donde habitan. Por lo general, el futuro tal como lo veo no será muy auspicioso si no se hacen las debidas correcciones al sistema de las oligarquías judaizantes que nos gobiernan. Ni fatalismo ni optimismo, sólo realismo a partir del análisis del momento en el cual nos toca vivir. A mi juicio, la tecnología ha pasado a constituirse en el Opio del Pueblo, que se ha abandonado a un sistema que lo gobierna a través de las imágenes. La abstracción y el análisis es parte del pasado filosófico de la sociedad Occidental que va frenéticamente en decadencia. Las patentes de los alimentos, el acaparamiento de los derechos de aguas además de la compra de terrenos vírgenes es una parte más de las aristas de las redes de redes financieras y políticas que conllevan como fin último un oculto propósito religioso.

           ¿Cuál fenómeno religioso?, la destrucción del hombre y todo lo que tenga que ver con Dios y la trascendencia. Se engañará al hombre haciéndoselo pensar que es más libre que nunca, se lo llevará por la nebulosa del pecado de Lucifer, la rebelión contra Dios, una vez que se haya logrado totalmente este objetivo, ya no habrá nada que los detenga a alcanzar el gobierno de toda la humanidad.

             Lamentablemente nos ha tocado ser títeres de mentes inescrupulosas, de personas ambiciosas que no les interesa sacrificar vidas e hipotecar el futuro de muchas generaciones.

martes, 22 de enero de 2013

La Araucanía


                                                             La Araucanía

 

Ante los graves atentados terroristas ocurridos recientemente en la Región de la Araucanía, parece que el Gobierno ha decidido actuar. La verdad es que hace muchos años que existe el terrorismo en esa región, sólo basta con consultarle a los agricultores de la zona, como por ejemplo al señor René Urban quien ha sufrido sobre cien atentados en sus fundos; constatar los asesinatos perpetrados recientemente del Sargento de Carabineros Hugo Albornoz y de los parceleros  Héctor Gallardo y Osvaldo Zapata; consultarle a las empresas forestales como Arauco y Mininco, que han sufrido innumerables ataques a su maquinaria, tala de árboles, incendios, etc.; a los transportistas quienes han perdido, en los últimos años, sobre 80 camiones a manos de los terroristas siendo amenazados con armas de fuego, sufriendo ataques a balazos en muchos casos y posteriormente viendo como son quemados sus camiones; también debemos mencionar el ataque a balazos a un Magistrado que realizaba su trabajo en el área y, por último, debemos agregar los innumerables ataques a carabineros con armas de fuego, etc.

 

Todo lo señalado el Gobierno lo había calificado como actos delictuales, seguramente para bajarle  el perfil a lo que estaba sucediendo y, sólo ahora,  luego del brutal asesinato del matrimonio Luchsinger Mackay, ha resuelto darle a estos hechos el calificativo de actos terroristas.

 

La indecisión del Gobierno y el temor que ha tenido y que sigue teniendo para pacificar la zona, de acuerdo a las normas que le otorga nuestro ordenamiento jurídico, creo se debe a que nuestras autoridades temen ser criticadas  por los parlamentarios marxistas y sus partidos, en especial el Partido Comunista, todos los cuales se han opuesto a la aplicación de la Ley Anti-Terrorista; temor a ser criticadas por las ONG de derechos humanos, tanto nacionales como extranjeras y por el Instituto Nacional de DDHH liderado por la abogado Lorena Fries. Sabemos que todos ellos son muy celosos en cautelar y defender los derechos civiles de los terroristas y guerrilleros y no así los  de sus víctimas. A este respecto, creo que sería importante conocer la composición y la filiación política de los integrantes de ese Instituto, el que también se ha opuesto a que se aplique la ley Anti - Terrorista y es un gran crítico del actuar de Carabineros; junto a lo anterior, conocer sus atribuciones, ya que, por lo visto, pareciera ser un organismo superior al Estado en lo que tiene relación con materias de carácter moral, de seguridad  y de orden público.

 

Por otra parte, es importante destacar y tener presente ante el problema que estamos enfrentando, que el pueblo mapuche se ha estado mezclando con europeos desde la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI; desde hace cinco siglos  ha contribuido en forma importante a forjar la Raza Chilena, es decir, esa raza nacida del capital aporte de España y el pueblo mapuche, más el aporte de los británicos, alemanes, croatas, italianos, franceses, irlandeses, griegos llegados a estas tierras, sin olvidar el  de los palestinos y libaneses procedentes del medio oriente, junto a otras razas en menor proporción. Es por lo señalado que nuestra raza tiene un fuerte componente mestizo, traspasando los mapuches, a través de este mestizaje, sus valores, cultura y cualidades, todo lo cual ha enriquecido a la Nación Chilena. Por todo lo anterior, ellos deben ser considerados como chilenos.

 

Ahora bien, a raíz del último atentado  el Gobierno ha iniciado una mesa de diálogo  con los representantes mapuches de la zona, tendiente a buscar una solución al supuesto conflicto. Al respecto, creo que ante la presión existente, la urgencia por encontrar una solución al problema y aislar a los terroristas, tanto  los parlamentarios como los representantes del gobierno que asisten, deben actuar sin apuro en este  largo y difícil camino que han iniciado, pensando muy bien lo que se va a proponer y comprometer y tener en su agenda ciertos puntos o criterios que estimo son indispensables  para llevar adelante las conversaciones, como por ejemplo:

 

-          La negativa  a formar un Estado Autónomo en nuestro territorio ya que Chile es       indivisible y unitario.

-          No negociar con los terroristas de la CAM y hacerlo sólo con los legítimos representantes de los mapuches.

-          No negociar con aquellos líderes que reciben dinero de organismos internacionales para apoyar las acciones terroristas.

-          El reconocer al Estado de Chile como ente superior al cual ellos deben obediencia y al que deben  someterse, tal como lo hacemos el resto de los chilenos.

-          Integrar al pueblo mapuche al resto del país y al desarrollo en lugar de segregarlo.

-          No transformar en mártires a los terroristas, como ya está empezando a ocurrir.

 

En la búsqueda de soluciones, los partidos marxistas y sus parlamentarios van a estar, seguramente, por apoyar la creación de un Estado Autónomo, que es lo que desean y han planteado las organizaciones más extremas, hecho que de concretarse le causaría un grave daño a nuestro país y lo debilitaría; es probable que en esta posición sean apoyados por otros parlamentarios  simpatizantes tanto de la Concertación como de la Alianza.

 

Junto a lo anterior, es muy importante establecer, en la investigación que se lleva a cabo por el asesinato del matrimonio Luchsinger Mackay, qué fuerzas políticas nacionales y extranjeras están apoyando a la guerrilla y el terrorismo y descubrir de qué países y organizaciones provienen los recursos o fondos destinados a ellos para atacar y dañar a Chile. Una vez obtenida la información darla a conocer al país y no ocultarla. Asimismo, creo que los violentistas extranjeros que colaboran con el terrorismo  una vez detenidos, deberían ser juzgados y encarcelados en lugar de expulsarlos del país, como ha sucedido hasta ahora.

 

Estimo, además, que en estas materias, tan delicadas, deben ser consultadas nuestras FFAA.; ellas tienen mucho que decir sobre este asunto y, creo que en las negociaciones de la mesa de diálogo deben estar presentes, además de las autoridades nacionales y representantes de las organizaciones mapuches,  los representantes de los agricultores, de los transportistas y de los empresarios de la zona, quienes han sido las víctimas del terrorismo.

 

Con todo, pienso que será muy difícil poner término a la violencia  a no ser que el Gobierno resuelva actuar con una real voluntad  para  acabar con la barbarie y hacer que impere el Estado de Derecho, para lo cual debe hacer uso de todas las herramientas que le otorga la Constitución y la ley y hacerlo sin complejos ni temor de ser criticado tanto dentro como fuera del país. Ha llegado el momento de poner término a este caos y desgobierno, antes de que sea demasiado tarde. La baja de las filas de Carabineros del cabo Walter Ramírez va en dirección opuesta a esto último y  será una excelente noticia para los terroristas  y una pésima noticia para los agricultores y los carabineros desplegados en la Araucanía. Al respecto, creo que lo que grafica en mejor forma la situación de desesperanza, de abandono e impotencia de los agricultores de la región está contenido en las declaraciones hechas por el señor Jorge Andrés Luchsinger, hijo del matrimonio asesinado, quien manifestó lo siguiente: “Para nosotros no espero nada. Ya nos mataron a los papás, nos quemaron la casa, ¿qué más van ha hacer?,  ¿matarme a mí?. Lo que sí tienen que hacer la autoridades,  es para el resto de los agricultores”.

 

En este contexto, estimo, además, que el Gobierno, en lugar de perseguir a los miembros de las FFAA y de Carabineros que salvaron a Chile de una guerra civil, de su destrucción y de una dictadura comunista, debería destinar ese esfuerzo y recursos en la lucha contra el terrorismo en la Araucanía y detener la agresión de que está siendo objeto nuestro país, tanto por  parte de organizaciones políticas internas como extranjeras. Un ejemplo claro sobre esto lo constituye el caso del Ministro Chadwick  y del Sub Secretario Ubilla,  con el Programa de DDHH del Ministerio del Interior y el gran número de abogados que lo componen quienes, en lugar de estar fabricando querellas contra los militares, deberían estar avocados a esta tarea. Este hecho constituye, a mi juicio, un grave error y una vergüenza pera la Alianza  y el Gobierno.

 

Por otra parte,  debemos señalar que durante el Gobierno Militar no existió el terrorismo ni la violencia en la Araucanía. Es más, el General don Augusto Pinochet fue nombrado en 1989, “Ulmen  Futa Lonco” lo que significa “Jefe Máximo, Conductor y Guía” por la Junta General de Loncos y Caciques de Nueva Imperial y de las treinta Comunas de la Región de la Araucanía, distinción que no ha sido otorgada, que yo sepa, a ningún otro Presidente de la Republica. El título se le concedió en reconocimiento por su preocupación por recuperar la dignidad del pueblo mapuche, por otorgarle beneficios sociales y entregarle tierras. Todo el problema comenzó durante el Gobierno del Presidente Patricio Aylwin, cuando se aprobó la Ley Indígena  y el asunto fue tomado por grupos políticos interesados en crear el caos y en debilitar  a nuestro país, por lo que estimo, en consecuencia, que su origen tiene, fundamentalmente, un fuerte componente ideológico- político.

 

Por último, creo que Chile se debe  desvincular de todos aquellos organismos internacionales ante los cuales  ha subordinado su soberanía, mediante los tratados firmados principalmente durante los Gobiernos de la Concertación, de manera que los chilenos podamos resolver nuestros problemas internos  y no dejarlos en manos de extranjeros de dudosa moral, filiación política o filosófica.

 

 

 

                                                                              Rafael González Rees

                                                                               Contraalmirante ( r )

domingo, 20 de enero de 2013

Gladiador


                A lo menos habré visto esta película unas 15 veces. Y cada vez que la veo aprendo algo nueva de ella. Máximo, el general que se volvió esclavo y el esclavo que se volvió  gladiador, nos muestra a un hombre lleno de principios que quiere volver al antiguo orden perdido.  La decadencia de Roma, su corrupción y la promesa a un antiguo amigo, el emperador Marco Aurelio lo llevan a tener un camino difícil y  lleno de peligros que terminan finalmente con su muerte.
      La continua recurrrencia hacia un orden trascendente que se hace ver en varias escenas de la película nos muestran el sentido de trascendencia que nos quiere inculcar el guionista. La película nos muestra la lealtad de un antiguo soldado que sirvió bajo las órdenes del general,  la lealtad de la legión que veía con admiración a aquél hombre valiente que defendía su patria a costa de la disciplina y la austeridad de sus costumbres. El anhelo a vivir en paz con su familia que habitaba una finca en España, el aprecio a su superior directo el Emperador Marco Aurelio, y la rebelión legítima hacia una autoridad impostora y cruel como lo era el nuevo emperador.
     Todos los principios y virtudes antes descritas jamás las podrán ver en nuestros políticos y militares. Todo ese mundo desapareció, los héroes ya no existen, quedan en la literatura y en algunas películas.  Jamás podrán ver a un político defender a costa de su propia vida el honor de su patria, jamás lo verán defender la vida desde su concepción hasta que llega la muerte natural, ya que esos señores obedecen a un semidios, el dinero y las pleitecías que sus cargos conllevan.
     El antiguo orden cristiano de la sociedad ( Dios, Patria, Familia, Ejército, Derecho) está siendo demolido a través de los parlamentos de todos los países en el mundo a instancia de las Naciones Unidas. La familia está siendo reemplazada por la abominación de las minorías sexuales, "matrimonios gay", legalidad de los hijos fuera del matrimonio, la poligamia del divorcio, etcétera, etcétera. Lo  que era normal padre, madre e hijos debe ser borrado de las conciencias de las nuevas generaciones. Dios ha sido reemplazado por los Derechos del Hombre, los principios universales de caracter filantrópicos, omitiendo y silenciando todo lo que tiene relación hacia un orden trascendente.  El Ejército ha sido anulado por la ideología de los denominados Derechos Humanos, la disciplina ha sido alterada con la incorporación de la mujer en las filas, la inclusión de los homosexuales sin posibilidad de poder impedírselos. En fin, la autoridad, la disciplina desapareción en el nuevo orden.
    El derecho y jurisdicción que los países tenían para autodeterminarse, han sido reemplazados a través de los denominados Tribunales Internacionales. Cualquier oposición al nuevo régimen va a ser aniquilada y sancionada ipso facto. Los que defiendan la estructura anterior al Nuevo Orden Mundial van a ser considerados como parias por la sociedad. ¿ Podrán volver a existir los hombres de honor?, mientras haya alguien en el mundo que se resista a seguir el demoledor panorama que nos intentan imponer, habrá un héroe anónimo que represente la virtud del antiguo orden.
    Por mucho que se quiera implantar en los cerebros este nuevo chip, jamás se podrá aniquilar totalmente en la propia naturaleza del hombre ese anhelo de trascendencia y de filiación que llevamos dentro por la Ley Natural que Dios nos ha impreso. Ni siquiera los setenta años de un régimen ateo y totalitario como lo fue la Unión Soviética pudieron borrar del mapa el sentimiento religioso del hombre y su anhelo de libertad. Podrá haber una coacción física, externa pero, en el fuero interno cada hombre puede ser verdaderamente libre. Libre para dar culto al único y verdadero Dios, libre para seguir el orden que Éste nos impone, libre en definitiva para amar y construir nuestro destino eterno.
   Existió en Chile un grupo de hombres con uniforme que defendió su patria a costa de su propia vida. Ese grupo de hombres se opuso a una ideología demoledora y totalitaria que quería imponernos el terror y someternos a la esclavitud. Muchos de esos hombres ya viejos, sin mando, sin uniforme y enfermos por los achaques propios de la edad están presos por defender a su país. Estos ex uniformados pertenecían al antiguo régimen, representaban las antiguas estructuras amparadas en un cristianismo cada día más decadente. En fin, ninguno de los que viste el uniforme y pertenece a las filas de las Fuerzas Armadas representa y anhela lo que ellos anhelaban. Tal vez existan algunos héroes anónimos que permanecen anulados por sus pares, sin embargo, algún día, tal vez más temprano que tarde el honor y la virtud volverán a ser los pilares de la sociedad decadente que nos toca vivir.
    Máximo, aunque a la fuerza lo constituyeran en esclavo, nunca dejó de ser general, ya que nunca perdió- pese a lo adverso de las circunstancias- su integridad.

jueves, 17 de enero de 2013

Lombrices





                                     Voy a comenzar este post hablando de mi amiga la lombriz.  Efectivamente lo ha sido. Este animalito relata parte de la historia de mi vida. Y aunque ustedes no lo crean, la lombriz cambió mi vida.
           En el campo donde vivo se producían muy pocos vegetales y los frutales que habían tenían escasos frutos. Tras años de tratar de mejorar esta situación y ya muy decepcionado y abatido por la situación decidí buscar la causa de tan magros resultados. No faltó quien me dijo que todo se debía a una maldición. Pensé en esta posibilidad como una causa real y decidí bendicir mi campo. Junto con esto contraté a un investigador especialista en edafología para que hiciera un análisis completo de todo mi suelo, en paralelo además analicé las aguas.
        Después del estudio de suelo, el investigador me llama por teléfono y pide tener una reunión conmigo para entregarme los resultados de su investigación. Lo primero que me dijo en la reunión antes de entregarme el informe es que me tenía malas noticias. Sin darle más tiempo para pensar al sabio de suelos, le dije que me dijera inmediatamente sus concluciones sobre el estudio. Empiece a decirme las malas noticias- le manifesté- no se preocupe, tengo el cuero duro. Bien, me dijo, lo que pasa es que usted tiene un suelo muerto, no tiene nada en el suelo, no tiene vida. En resumidas cuentas le mataron el suelo. Cuando recibí la noticia sentí una sensación de agrado que hizo que mirara a mi interlocutor fijamente a los ojos y estrechara fuertemente su mano dándole las gracias por su valiosa información.
      El profesor no podía entender mi euforia y mis agradecimientos a su persona. Tal vez el hombre pensó que me estaba mofando de él, pero de verdad no era este mi norte. Cuando recibí la noticia, recibí en ese instante la respuesta que buscaba sobre los malos resultados que había tenido en mis siembras. Supe en definidas cuentas la verdad sobre mi situación. Inmediatamente comprendí que los que habían matado mi suelo eran antiguos arrendatarios de la tierra que habían ocupado productos tales como el malation y el paration, además de tremendas cantidades de urea que había causado un exceso de sales lo que trajo como consecuencia la esterilización casi total de la tierra.
     Con la información anterior, comencé un estudio muy serio sobre abonos orgánicos que me ayudaran a mejor mi estructura de suelo y a su vez favorecieran a la fertilidad del mismo. Y así llegué a la lombriz. Comencé a trabajar con este animalito haciendo una serie de ensayos. Incluso inyecté frutales con su famoso humus líquido obteniendo muy buenos resultados. Optimicé además los procesos de producción de humus haciendo humus líquido permanente a través de un proceso de lixiviación.  Todo lo anterior lo empecé a hacer con alta tecnología y de manera automática.
     Las propiedades organolépticas y sinolépticas comenzaron a dar sus resultados evidentes en los vegetales. Mejoró el color, el tamaño y el sabor de los frutos. De hecho, una vez tenido estos resultados comencé a especializarme cada vez más en la vida de este animalito. No en vano era considerado en el antiguo egipto como un dios o un semidios. Había una prohibición absoluta por parte del faraón de matar a este animal.
    ¿ Cómo llegaron los egipcios a conocer las bondades de la lombriz? Ellos se dieron cuenta que después de las  crecidas del Nilo, en las tierras aledañas, quedaban muchos restos orgánicos que estaban plagados de lombrices teniendo como características muy especial el color negro de la tierra. En esas tierras aledañas al río se producía de todo, trigo, frutales etcétera. Tal es así que cuando venían los períodos de escasez de alimentos que tan bien nos relata el Antiguo Testamento, se debía como factor principal, que el río Nilo no había tenido desborde sin inundar las tierras aledañas eliminando  la fertilización natural que causaban sus crecidas.
      Muchos consideran a la lombriz como el arado natural de la tierra, ya que ella cava túneles que ayudan a airear los suelos dándole a las raíces de los árboles el oxígeno necesario que éstas necesitan para sobrevivir. Siempre cuando veo las lombrices pienso en que tarde o temprano seré consumido por alguna de las más de ocho mil variedades de lombrices que existen en el mundo. A pesar que me van a comer las lombrices y serviré de abono a la tierra, no puedo ser mal agradecido cuanto me ha servido este tan noble animal en el período que me ha tocado vivir.
    Hace muchos años, incluso en mi país se llegó a vender su carne debido a su alto contenido proteico, ya que su uso es muy variado dado su gran potencial que tiene como especie. Incluso el viejo Darwin le dedicó cuarenta años de su vida a investigar las propiedades y conductas de la lombriz. No pretendo divinizar  a este maravilloso animal, sólo quiero hacer hicapié que los beneficios que se pueden optener de las lombrices son múltiples. La lombriz debe estar al servicio del hombre y no al revés.
      En fin, puedo escribir páginas y páginas sobre mis ensayos y experiencias con lombrices, pero la idea no es esta, sólo quiero transmitir mi experiencia de vida a otros que les pueda servir, en especial a las futuras generaciones que vienen. Más de alguno me dirá, que tal vez sería bueno hacer un estudio metafísico sobre las lombrices, pero yo creo que eso sería una exageración.
                           

martes, 15 de enero de 2013

La muerte

       


                            En el último tiempo he recibido noticias sobre algunas personas conocidas que han muerto de manera fulminante. Su muerte ha sido inmediata. De hecho mi papá me contó que estaba en un funeral conversando con las hijas del difunto, cuando una de ellas, en un dos por tres dobla la cabeza y se desvanece sentada en un sillón. Había muerto inmediatemente. La gente en el funeral quedó horrorizada con la situación, no podían entender cómo era posible una muerte así.
      Hace algunos días me tocó asistir a un concierto al aire libre a la luz de la luna. En aquella oportunidad se amenizó el concierto con anticuchos y otras cosas comestibles para la gran cantidad de niños que concurrió a dicho evento. Lo lamentable del evento fue que el chef, ese mismo día murió de muerte fulminante. Y así he sabido de otras personas relativamente jóvenes que les ha ocurrido lo mismo. Conversando con un médico sobre el tema la tesis que esbozaba sobre la causa que produjo la muerte a estas personas, era el llamado aneurísma cerebral. He sabido por televisión que muchos futbolistas y otros deportistas les ha ocurrido lo mismo en pleno desarrollo del juego.
    Recuerdo muy bien un hecho muy particular que le ocurrió a mi papá cuando lo acompañé a un lavoratorio a tomarse una muestra de sangre. Él en esa ocasión, cuando le estaban tomando la muestra se desvaneció a tal punto que perdió el control de sus esfinteres orinandose en el lugar y poniéndose sus ojos totalmente dados vueltas hacia atrás. Había varios médicos en el lugar que no pudieron hacer nada, uno de ellos era un primo que me informó que el tío ( mi papá) estaba ido y que estaban analizando qué se podía hacer. Pasaron largos treinta minutos, hasta que viene mi primo ya más calmado y me dice que mi papá había vuelto a reaccionar. Por lo que me informaron más adelante allí ocurrió un gran milagro de Dios: el cóagulo que bloqueaba sus arterias se había corrido permitiendo nuevamente el flujo de sangre. No sé si la explicación era la acertada sobre el hecho, pero la experiencia de ver a un familiar tan directo de pasar de un estado plenamente vivo a otro muerto es realmente impactante.
      Ese tipo de muerte rápida es algo que a mi en lo particular me asusta y me genera sentimientos encontrados. Humanamente a ninguno de nosotros nos gusta sufrir, sin embargo al morir así no se nos permite despedirnos de nuestros seres queridos. Pero lo que más me preocupa de este tipo de muerte es el hecho que nuestra alma no se ha preparado dignamente para estar en condiciones de enfrentar el juicio de Dios. Como dice el refrán popular, en casos extremos de muerte; " más vale que Dios nos pille confesados". Y vaya que no es menor el problema, nuestra vida eterna pende de un hilo en ese momento. De allí la importancia de tratar de vivir la vida como una preparación para la buena muerte.
     Pero, ¿quién se prepara seriamente para morir cristianamente? Al parecer son muy pocos los prudentes, más bien la mayoría somos como las vírgenes necias que no nos preparamos para recibir como corresponde al amado. Siempre recuerdo las oraciones a San José para pedir por la buena muerte. Y¿ cuál es la buena muerte? Es la que nos hace morir en gracia de Dios. Para eso no hay que tener pecados mortales y estar dispuestos a recibir en nuestra alma a Cristo Nuestro Señor. A pesar de todo lo anterior, pasando el susto pasan a la vez las precauciones que debemos tomar desde el punto de vista espiritual. Y nuevamente nos olvidamos de la gravedad del pecado y nos olvidamos que en cualquier momento somos llamados al tribunal de Dios.
       En lo personal, hago un mea culpa por olvidarme de lo más importante de nuestra vida, vale decir, dedicarme al cuidado del alma. En estricto rigor, los siete mil millones de personas que actualmente existen en el mundo van a morir, y yo voy a ser uno de ellos.  Es muy importante recordar al alma esta situación, ya que uno muchas veces vive como si nunca nos fueramos a morir. No hay que tenerle tanto miedo a la muerte. A lo que sí se debe tener miedo  es al modo cómo uno va a morir. Nuestro último instante de vida va a ser el sello de nuestra eternidad. En el fondo nos juagamos un cielo eterno, felicidad eterna o un infierno eterno, desgracia eterna.
      Vida, muerte, dicha y desdicha se entremezcan de tal suerte que envuelven la vida del hombre alertándo de sus obligaciones  frente a las cuáles se encuentra expuesto sin que éste perciba la verdadera dimensión de los eventos teológicos que debe enfrentar quiéralo o no lo quiera. Nos guste o no nos guste, reneguémoslo o aceptémoslo, eso en nada cambia nuestra condición de creatura racional sujeta al orden de un creador que dispuso leyes que deben ser cumplidas sin que su desobediencia no tenga las debidas consecuencias.
     Las cosas del mundo desvían nuestra atención a tal punto que nos llevan muchas veces a olvidarnos de las  alegrías del cielo. Y de allí la importancia de rezar la oración a San José para que nos conceda la gracia de la buena muerte:
          " Glorioso San José, afortunado esposo de María, vos que merecisteis ser custodio de Jesús, y abrazándole tiernamente, gozasteis de un Paraíso anticipado, obtenerme del Señor el perdón de mis pecados, y la gracia de imitar vuestras virtudes, a fin de que siga siempre el camino que conduce al Cielo.
        Vos, que a la hora de la muerte tuvisteis la dicha de ver a Jesús y a María en torno de vuestro lecho, y de entregar dulcemente entre sus brazos vuestra alma, defendedme, os lo ruego, en mi última hora contra los enemigos de mi alma, defendedme, de suerte que, confortado con la dulce esperanza del Paraíso, expire pronunciando los santísimos nombres de Jesús, José y María. Amén."     

miércoles, 9 de enero de 2013

JUICIO A MILITARES EN CHILE


         UN INFORME INCOMPLETO


         PENA EN CHILE


 

 

         Después de casi ocho meses de ardua labor, la comisión Rettig - como se la llamó en su tiempo - entregó, al entonces Presidente de la República, un informe sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas en Chile entre 1973 y 1989.

         De inmediato la prensa se volcó sobre él y exigió el nombre de los culpables. ¿Culpables? Según la Declaración de Derechos Humanos, aprobada por las Naciones Unidas en 1948, "toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en JUICIO PUBLICO en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa" (art. XI).

         Es obvio, pues, que en virtud de este informe no se puede declarar a nadie culpable, ni presuntamente, porque no era un tribunal ni se le había dado tal facultad. Apenas dedicó algunos minutos a recibir información de parte de los afectados y a ponerla por escrito. Y eso fue todo. En tales condiciones hablar de culpables es un grave atropello a los derechos humanos de los supuestos inculpados. De este modo, el primer efecto del publicitado caso consistió en provocar el atropello de los derechos humanos que la comisión se suponía debía cautelar.

 

            AUDIATUR ET ALTERA PARS


 


         Los romanos establecieron que no hay justicia posible si se escucha tan sólo a uno de los litigantes. Eso es, cabalmen­te, lo que hizo la mencionada comisión. De ahí el aforismo jurídico que encabeza este apartado: "escúchese también a la otra parte". Porque, como dice el refrán, "cada cual cuenta la feria según como le va en ella".

         La comisión - según transcendió - aceptó algunas denun­cias y rechazó otras. ¿Con qué criterio? Como nunca procedió a comprobarlas y a carear a los litigantes, ignora cuál es la versión de la otra parte y si la recibida es auténtica, por lo que no puede determinar si ha habido atropello o no.

         Supongamos un caso muy repetido: un grupo de hombres ingresa en un hogar, a medianoche, se lleva a una persona y de ella no se sabe más. ¿Atropello a los derechos humanos? Con esos datos no se puede responder. Hay muchos aspectos de la cuestión - supuesto que los hechos ocurrieron realmente así - que deben ser conocidos antes de emitir el fallo.

a) Puede haber sido la policía que había recibido orden judicial de proceder a la captura de un delincuente por fin identificado. El denunciante que lo sabe muy bien, lo calla, y como la comisión no ha hecho una investigación completa, ignora absolutamente el resto de la historia. De hecho, un periodista francés me confi­denció que había localizado a 10 "desaparecidos" - de los 10 nombres que Amnesty International le había proporcionado - algunos de los cuales ni siquiera habían sido molesta­dos por las FF.AA. y de Orden.

b) Puede haber sido autosecuestro planificado por la misma célula extremista a la que pertenecía la "víctima" para darle una nueva identidad y, de paso, inculpar a las FF.AA.

c) Puede haber sido un grupo delictivo que actuó por cuenta propia: liquidó a su enemigo y culpó al gobierno. Mató dos pájaros de un solo tiro.

d) Puede haber sido una patrulla militar que, dada la situación de guerra que se vivía, ha recibido la orden de eliminar a un agente del servicio secreto del enemigo y, por lo mismo, guardó el secreto para confundir a dicho servicio.

e) Si Ud. tiene un poco de imaginación podrá seguir inventando situaciones posibles que, en un juicio decente, habría sido necesario ir descartando una a una.

         La comisión Rettig no tuvo siquiera la oportunidad de plantearse tales alternativas, ni mucho menos estudiarlas, por lo que no es posible sacar ninguna conclusión de su informe. Por desgracia, las conclusiones fueron sacadas, en primer lugar, por el propio Presidente de la República que lo recibió.

 

            Negación de inteligencia


 

         Dice Aristóteles que el saber va unido al conocimiento de la causa; por ello estimamos más sabio al jefe de obras que al obrero: porque éste realiza su trabajo sin saber el porqué, mientras que aquél lo conoce (Metafísica A 981a25 y ss.). Este es, por lo demás, el sello distintivo de la inteligencia. Por ello será considerada sabiduría la ciencia de las primeras causas; lo que lo lleva a concluir: "decimos que conocemos una cosa solamente cuando pensamos que conocemos su primera causa" (id. 983a24).

         Toda la ciencia occidental se basa en estas apreciacio­nes del gran metafísico griego: toda explicación depende del hallazgo de las causas de lo que se quiere explicar. Si nos negamos por principio a conocerlas y determinarlas, nos negamos a hacer un uso cabal de nuestra inteligencia.

         Por desgracia la Comisión se negó, por principio, a indagar las causas de lo sucedido en Chile entre esas fechas; lo que equivale a decir que se ha negado a hacer un uso cabal de su inteligencia. Ha partido de una fecha y ha tomado nota de lo que ha ocurrido después de ella como si nada hubiese sucedido antes.

         Imaginemos que mañana el Presidente de los Estados Unidos necesitase destruir la popularidad del hombre que condujo al ejército aliado a la reso­nante victoria en la guerra del Golfo. Y se le ocurre que, como su popularidad depende de esa guerra, nada mejor que acusarlo de atropello a los derechos humanos. Crea una comisión para que investigue los delitos cometidos después del 17 de Enero de 1991. Como la comisión tiene prohibido saber qué ocurrió antes, ignora la decisión de las Naciones Unidas, etc., etc. Obviamente saldrá un informe que condenará a los combatien­tes por atropellar los DD.HH. de los iraquíes que esa noche dormían tranquilamente en Bagdad y, de pronto, les lloviera bombas desde los cuatro puntos cardinales.

         En tales condiciones, ¿nos llamaría la atención que los generales americanos se negaran a aceptar el informe de tal comisión? Es evidente que no se puede juzgar lo ocurrido escu­chando solamente las quejas de los iraquíes y desconociendo sus causas, sobre todo la situación que se vivía, aunque sea verdad que Hussein en ningún momento declaró la guerra a los Estados Unidos y se limitó a soportar una agresión armada que no deseaba en lo más mínimo.

         Conocemos algunas guerras en las que se escucharon voces en defensa de los DD.HH.: Argelia fue perdida por Francia cuando exigió a sus FF.AA. que los respetaran; Vietnam fue perdido por la misma razón. Un general americano - Westmoreland, si la memoria no me engaña - se quejaba: si se hubiese combatido así a Hitler, éste todavía dominaría Europa.

         Hay que comprender que, cuando se declara un guerra, las FF.AA. reciben poderes judiciales y se espera que los usen en pro de la victoria. ¿Consultó Grau a la Corte Suprema si le autorizaba atacar a la Esmeralda? El Alto Mando - y el oficial a cargo de la patrulla en el frente - decide lo que, en tiempo de paz, sólo un juez puede decidir. Como puede verse, el negarse a conocer la causa puede cambiar completamente la visión y el juicio de una situación.

 

            La situación internacional


 

         En los dos últimos siglos las guerras se fueron hacien­do cada vez más crueles. Este motivó numerosas iniciativas, patrocinadas por el Zar de Rusia, abismados por la maldad que veían posesionarse de los ejércitos. De estas iniciativas, por ejemplo, nació la Cruz Roja y diversas declaraciones que procura­ban disminuir la barbarie contemporánea.

         Después de la Primera Guerra Mundial, donde parece que se habían sobrepasado todos los límites - es que todavía no se había combatido la segunda - se reunieron en Ginebra las naciones interesadas en poner coto a situación tan odiosa. Allí nació el famoso Convenio relativo al trato a los prisioneros de guerra - Declaración de Ginebra, se la suele llamar - y que fue reconocido por la mayoría de los gobiernos del mundo, incluido el nuestro, por supuesto. Bajo la presidencia de Arturo Alessandri, el Diario Oficial lo publicaba el 20 de Junio de 1933.

         En esa temprana fecha ya se había reconocido lo más perverso en materia de guerra, lo que hoy está de moda y denomi­namos "guerra sucia". Por ello se establece que el soldado ha de portar su uniforme a fin de ser distinguido del civil. Porque bien podría un soldado disfrazarse de civil y así realizar actos de sabotaje en la más completa impunidad. De allí que se conside­ró que un soldado en tales condiciones no quedaba amparado por la Declaración. Tal vez ésta sea la razón de que, durante la segunda guerra mundial, todos los ejércitos en conflicto fusilaran "in situ", sin juicio previo, al enemigo hallado desprovisto de sus distintivos. Esta actitud ha pasado al cine que la ha incorporado a la trama de numerosas películas.

         En 1973 Fidel Castro condecoró al comandante Ochoa por haber organizado y armado un ejército de 15.000 combatientes en Chile con la misión de imponer el socialismo. Se trata, pues, de un ejército extranjero, al servicio de una instancia política foránea, que se organizó al interior de nuestro país. Para poder cumplir su objetivo más fácilmente evita el uniforme, sus elemen­tos se presen­tan siempre disfrazados de civiles y su eficacia destructora la tuvimos que sufrir por años y años, mas nadie puede estar seguro de que haya pasado.

         A fines de 1973 se presentó una amplia exposición de armamentos de toda suerte y laya, encontrados escondidos en los cuatro puntos cardinales de la patria y al servicio del ejército secreto de Fidel. ¿Se puede juzgar a las FF.AA. y de Orden por haber hecho exactamente lo mismo que todos los ejércitos enfras­cados en la segunda guerra mundial? ¿Fue juzgado en Nüremberg algún oficial por haberlo hecho?

 

            La guerra moderna


 

         En la Edad Media la guerra seguía ciertas reglas muy precisas: no se combatía en cuaresma ni en pascua; tampoco los viernes, sábados y domingos - tregua de Dios -; los caballeros se arremetían después de haberse saludado y dado tiempo para prepa­rarse para el combate; jamás peleaban dos contra uno; si uno caía al suelo, se suspendía el combate; mientras menos personas murieran, mejor, porque se trataba de una guerra, no de una carnicería. Y, por supuesto, no se podía matar civiles, en especial, mujeres, niños o clérigos. Algunas de estas disposicio­nes conservaron todo su valor hasta la revolución francesa, primer genocidio moderno. Es verdad que fueron violadas reitera­das veces, pero existía la concien­cia de que el "arte" de la guerra era justamente eso: un arte y no una matanza. Los ejérci­tos eran muy pequeños y formados exclusivamente por caba­lleros que se conocían y respetaban. Una anécdota sirve más que muchas razones. El 5 de Agosto de 1192, Ricardo Corazón de León tuvo la sorpre­sa de recibir, en medio de una batalla, dos magní­ficos corceles árabes que le enviaba su enemigo, Malik el-Adil; porque, "no era conveniente que el rey combatiera a pie" y su caballo había sido herido.

         Con razón, pues, un rey medieval, desde muchos puntos de vista, el Zar de todas las Rusias quedaba espantado por el espectáculo que brindaba el modo de combatir de los ejércitos contemporáneos. Después de la citada revolución francesa todo cambia y hemos llegado a soldados que se esconden, matan a mansalva, ejércitos enormes que exterminan civiles sin piedad en masivos bombardeos de pacíficas ciudades, etc., etc. Pero lo peor de todo, lo que aún no se puede aceptar, es que el combatiente se disfrace de civil y, aparentando completa inocencia, proceda a realizar actos propios de una guerra.

         Los comunistas, que carecen de todo criterio moral salvo el de conquistar el poder, han creado la doctrina del "weltoktober" (octubre mundial) que pretende llevar a todo el mundo esa "guerra sucia" que tan buenos dividendos le produjo en la santa Rusia. De este modo han conquistado tantos países, incluido Cuba donde lograron engañar a los cubanos sobre el verdadero carácter de Fidel, y han estado a punto de conquistar otros, como Argentina, Brasil y Chile. El tirano cubano, por ej., para ocultar sus verdaderas intenciones, apenas encumbrado en el poder, tranquilizó a la población diciendo que su revolución no sería como las anteriores, sino que “sería tan cubana como las palmas y el ron”. ¿No recuerda Ud. algo muy parecido dicho por nuestro tirano? Las profundas sangrías que han sufrido El Salvador y Perú, por ej., nos ilustran de hasta dónde puede llegar tan siniestro método de hacer la guerra.

         La amenaza nos parece lejana desde el momento que Rusia escapó al dominio del partido comunista, el autor de la doctrina del weltoktober. Sin embargo el peligro no se ha disipado. Quedan aún muchas naciones en manos de partidos comunistas, algunas tan extensas y potencialmente peligrosas como China, y muy especial­mente un subproducto de ese partido político: los carteles de la droga. Si olvidamos las lecciones de la historia, pronto la estaremos repitiendo.

 

            CONCLUSIÓN


        

         La comisión Rettig realizó el trabajo que se le enco­mendó. No era su misión discutir lo bien o mal fundado que en ella había. Cumplió su labor y llegó a la conclusión de que algo más de 2.000 personas murieron en Chile, en esos años, en forma violenta y contraria a las leyes de tiempo de paz. ¿Fue justo el que tales personas murieran así? Esa ya no era labor de la Comisión pero fue la conclusión a la que llegó, aparentemente, todo Chile: atropello a los derechos humanos - en tiempos de paz - de las víctimas, en contradicción con la legislación vigente en Chile para tales tiempos.

         Quien no acepta ese juicio sobre la situación del país en esos años, tampoco acepta la interpretación que se ha dado al informe. Si había guerra y uno de los ejércitos actuaba disfraza­do de civil, como lo establece la doctrina del weltoktober, creando el terror a través del asesinato selectivo y de la destrucción de la economía a fin de rendir por hambre a la población, comprende que, siguiendo la costumbre ejemplificada por el comportamiento de los ejércitos que combatieron la segunda guerra mundial, los miembros del ejército traidor a la patria y disfrazado de civil hayan sido muertos donde se los encontraba sin otorgarles los derechos que se reconoce a los prisioneros en tiempos de guerra. No hay, pues, atropello a ningún derecho de tiempos de paz, sino aplicación de las "leyes de la guerra" tal como se aplicaron en el pasado reciente sin que nadie fuera juzgado por haber actuado así. Al fin y al cabo, cuando el gobierno socialista español se vio gravemente desafiado por la guerrilla actuó de la misma manera y está sufriendo la misma acusación. Tal vez los alemanes fueron los más astutos: una serie de "oportunos suicidios" acabó con los cabecillas de la sedición.

         Los ejércitos combaten las guerras, no las declaran ni las juzgan. Es el poder político el que estima si hay o no causa justificada para ello. Ni Hussein, ni Bush son militares. El primero juzgó que Kuwait le pertenecía y ordenó la invasión; el segundo no estuvo de acuerdo y organizó una segunda invasión ahora en contra del anterior. Siempre ha sido así. Aunque el Jefe del Estado sea un uniformado, no es en virtud de su calidad de tal sino como poder político que declara la guerra.

         En 1973, la Corte Suprema de Justicia y la cámara de Diputados, amén del angustiado pueblo de Chile, comprobaron que el Estado de Derecho había perecido y que la tiranía se había enseñoreado del país. Las FF.AA. y de Orden se alzaron para restablecerlo. Constituida la Junta de Gobierno, como poder político y sabiendo que había armas ocultas y un ejército traidor preparado para servirse de ellas, declaró el Estado de Guerra. Como lo establece el weltoktober, el ejército estaba dentro del país y no fuera, por lo cual se habló entonces de "Estado de Guerra interno": Decreto Ley Nº 25 del 12 de Septiembre de 1973.

         En 1978 llegó la hora de iniciar la reconciliación. El primer paso consiste en perdonar. Si el perdón no va acompañado de olvido, no es verdadero perdón, según señala santo Tomás de Aquino. Por eso el 18 de Abril de ese año se dictó la ley de Amnistía que perdonaba y olvidaba todos los delitos, tanto los cometidos por los ejecutores del Weltoktober criollo como los que salieron en defensa de la patria amenazada. Con ello termina el enfrentamiento armado, regresa la paz, y se espera reiniciar la convivencia pacífica entre los chilenos. Pero no hay que olvidar que el partido comunista ruso continúa su política de implantar el weltoktober en Chile, como en todo el mundo donde aún no gobierne un partido satélite que lo reconozca como el "hermano mayor" y sirva sus intereses imperialistas.

         Hoy se habla mucho de reconciliación pero se intenta, a toda costa, remover los escombros y no olvidar lo ocurrido. En nombre de la justicia se pretende desenterrar ese pasado y "juzgar" solo a uno de los ejércitos que combatió; justamente al que lo hizo con su uniforme puesto y sin disfrazar a sus efectivos de pacíficos ciudadanos para gozar de la protección que brinda el anonimato. Se oculta cuidadosamente que, si fueron víctimas de las FF. AA. Y de orden, fue la justicia en tiempos de guerra la que determinó que esos hombres debían morir por traición a la Patria y práctica del “weltoktober”, mejor conocido como “guerra sucia”. De este modo se hace imposible que la reconciliación brinde los frutos buscados eficazmente por la ley de amnistía, ley que ha permitido que la nación regrese a la normalidad y viva en paz.

 

 

     JUAN CARLOS OSSANDÓN VALDÉS     

martes, 8 de enero de 2013

Fotos


                             Cuando uno recién conoce a alguien generalmente nuestra opinión sobre esa persona queda sellada en esa primera imagen. Sin embargo, proceder así es un acto de suma imprudencia e injusticia respecto al otro y de nosotros mismos.
           Nuestra primera imagen de una persona es simplemente una verdadera foto. Esa foto puede mostrar lo que la misma persona quiere que se muestre en ella o simplemente nos da cuenta ciertos aspectos de algún tipo de personalidad y visión de mundo que tiene la persona que analizamos. Pero ese primer conocimiento es sólo un atisbo de conocimiento respecto al otro, es sólo un modo muy simplificado de llegar a conocer verdaderamente a una persona. Nuestro verdadero conocimiento del otro, para que podamos tener un juicio más objetivo del otro, se da con la experiencia diaria. De allí que a quienes más podemos conocer a lo menos en nuestra etapa inicial y media de la vida es a nuestra propia familia.
       Con nuestros familiares nos hemos desenvuelto toda una vida. Sabemos  sobre sus virtudes y sobre sus defectos. Conocemos sus personalidades a tal extremo que a veces optamos por buscar la paz  no juntarnos con ellos. Y lo hacemos, precisamente porque los conocemos. Sabemos que con muchos de ellos no podremos tener nunca una sana convivencia. Y si nuestro conocimiento más acabado acerca del próximo es profundo en nuestra familia, nuestra actitud con el resto que nos rodea debe ser cautelosa y prudente al momento de generar algún tipo de vínculo.
    Siempre analizo el modo como la publicidad manipula por las fotos e imágenes la venta de diversos artículos y modos de financiamientos de éstos. Por ejemplo, para vender una casa en un condominio se resaltan las áreas verdes y los espacios recreativos. Pero sucede que la realidad me indica que eso que aparece nos es tal cual me lo muestran. Si uno lograra analizar el metraje cuadrado de los juegos de niños en las plazas de los condominios, se daría cuenta inmediatamente que ni la cuarta parte de los niños de ese condominio podría utilizar esos juegos si todos los beneficiarios de esos espacios recreativos decidieran ocuparlos al mismo tiempo.
      Lo mismo ocurre con las piscinas de los edificios. Aparecen edificios con piscinas temperadas, pero resulta que esas piscinas tienen un número muy limitado de personas que las pueden ocupar dada la cantidad de habitantes del edificio. Todo entra por la imagen, pero sólo los tontos basan sus decisiones sobre las imágenes que se les presentan. Siempre recuerdo cuando recién salido de la universidad y trabajé un verano vendiendo vacaciones de tiempo compartido. En los cursos de marketing que me tocó hacer para poder trabajar como vendedor, se me enseñó que para poder vender, lo primero que se debe hacer es vender a los otros emosiones, sueños, etc, tal manera que la venta se realice sobre los mismos sueños que las personas desean compartir con nosotros.
     Luego de dos semanas de intenso entrenamiento, y luego de un muy largo meditar, pensaba que esa manera de vender era algo muy incisivo e inaplicable para la venta real. Pensé,  ¿ Cómo puede ser la gente tan tonta para tomar una decisión en una noche, respecto  al futuro de sus vacasiones por los próximos veinte o treinta años?  No creo que los que vengan tomen tal decisión, así que mi carrera como vendedor va a terminar en un par de días más. Lamentablemente, me equivoqué, la gente empezó a comprar sus vacasiones bajo este tipo de modalidad. En el fondo, la gente no meditaba en qué gastar el dinero de sus vacaciones, ellos simplemente se dejaban llevar por la emosión del momento generada por el ambiente de venta que se generaba artificalmente. Frente a cada compra, se destapaban botellas de champagne, se aplaudía y muchas veces se gritaba de alegría por la decisión que la persona o familia tomaba.
     Lo curioso del todo el relato anterior era que la mayoría de las mesas ocupadas estaban llenas de vendedores que simulaban una compra y otros actuaban muy energéticamente abrazando a los supuestos nuevos clientes, creando un ambiente de júbilo y triunfalismo. En la medida que más se hacía esto, más aumentaban las ventas. Los que manejaban la empresa eran unos verdaderos maestros de la emotividad de las personas. Ellos vendían fotos, ellos vendían imágenes de vacaciones que en muchos casos llevaría con los años a los clientes a una gran decepción.
    Las fotos, las imágenes son sólo eso. No nos dicen en la práctica casi nada de cómo son verdaderamente las cosas. De hecho, yo pertenezco a esas generaciones que nació al lado de un televisor, y cuando niño y no tan niño, compraba cándidamente cada imágen que se me mostraba. Y me extrañaba más adelante que aquellas personas que me mostraban tantas imágenes ganaran tanto dinero por sólo hacer un " trabajo de mostrar fotos".
   Siempre recuerdo la imagen que un antiguo amigo  me mostró hace algunos años luego de su conversión religiosa. Él me mandó una especie de autobiografía de vida que intentaba mostrar su vida al modo de un querubín o serafín, siempre mirando al cielo por querer de agradar lo más posible a Dios. Luego que recibí esta biografía catolisada  (si es que se pudiera empresar de esa manera), le escribí al susodicho diciéndole que la persona que aparecía en la autobiografía no correspondía a su verdadera imagen. Le dije textual: "tú no eres ese de la biografía, jamás a lo largo de tantos años de amistad te vi actuar de esa manera tan piadosa y caritativa. Lo que me enviaste fue una imagen de tu vida que te formaste luego de tu conversión, pero que no corresponde a tu personalidad anterior. Lo que te faltó hacer u omitiste es realizar un mea culpa de tu vida al modo de San Agustín".
    Es fácil muchas veces engañarse uno mismo con la propia imaginación. Pero no es tan fácil engañar a los que nos conocen por años. Y por lo demás, ¿qué sacamos con engañarnos y engañar a los demás si nunca podremos engañar a Dios?. No juguemos con este tipo de cosas, no le creamos nunca a la imagen, recuerden muy bien a los fariseos, que jugaban con la imagen que ellos querían imponer a los demás. Si bien es cierto que nunca nos podemos conocer tal cual somos sin embargo, nos conocemos lo suficiente como para saber  lo que hacemos.
     Juzguemos siempre a base de realidades. Seamos analíticos con la información que nos llega, eso nos ayudará en el futuro y quizás en el presente inmediato a evitar muchos problemas. Si pudiera enunciar un slogans, diría: " Por favor, no le crean a las fotos".

De Maquiavelo a Rousseau


ORÍGENES DE NUESTRO MUNDO ACTUAL:


DE MAQUIAVELO A ROUSSEAU


 

 

RESUMEN:

La concepción de nuestro mundo “moderno” se halla, en muchos aspectos, en las antípodas de la concepción medieval de la que proviene. El autor busca subrayar esas diferencias. Para ello pasa revista a las ideas básicas de Maquiavelo, Bodin, Hobbes y Rousseau; tal vez, los más representativos de este período y cuyos principios siguen rigiendo el nuestro.

 

            El pensamiento político moderno parece cumplir a la perfección la profecía proferida por san Pablo en la segunda epístola dirigida a los fieles de Tesalónica:

            "Que nadie en modo alguno os engañe, porque primero ha de venir la apostasía que ha de revelar al hombre del pecado, al hijo de la perdición, que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta sentarse en el templo de Dios y presentarse a sí mismo como Dios" (versículos 3 y 4).

            Tan sólo después de esto, continúa el Apóstol, vendrá la Parusía y terminará la historia de este mundo. En otras palabras, nuestra historia humana terminará como comenzó: Dios creó al hombre y éste intentó proclamarse Dios: “conocedor de la ciencia del bien y del mal”[1], es decir, capaz de determinar por sí y ante sí qué es bueno y qué es malo, por lo que fue expulsado del Paraíso; volverá a pretenderlo - delito por sobre todo otro delito - y esta vez será borrado de la faz de la tierra.

            Para demostrar mi aserto podría acudir a muchísimos pensadores políticos o a  instituciones; lo único difícil sería cuál escoger. Por muy discutible que sea mi elección, en esta ocasión me limitaré tan solo a cuatro intelectuales que nos mostrarán cómo pasamos del teocentrismo medieval, que sujeta el hombre y a la sociedad a Dios, al actual      antropocen­trismo o humanismo moderno que lo libera; es decir, del reconocimiento de la autoridad divina sobre el hombre a la exaltación de éste por encima de todas las cosas; o, lo que viene a ser lo mismo, su divinización.

            Nos limitaremos, por cierto, a unos pocos conceptos claves para comprender el sentido del cambio de perspectiva que nos explicará cómo hemos llegado a la actual  situación a la que tan bien se le puede aplicar lo profetizado por el Apóstol.

            I    NICOLAS MAQUIAVELO (1469-1527)


            Este autor debe su fama a una sola obra: "El Príncipe", la que, por lo demás, ha sido muy diversa­mente interpretada. Aclaremos que fue publicada después de su muerte, en 1532. Según parece se trataba de un informe interno de la cancillería de Lorenzo de   Médici y no de una obra destinada al gran público. En honor de los siglos XVI y XVII,    digamos que fue duramente criticada y combatida[2]. Su éxito se irá acentuando con el correr del tiempo, y, tal vez, hay que esperar a los nuestros para hallar personas tan  cínicas como para poder admirarlo sin reser­vas.

            Su concepto de política, al menos el que se desprende de su lectura, es lo más opuesto al tradicional. Este enseñaba que la política era la parte de la moral que se   dedicaba a estudiar la perfec­ción de la vida pública o social de los hombres. Ahora, en cambio, pasará a significar "el arte de crear, engrandecer y conservar el reino"[3]. Su objetivo, por lo tanto, será técnico y su guía el éxito. Ahora bien, como lo más útil para ello es el atinado uso de la fuerza, Maquiavelo ha sido considerado el primer teórico de la fuerza como el instrumento propio de la política. Así compren­demos que, algunos siglos después, se podrá decir que "la políti­ca es la continuación de la guerra por otros medios".

            Su cinismo queda patente al proclamar, como axioma: "qui nescit dissimulare, nescit regnare" (quien no sabe disimu­lar, no sabe gobernar) y lo ejemplifica advirtiendo que el príncipe ha de hablar siempre de paz, pero hacer constantemente la guerra[4]. Tal axioma lo cumplen a la perfección los marxistas que han llegado a llamar "paz" a la guerra en la que ellos triunfan, por lo cual no han dudado en conferir el premio de la paz a Ho Chi Min.

            El ataque de Maquiavelo al cristianismo y, más concre­ta­mente a la Iglesia Católica, es radical. Detengámonos tan sólo en dos puntos:

a) El cristianismo favorece el gobierno de los malvados, porque desvía a las mejores   inteligencias hacia el cultivo de la contem­plación, hacia la preocupación por obtener el Cielo. Es más, favorece la humildad y el desprecio de las cosas de este mundo y, si alguna vez incita al heroísmo, se trata de sufrir y no de actuar[5].

b) Cuando un cristiano gobierna, es débil; porque el cristianismo le impone reglas morales que debe acatar, lo que le prohíbe realizar muchas acciones favorables a sus propósitos políticos. Buen ejemplo de esta doctrina es el permiso que da este autor a los príncipes para que falten a la palabra dada cada vez que les convenga[6]. Es sabido que el señor  feudal prefería morir a perder el honor - es decir no cumplir la palabra empeñada -, pero tal actitud es incomprensible en la visión política de Maquiavelo.

            Sin embargo, nuevo ejemplo de cinismo, se recomienda a los príncipes italianos no cesar en sus alabanzas a "nuestra santa reli­gión", puesto que ésta es un buen instrumento para someter al pueblo[7]. Por esta razón Marx, confundiendo este consejo con la religión misma, acusará al cristianismo de ser “el opio del pueblo”.

            Así comprendemos que el reino pasa a ser el principio supremo de toda política, destronando al mismo Dios. En términos clásicos lo enunciará: "salus populi, suprema lex" (la ley suprema es la salvación del pueblo). Aprovecho la ocasión para destacar cuán difícil es leer un libro antiguo sin la prepara­ción adecuada. Porque ¿qué ha de entenderse aquí por "pueblo"? El príncipe. Efectivamente, no puede sobrevivir el reino a su príncipe, en él radica su salvación. En términos nietscheanos, podríamos aclarar que lo que este autor renacentista nos propone, es un hombre que esté "más allá del bien y del mal"; lo que hemos visto cumplido a cabalidad en cuanto tirano socialista nos ha tocado padecer en este siglo.

            Podríamos decir que ha nacido esa extraña doctrina que tanto éxito ha tenido y que hoy denominamos "razón de Estado", una de las claves de la política contemporánea. En toda caso conviene aclarar que el concepto de Estado, tal como lo manejamos hoy, solo verá la luz cuando los filósofos alemanes se dediquen a meditar en las “enseñanzas” que nos dejara ese genocidio que eufemísticamente se llama “Revolu­ción Francesa”; tiempo en el que se cumplieron de modo ejemplar las tesis contenidas en la doctrina que tan parcialmente comentamos.

            George Gordon Catlin, en su monumental "Historia de los Filósofos Políticos", ya citada, considera que, en el fondo, Maquiavelo es republicano y demócrata[8]. Claro está que, dada la época en que vivió, no pudo decirlo abiertamente. Pero ¿qué otro sentido puede tener su exigencia de eliminar a nobles y a ricos[9]? Lo que más le conviene al     príncipe, sentencia, es que todos sean pobres, lo que parece ser el ideal del socialismo. Por otra parte proclama la superioridad del gobierno que es ejercido por todo el pueblo. Tal vez tenga razón este historiador, pero reconozcamos que Maquiavelo tiene, al menos, perfectamente clara la superioridad del bien común. La democracia y la república     actuales, en cambio, niegan tal tesis y prefieren siempre el bien privado.

            Para no limitarnos tan solo a lo negativo, señalemos que Maquiavelo fue un      auténtico patriota, por lo que su suprema aspiración era la de expulsar a los “bárbaros” de su amada Italia[10], lo que le valió la admiración de Mussolini.

            II    JEAN BODIN (1530-1596)    


            Uno de los primeros pensadores políticos del protestan­tismo nos dará otra de las nociones claves de la política actual. Poco conocido entre nosotros, ha merecido que J. Maritain le consagre un capítulo de su ensayo "El hombre y el Estado"[11].  Pero antes de abordar este estudio digamos dos palabras sobre el ilustre hugonote.

            Su pensamiento, a primera vista, es sumamente tradicio­nal. Insiste en el valor de estudiar la historia, maestra de la política, y se muestra respetuoso de los antepasados y de las instituciones que nos legaron. Por ello su profunda y revolucio­naria originalidad pasa desapercibida, tanto más cuanto que es un decidido partidario de la monarquía y rechaza con indignación el amoralismo de Maquiavelo. Según Fraile, es una curiosa muestra de racionalismo y superstición la que nos presente este autor[12].

            Como buen racionalista - avant la lettre, por supues­to - Bodin es el creador del moderno concepto de "soberanía". La palabra que más usa este autor es "maiestas", pero en la versión francesa ya apareció la palabra que hoy se impone por doquier.  Se trata de "la potencia absoluta y perpetua que posee una república"[13]. Observemos tan solo que nos enfrentamos a la actitud típica de los racionalistas, heredada por los partidos políticos de la actualidad: la tenden­cia a desconocer la realidad y poner en su lugar meros conceptos. Porque los conceptos pueden ser "absolutos y perpetuos", pero no las repú­blicas. Y si éstas no lo son: ¿cómo pueden gozar de una "potencia absoluta y perpetua"? No pensemos que esta observación es bizantina, ya veremos dónde nos lleva tan grave error intelectual.

            Precisando más su definición, Bodin nos aclara que la soberanía es "summa in cives ac subditos legibusque soluta potestas[14]", es decir, el poder supremo, desligado de la ley, sobre ciudadanos y súbditos. Nada puede limitar a la soberanía, puesto que es absoluta, ni siquiera la misma ley. Sin embargo, Bodin hace una excepción: la ley natural que procede del mismo Creador. De aquí surgirá la curiosa idea de que los reyes sólo dan cuenta a Dios de sus actos. Tal idea no es rara en un hugonote pues  está clara en Calvino, pero santo Tomás ya la había rechazado al referirse a la insolente pretensión de Nicanor, tirano  griego que se sintió libre de toda ley. Ha nacido el absolutismo, la más pura creación de la modernidad. Pronto aparecerá un nuevo vocablo para expresar esta realidad: "Estado". Y también su principal caracte­rística: la de administrar todo. Una vez más vemos que estas ideas se realizarán en el socialismo de un modo ejemplar.

            III  THOMAS HOBBES (1588-1679)


            G. G. Catlin nos aclara que el problema fundamental al que responde toda la obra de Hobbes es el siguiente: ¿cómo se puede construir una sociedad con hombres egoístas por naturaleza?[15] Si siguieran su inclinación natural, reinaría la anarquía. Pero no se puede anular lo que se posee por naturaleza, por lo que es forzoso contar con dicho egoísmo. Este modo tan artificial y absurdo, como luego veremos, de plantear el problema político dará origen a lo que hoy llamamos liberalis­mo.

            Creo que el acta de nacimiento de este modo de comprender al mundo político está expresado por primera vez en el capítulo XIV de la primera parte del Leviatán. Usando términos clásicos, Hobbes dirá exactamente lo contrario de lo que con ellos se había expresado hasta la fecha; lo curioso es que tuvo éxito en el sentido de originar un modo de presentar dichos problemas que prevalece hasta el día de hoy. Veamos brevemente los rasgos principales de su “revolución intelectual”, sin salirnos de tan importante capítulo.

            "El derecho de la naturaleza, que los escritores comúnmente llaman "jus naturale", es la libertad que cada hombre tiene para usar su propio poder como el mismo quiera, para la conservación de su propia naturaleza - es  decir, de su propia vida - y, en consecuencia, de hacer aquello que, según su propio juicio y razón, pueda concebir como el más apto medio para ello"[16].

            Nadie, en la Edad Media ni en la Antigüedad clásica, había identificado al derecho con la libertad, y si con algo se lo había identificado era más bien con el deber, como sucedió en la escolástica renacentista. En el concepto tradicional, el derecho era una relación entre personas en la que lo que importaba era hacerla “justa”, es decir, que ajustara. Para ello había que considerar, en primer lugar, al bien común y a la posición de los involucrados en el litigio. Con estos elementos, el “juez” atribuía a cada cual lo suyo, su “derecho” (jus).

            Con razón los españoles, mucho más tarde, en las Cortes de Cádiz, atendida su exaltación de la libertad hasta el exceso inaceptable de confundirla con el derecho, los llamaron "liberales". Observemos que así se sanciona[17] el egoísmo y la más completa  arbitrariedad: uno mismo se convierte en supremo legis­lador de su propia actividad en su propio provecho. Con lo que Hobbes destruye el principio básico de toda justicia: "Nemo iudex in causa sua" (nadie es juez en su propia causa). Por otra parte, este supuesto   “derecho” es ilimitado: cada cual usará de los medios que estime más convenientes a sus propósitos. A esto se le suele llamar la ley de la selva.

            "Por libertad se entiende, según la significación propia de la palabra, la ausencia de impedimentos exte­riores; estos impedimentos pueden, a      menudo, quitar parte del poder del hombre para hacer lo que quisiera, pero no pueden impedirle usar el poder que le ha sido dado según lo que su juicio y razón puedan dictarle".

            Jamás había sido entendida así la libertad que, en este texto, se confunde con capacidad de acción exterior, es decir, autonomía. La libertad era entendida como una propiedad de la voluntad en virtud de la cual ésta es capaz de decidirse. El pensamiento tradicional tenía muy claro que la acción exterior podía dañar al prójimo, por lo que la justicia la rige y, por supuesto, en caso de conflicto, será un tercero quien determine dónde se halla ésta y no los interesados. En este autor, en cambio, la libertad es infinita; ya que si bien reconoce las limitaciones físicas del hombre, éstas solo pueden entorpecer su ejercicio sin dañar su esencia. De lo que se deduce que la libertad llega hasta donde llegue el poder de un individuo: a más poder, más libertad. Esto es: se sanciona el “derecho” del más fuerte sin limitación alguna.

            "Una ley natural, "lex naturalis", es un precepto o regla general, encontrado por la razón, por el cual se prohíbe a un hombre hacer lo que es destructivo de su vida o quita los medios para conservarla y omitir aquello por lo que piensa puede ser mejor conservada".

            La ley, pues, deja de preservar el bien común y se pone enteramente al servicio del bien privado, al servicio del egoísmo de la persona humana individual. El bien común ha desaparecido - pero sin él, no hay ley en el pensamiento tradicional – y es reemplazado por el goce de la vida. Es notable el carácter negativo y limitado de su concepto de ley referida únicamente a la realidad biológica de la conservación de la existencia del animal humano y su mejor disfrute.

            "...el derecho consiste en la libertad para hacer o prohibir, mientras que la ley determina y ata a uno de éstos; así la ley y el derecho difieren tanto como la obligación y la libertad, que en una y la misma natura­leza son      incompatibles".

            En otro lugar he señalado cómo nace aquí el concepto moderno de "derecho" - de donde proceden los derechos humanos - en contradicción con el sentido clásico. Pero, a pesar de la oposición señalada, atendamos a que, a juicio de Hobbes, coinciden en su fin: servir al individuo exclusivamente. Una de las mayores novedades que nos trae este   capítulo es precisamente esta curiosa oposición entre ley y derecho. En el pensamiento tradicional, la ley era la fuente de todo derecho de tal modo que si éste no era sancionado por aquélla, no existía. Ahora, en cambio, se oponen. Todavía Hobbes dará la primacía a la ley; hoy se la damos al derecho y vemos cómo la corrupción se ha apoderado de la sociedad: era la consecuencia necesaria de tan desatinada conceptualización.

            "(la condición del hombre es la guerra de todos contra todos)... en consecuencia, todo hombre tiene derecho a todo, incluso al cuerpo del otro".

            Con lo que se ha hallado un nuevo fundamento a la esclavitud. Hay que reconocerle un mérito a este filósofo: es el único liberal que ha comprendido cuán desastroso era ese supuesto “estado natural”; los demás creyeron que era el paraíso perdido. Basta        reflexionar un poco para advertir que, esta vez, la razón lo acompaña; mas si meditamos un poco más comprenderemos cuán absurdo y artificial es este extraño “estado natural” que implica la negación de la sociabilidad natural del hombre; porque habría que decir, más bien, que sin sociedad no hay hombre, verdad ya comprendida por Aristóteles[18] .

            Volvemos a encontrarnos con el carácter infinito de la libertad humana, ya que derecho y libertad coinciden y aquel se extiende a todo, como ya hemos visto.

            "Todo hombre debe procurar la paz, en tanto tenga esperanzas de obtenerla, y cuando no pueda obtenerla, puede buscar y usar todas las ayudas y ventajas de la guerra. La primera parte de esta regla contiene la primera y fundamental ley de la naturaleza, que es buscar la paz y seguirla. La segunda, el resumen del derecho natural, que es que podemos defendernos por cualquier medio".

            Este egoísmo fundamental tiene una consecuencia previ­sible: nace aquí el modo moderno de hacer la guerra con prescin­dencia de toda ley moral. Observemos, eso sí, que habrá que esperar al siglo veinte para que se lleve a la realidad tal concepción.

            "De esta fundamental ley de la naturaleza, por la que los hombres son imperados a procurar la paz, se deriva esta segunda ley: que un hombre esté   dispuesto, cuando otros hombres también lo están, en tanto cuanto piense que es necesario para la paz y defensa de sí mismo, a abandonar su derecho a todas las cosas para contentarse con tanta libertad contra los otros cuanta él permita a los otros hombres en contra de sí mismo".

            Hallamos aquí esbozada la curiosísima teoría del contrato social que tanta fortuna habría de conocer más adelante y la máxima liberal que pretende resolver todos los   conflictos de derechos que surgen de su doctrina: mi derecho termina donde nace el tuyo. ¿Por qué no decimos, mejor, que tu derecho nace donde termina el mío? En la práctica es la segunda fórmula, jamás expresada claramente, la que se usa en la realidad; la primera se reserva para las declamaciones. Pero ambas carecen de toda rigurosidad. Porque, si somos iguales, ¿qué determinará el límite? No lo puedo poner yo ni tu, ya que somos  iguales y nuestro derecho, como ya vimos, es ilimitado. En el pensamiento tradicional intervenía el bien común, fuente de todo derecho; por lo que había un criterio que hacía posible solucionar los conflictos. En esta nueva visión, en cambio, el orden natural queda trastocado por completo: la paz, bien común, es puesta la servicio del bien privado y la libertad es comprendida como “libertad contra los otros” en vez de estar a su servicio. En otras palabras, la libertad del filósofo moderno es esencialmente inmoral. En toda esta conceptualización es evidente la influencia de Lutero y su “servo arbitrio”, es decir, una voluntad esclava del pecado).

            Hobbes no nos entrega justificación alguna de tan importante capítulo: no hay autoridades antiguas que justifiquen los conceptos que maneja, no respalda sus asertos en la Biblia como hacían sus contemporáneos. Asistimos al disimulado nacimien­to de un  nuevo modo de entender al hombre y su vida social al que hoy llamamos liberalismo. El crudo egoísmo que lo inspira será desnudado por Bernard Shaw, para quien,

            "Jamás en la historia, al menos por lo que sabemos, ha existido una tentativa tan determinada, tan ricamente subvencionada y políticamente organizada, para persua­dir al género humano de que todo el progreso, toda la prosperidad, toda la salvación individual y social, depende de un indiscriminado conflicto por el alimento y el dinero, de la supresión y eliminación del débil por el fuerte, del libre comercio, del libre contrato, de la libre competencia, de la libertad natural, del laisser-faire: en síntesis, de abatir impunemente a nuestro prójimo"[19].

            Con Hobbes, pues, hallamos que el fundamento de la vida social radica en el terror y su resultado será la tiranía. Pues el derecho así definido engendra una guerra de la que no salimos más que renunciando a todo derecho en favor del tirano. Por lo mismo, como ya lo habíamos visto en Bodin, éste está por encima de toda ley y de todo derecho; por encima de la moral y de la religión; nada hay ni puede haber superior al soberano.

            Todo este poder se lo da la naturaleza al hombre, a todo hombre. Bastará que los pensadores se fijen en esto para que la teoría, concebida para servir al rey, pase a servir a la democracia. Realmente tal cambio no le habría gustado a su autor que había definido la democracia como una "aristocra­cia de oradores" y no sintió más que desprecio por ella.

            IV    JEAN JACQUES ROUSSEAU (1712-1778)


            Según el filósofo David Hume, Rousseau era incapaz de pensar. Alguna razón    tendría para sostener tan duro aserto quien lo conoció personalmente e, incluso, lo alojó en su casa por un largo período. De hecho, el ginebrino se contradice con notable frecuencia y parece no notarlo: interpreta a Platón de un modo realmente fantasioso, cree seguir la ideología liberal y envía sus escritos a Voltaire quien advierte, de inmediato, cuán anti-liberal es; por ello, y como a pesar suyo, inicia el socialismo.

            Una de sus primeras obras es su famoso "Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres" en el cual no dice casi nada sobre tal origen sino que, por el contrario, establece que ella es el origen de todos los males. Acoge con entusiasmo la hipótesis liberal y absurda de un "estado natural", previo a todo tipo de sociedad. Pero ya la idea ha sido suficien­temente criti­cada para mantenerla en su sentido original, por lo que Rousseau la entiende como referida a la libre vida familiar. Ya no es el hombre solitario sino la familia solitaria. En esta etapa el hombre es inocente y libre. Pero cuidado con esta palabra, porque nuestro autor no entiende por "libre" lo mismo que nosotros. Para él es libre quien da satisfacción a sus instintos sin control racional alguno. Esta situación es idílica, es la natural y de ella jamás debió salir el hombre. Como ocurre con todos los autores liberales, no podrá hacernos comprender por qué se perdió tan paradisíaco modo de vida.

            Según parece, los hombres cometieron diversos errores e intentaron impedir que se siguieran cometiendo. Entonces tuvieron la mala idea de proce­der a crear la sociedad, a darse reyes y sacerdotes que los dirigieran. Nace así el gobierno. Es el gran error de la humani­dad, la versión rousseauniana del pecado original bíblico.

            Aunque dedica poco espacio al tema, el único origen de la desigualdad que nos propone el autor es la institución de la propiedad privada. El origen de ésta, empero, queda en el más absoluto misterio:

            "El primero que habiendo cerrado un terreno y osó decir: "esto es mío", y halló gentes lo sufi­ciente­mente sim­ples como para creerlo, fue el verdadero fundador de la sociedad civil"[20].

Tal parece que Rousseau hubiese hallado a todo el mundo en tan lamentable estado, agregamos nosotros. Realmente no sé si ha habido alguien tan simple para creer tamaña simplicidad, pero la obra tuvo - y tiene aún - un éxito enorme.

            Conocido el supuesto origen de la sociedad, del mal y de la desigualdad, que es siempre el mismo, veamos qué solución nos propone Rousseau. No es otra que el viejo "contrato social". Así como Hobbes halló en la renuncia a todo derecho la solución al  proble­ma tal como él lo había entendido, lo mismo hará Rousseau. Pero, aunque parezca increíble, el ginebrino no pedirá la aboli­ción de la propiedad privada, como su            planteamiento del problema requería, sino su confirmación:

            "Hallar una forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos, no obedezca más que a sí mismo y quede tan libre como antes. Tal es el problema fundamental que solucio­na el contrato social"[21].

            En otras palabras, conservando la institución de la propiedad privada que había causado todo el mal, no lo olvidemos, con lo que quedan tranquilos los liberales, se   propone regresar a la libertad propia del estado natural, ante­rior a la creación de la   propiedad y de la sociedad. Pero, ahora, esa libertad será defendida por toda la sociedad con lo cual no se podrá repetir el error original. Volvemos a encontrar aquí, aunque    sutilmente disfrazado, el egoísmo de Hobbes y la ausencia total del bien común, clave para explicar la existencia de la comunidad en el pensamiento clásico. Lo que jamás  intenta justificar siquiera es por qué, dado que la propiedad privada es la que originó la desigualdad entre los hombres y, con ello, todos los males, su defensa será la finalidad que le propone a la sociedad ideal.

            Por ello no nos sorprende que, desde el remoto pasado, renazca Hobbes. Porque este contrato posee ciertas cláusulas:

            "Estas cláusulas, bien comprendidas, se reducen a una sola: a saber, la alienación total que hace cada aso­ciado de todos sus derechos en favor de toda la comuni­dad"[22].

            Hay, pues, una novedad: en vez de ser el soberano el agraciado con tan extraordinario don, lo es la sociedad por nacer. Ante la posible protesta del lector, Rousseau se apresura a tranquilizarlo:

            "Cada cual, al darse a todos, no se da a nadie; y como no habrá un asociado sobre el cual no adquiera el mismo derecho que le cede sobre sí mismo, se gana el equiva­lente de todo lo que se pierde y, además, la fuerza para conservar lo que se tiene".

            En definitiva, pues, lo importante es que se salva la propiedad privada. Podemos ya comprender en qué consiste, en su esencia, el famoso contrato social:

            "Cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general, y así recibimos a cada miembro como una parte indivisible del todo"[23].

Con lo que descubrimos que todo lo que ha cambiado, respecto de Hobbes, aparte del lenguaje, es que en vez del rey será la voluntad general la que disponga de todo. Importa, pues, saber qué sea tan curiosa realidad.   Del pasado regresa Bodin con su noción de  soberanía. En cierto modo Rousseau las identifica: la soberanía no es más que el ejercicio de la voluntad general, nos aclara, y proporciona a ésta las propiedades que Bodin otorgó a aquélla. Nos interesan sobre manera estas precisiones que nuestro autor explica      latamen­te.

            "Se sigue de lo que precede que la voluntad general siempre es correcta (droite) y siempre tiende a la utilidad pública: pero de ello no se sigue que las deliberaciones del pueblo tengan siempre la misma co­rrección"[24].

            ¿Cómo traducir ese "droite"? Tal como "derecho", en español, tiene numerosos sentidos: recto, rectilíneo, correcto, ley, privilegio, etc., etc. Rousseau comenta que se puede engañar al pueblo, pero no corromperlo; por lo que estimo que debe dársele el valor de corrección moral más que de acierto circunstancial, aunque no excluya este  último sentido.  ¿Habrá alguien tan simple que crea que el pueblo no puede ser corrompido?

            En seguida nos explica que no se trata de la voluntad de todos, mucho menos de la mayoría:

            "Hay, a menudo, gran diferencia entre la voluntad de todos y la voluntad general; ésta no atiende más que al interés común, la otra atiende al interés privado: no es más que la suma de voluntades particulares. Mas, quitad a  estas mismas voluntades el más y el menos que se destruyen entre sí,    queda, como suma de diferencias, la voluntad general"[25].

            Parece que Rousseau está recordando la bella disquisi­ción aristotélica sobre la virtud. El Filósofo había enseñado que toda virtud moral residía en un justo medio,      equidistante de dos vicios: uno por defecto, otro por exceso. Pero Aristóteles hablaba de virtud, mientras que aquí se trata de verdad y ésta no siempre radica en un supuesto medio. Tampoco las virtudes inte­lectuales y, mucho menos, las teologales se ajustan a esta doctrina. En el fondo, Aristóteles sabía muy bien que, en biolo­gía, lo importante es guardar el equilibrio. La virtud moral lo respeta. Tal como la enfermedad se produce por defecto o exceso de los mismos elementos integrantes de nuestro cuerpo, el vicio moral no se distingue de la virtud más que por esa falta de proporción que el bien del ser   humano exige. Este justo medio, por cierto, no es meramente cuantitativo, porque no todo en nuestro ser puede reducirse a cantidad. En efecto, no es la cantidad de palabras lo que distingue al hombre veraz del menti­ro­so; además de que la virtud moral, a veces, obliga a callar.

            En suma, nos parece que el ginebrino estima que si buscamos un término medio entre las opiniones vertidas, que caerá, tal vez, en una solución que nadie ha pensado, equidistan­te de las extremas, allí se dará la "voluntad general" y ésa habrá de ser impuesta a todos. De más está decir que tal noción no ha sido realizada jamás por ningún sistema político. ¿Sería Rousseau un matemático? Porque su modo de alcanzar la voluntad general es tan ilusorio que no puede provenir de alguien que medite sobre los problemas reales de los hombres que conviven en un mismo lugar. Tal vez entre números se pueda quitar “el más y el menos” y obtener la respuesta justa; pretender obtener la paz entre los hombres con tal proceso matemático solo mueve a risa. Hace pensar más en la magia que en el difícil arte político. Esta curiosa forma de obtener la “voluntad general” implica un    problema filosófico insoluble. Según este autor, la voluntad de todos es egoísta, mas, hecho el cálculo matemático que inventó, se logra la voluntad general que es altruista. El misterio estriba en que hay un cambio cualitativo notable que queda sin justificación. ¿Creerá alguien que el mejor método de hallar la verdadera religión será el de la supresión de las diferencias entre el budismo, el judaísmo, el cristianismo, el espiritismo, etc., etc.? En matemáticas tal vez resulte porque los números son homogéneos, pero los conceptos no lo son; es más, se excluyen, por lo que no se prestan para tales malabarismos.

            Mas continuemos leyendo:

            "Como la naturaleza da a cada hombre un poder absoluto sobre todos sus miembros, el pacto social da al cuerpo político un poder absoluto sobre los suyos, y es este mismo poder el que, dirigido por la voluntad general, como lo he dicho, recibe el nombre de soberanía"[26].

            Tal como en Hobbes y Bodin, henos aquí en un totalitarismo absolu­to. Digamos que ningún buen moralista podría aceptar ese "poder absoluto" que se supone la naturaleza nos otorga, porque hemos de responder del buen uso de nuestros cuerpos ante el Creador, como enseña san Pablo[27]. Hemos llegado al mismo resultado al que llegó Hobbes: por huir de ciertas desagradables consecuencias derivados del supuesto estado natural, hemos caído en un absolu­tismo muy real del que sólo saldremos verbalmente. La última justificación será: peor era aquello. Mas nadie ha demostrado que ese mítico estado natural haya existido jamás.

            Por lo dicho se ve que muchos estarán en desacuerdo con esa voluntad general. ¿Qué ocurre con el que se niega a obedecer? Rousseau anota, con perspicacia, que uno puede creer que es independiente y mirará su contribución a la causa común como si fuese gratuita. Si esta opinión cunde, se arruina el cuerpo social.

            "Para que el pacto social no sea un vano formulario, encierra tácitamente esta obligación, la única que puede dar fuerza a las otras, en virtud de la cual  cualquiera que se niegue a obedecer a la voluntad general será forzado a ello por todo el cuerpo; lo que no significa más que se le forzará a ser      libre"[28].

            Rousseau nos autoriza, pues, a usar la violencia con plena tranquilidad de conciencia. El totalitarismo queda plena­mente justificado y el hombre pasa a ser un mero tornillo dentro del cuerpo social al que pertenece por entero. Se le exige la misma entrega que se supone ofrece el monje a Dios.  Ese “se le forzará a ser libre” es una “joya” intelectual que confirma plenamente el aserto de Hume.

            Estamos, en verdad, en plena religión. Por ello "El Contrato Social" termina con una serie de reflexiones dignas de examinar. En efecto, nuestro autor distingue tres religiones: la humana, la ciudadana y la del sacerdote. La primera es un culto inte­rior a Dios y a los deberes de la moral, carece de templos, ritos, etc.; su mejor versión se halla en el Evangelio tal como lo entiende el ginebrino, por supuesto. La segunda pertenece a un sólo país, con su culto, ritos, etc., de la que no participan los ciudadanos de otra nación, como eran las religiones de la antigüedad. La tercera es muy extraña, a juicio del ginebrino, porque da a los hombres dos jefes, dos leyes, dos patrias, sometiéndolos así a deberes contradictorios. Es obvio que Rousseau  es enemigo absoluto de tan extraña religión. Tal es el cristianismo romano. Para nosotros, en cambio, justamente es esa característica de la Iglesia la que ha terminado con el totalitarismo al poner una autoridad moral por   encima de la política que sirva de límite a ésta y dé refugio a los ciudadanos

            El juicio crítico de Rousseau es claro. La religión del sacerdote es "tan malvada que sería perder el tiempo detenerse a demostrarlo"[29]. Con semejante juicio retórico se evita la desagradable tarea de tener que demostrar tan injusta y arbitraria sentencia. Por su parte, la ciudadana es mejor, porque unifica el culto a Dios y el amor a la ley, pero se basa en una mentira. Resta la religión del hombre, que es el cristianismo, pero no el  actual, la Iglesia Católica, sino el Evangelio que es algo, a su juicio, completamente   diferente:

            "Por esta religión santa, sublime, verdadera, los hom­bres, hijos del mismo Dios, se reconocen como hermanos, y la sociedad que los une no se disuelve ni siquiera a la muerte"[30].

            Con todo, y a pesar de las alabanzas que le prodiga, termina por reconocer que tiene un grave defecto: es contraria al espíritu social. Tanto lo es, que una sociedad de verdaderos cristianos, no sería ya una sociedad de hombres. En este punto repite los  ataques que hemos visto en Maquiavelo en virtud de los cuales se concluye que el malvado terminará por gobernar a los cristianos como a mansos corderillos que se dejan atropellar por el “representante de Dios”. Por lo demás ya los paganos habían proferido las mismas críticas a las que respondiera acertadamente san Agustín en la Ciudad de Dios[31].  Surge aquí una dificultad que el bueno de Rousseau ni siquiera sospecha. Como ya vimos, el estado natural del hombre era la soledad de la que salió en virtud del pacto social. Si tal es la naturaleza del  hombre, ¿cómo habrá de conciliarse con la sociedad religiosa que no se “disuelve ni siquiera con la muerte”?  ¿Hubo un pacto social religioso que la fundó? Podríamos seguir haciéndonos preguntas inútilmente ya que el ginebrino, como lo advirtió Hume, no se preocupa de sutilezas intelectuales.

            Llegamos a la triste conclusión de que toda religión es malsana para el Estado, y, sin embargo, es necesario que los ciudadanos posean una religión que los haga amar su deber. Lo importante es que las opiniones interiores no interfieran con los deberes sociales, con lo que llegamos al total sometimiento de todo pensamiento a lo que el Estado determine. Hay, pues, una fe puramente civil que no se impone para ser creída, pero, si alguien no la cree, el Estado puede exi­liar­lo, es más, puede condenarlo a muerte[32]. ¿Será ésta otra manera de hacerlo “libre”?

            También habrá dogmas en esta "religión civil", los que pueden ser positivos y negativos:

            "Existencia de la Divinidad poderosa, inteligente, bienhechora, previsora y providente; la vida venidera; la felicidad de los justos; el castigo de los  malvados; la santidad del contrato social y de las leyes: he aquí los dogmas positivos. En cuanto a los negativos, los limito a uno solo: la intolerancia:  ésta pertenece a los cultos que hemos excluido"[33].

            Henos aquí en plena intolerancia, pero, como buen liberal, tiene una buena excusa: se trata de ser intolerante con los intolerantes. Hemos de tolerar a todas las religiones que toleran otras religiones - tal como antaño acostumbraba a hacer el Imperio Romano, por lo que prohibió y persiguió al cristianismo - siempre y cuando no tengan dogmas contrarios a los deberes de los ciudadanos:

            "Pero si alguno osa decir: "fuera de la Iglesia no hay salvación", debe ser expulsado del Estado, a menos que el Estado sea la Iglesia y que el príncipe sea el pontífice"[34].

            Rousseau ha citado al concilio de Trento, máxima expresión de la teología católica. Fue allí donde la Iglesia expresó con toda claridad y lucidez lo que siempre había creído y el Evangelio había proclamado, aunque Rousseau no se enterara: "quien creyere y se bautizare, se salvará, pero quien no creyere, será condenado"[35].  Mas atendamos a la restricción que hace el ginebrino: “salvo que el Estado sea la Iglesia”. Asistimos, pues, a la  suplantación de la Iglesia por el Estado. Su total y completa diviniza­ción, incoada en el Ginebrino, queda reservada a los tiempos contemporáneos, a Hegel y a su ala izquierda hasta que, a partir de Feuerbach y Niesztche, el hombre ocupe definitivamente el lugar de Dios.

            V    CONCLUSIÓN


            Comenzamos nuestra exposición citando a san Pablo. Terminemos reconociendo que la profecía se ha cumplido a la perfección. Por salir del período que he querido recordar, no relato las últimas fases y, sobre todo, la novísima, la que estamos viviendo, la apostasía que precede a la aparición del hombre del pecado[36]. Sin embargo, espero que quede claro cómo se han ido cumpliendo las etapas que nos conducen a ella y, cómo, en todas, observamos el mismo hecho: se parte de una ilusión que se cree verdadera y se sacan las conclusiones lógicas de tal punto de partida.

            Permítasenos acercarnos a esa crítica tan antigua que volvió a aparecer en Maquiavelo y recoge ahora Rousseau: el cristianismo es completa­mente inepto para crear gobierno. El Ginebrino, incluso, como los antiguos paganos, atribuye la caída del imperio romano a su conversión al cristianismo. La mejor respuesta la da la historia. La Iglesia insufló vida a un imperio agonizante y creó esa maravilla política que fue el imperio bizantino cuya duración es sorprendente: más de mil años. El tan famoso imperio romano occidental tan sólo duró la mitad y sigue siendo un buen ejemplo de una construcción política exitosa. Las monarquías occidentales, especialmente la del reino franco y la del imperio romano germánico tuvieron larga duración y fueron pródigas en la creación de instituciones políticas novedosas y sabias. Estos cristianos, supuestamente incapaces de gobernar, salieron de Europa en el siglo XV y conquistaron continentes enteros creando nuevos sistemas políti­cos con instituciones originales. En fin, sólo un ciego puede mantener una acusación que la historia desmiente en forma cons­tan­te y sin apelación. Por otra parte, ¿quién ignora que numerosos reyes, reinas y príncipes han sido elevados a los altares por la Iglesia? Parece que algunos pensadores desconocen absolutamente que, a juicio del mayor de los teólogos de la Iglesia, los buenos gobernantes obtendrán un grado supremo de gloria en el Cielo[37].

            Toda ella parte de una ilusión: el cristiano es incapaz de acción. Es verdad que el fiel todo lo espera de Dios, pero sabe que Dios no hace milagros en vano y que premia el esfuerzo prudente. Por lo tanto, si bien todo lo espera de Dios, pone de su parte el empeño necesario para tener éxito en la empresa como si sólo dependiera de él. El fatalismo es propio de la teología musulmana, no de la cristiana. Esperar de Dios el éxito sin poner los medios naturales es un pecado con un nombre bien preciso: tentar a Dios.

            Mas no hemos de desanimarnos por el aparente triunfo del humanismo sin Dios, porque el mismo san Pablo, con quien inicia­mos nuestro estudio, termina su profecía con las siguientes palabras:

            "Porque el misterio de iniquidad está ya en acción; sólo falta que el que le retiene sea apartado. Entonces se manifestará el inicuo a quien el Señor   Jesús matará con el aliento de su boca, destruyéndole con el esplen­dor de su venida"[38].

            Buen ejemplo de ello tenemos en el aparente triunfo del marxismo que, de pronto, hemos visto evaporarse ante nuestros ojos. No creamos que la lucha ha terminado, tal vez han perdido una batalla y presenciamos tan sólo una retirada estratégica. Pero lo cierto es que el que aparecía invencible y siempre avanzando, conquistando más y más pueblos, hoy se presenta sin fuerzas y extenuado. Así también acontecerá con este humanismo que se presenta como Dios y se hace adorar como si lo fuera; su éxito, en definitiva, será tan efímero como aquél.

 

 

 

                                            JUAN CARLOS OSSANDON VALDÉS

                       



[1] Gen. 3,5
[2] Entre otros, escribieron contra su obra y la refutaron con vigor: san Roberto Bellarmino, T. Campanella, F. Bacon, P. De Rivadeneira, J. Bodin, etc. Entre sus admiradores podemos citar a Montesquieu, Mustafá III, que la hizo traducir al árabe, Napoleón y Mussolini.
[3] Juicio de G. Fraile O.P.: “Historia de la filosofía”, vol. 3º, BAC. Madrid. 1966, pág. 302
[4] Juicio de G.G. Catlin: “Historia de los filósofos políticos” Trad. L. Fabricant. 2ª edición. Peuser. Buenos Aires. 1956. Pág. 224. Cfr. “El Príncipe” c. 19.
[5] Discorsi II,2; citado por Fraile o.c. pág. 304.
[6] El Príncipe, c. 18.
[7] Discursi I, 12. Citado por Fraile Ibíd.
[8] Tal vez basa su afirmación en la doctrina expuesta en el c. 9 de “El Príncipe”.
[9] Discorsi I,4, citado por Catlin, o.c. pág. 229.
[10] Cfr. El Príncipe, c. 26.
[11] Es el capítulo segundo del que extraemos algunas ideas. Consultaremos, además, la obra de Catlin ya citada, Págs. 234-239.
[12] O.c. Págs. 339-340.
[13] De la République. L. 1, c.8. Citado por Maritain o.c. pág. 62.
[14] Citada por Catlin o.c. pág. 238.
[15] O.c. pág. 264.
[16] Editions The Bobbs-Merril Company. New York. 1959. Págs. 109 y ss. (La traducción es nuestra.) Las siguientes citas están tomadas de allí mismo.
[17] Uso el término en su sentido etimológico de “hacer santo”.
[18] Cfr. Política I,1.
[19] Citado por G. Sermonti y R. Fondi en: “Más allá de Darwin”. Trad. N. Valenti. UNSTA. Tucumán. Argentina. 1984. Pág. 1.
[20] Discours sur l’origine de l’inégalité parmi les hommes”. Incluido en el tomo “Du contrat social”. Union Générale d’Editions. Paris. 1963. Pág. 292 (la traducción es nuestra)
[21] Du contrat social. Pág. 61.
[22] Ibíd.
[23] O.c. Pág. 62.
[24] O.c. Pág. 73.
[25] Ibíd.
[26] O.c. Pág. 74.
[27] “Esta es la voluntad de Dios, a saber: vuestra santificación: que os abstengáis de la fornicación, y que sepa cada uno de vosotros que su propio cuerpo es un vaso de santificación y de honor, que no debe entregar a sus pasiones, como hacen los gentiles, que no conocen a Dios... Porque no os llamó Dios a la inmundicia, sino a la santidad, en Jesucristo Señor nuestro” (I Tesal. 4-7).
[28] Rousseau o.c. pág. 64.
[29] O.c. pág. 181.
[30] Ibíd. Pág 182.
[31] En esta obra s. Agustín responde a tantas objeciones y calumnias que sería de nunca acabar citar todos los lugares relacionados con el tema. Un buen resumen de las principales objeciones paganas y su respuesta se halla en la Ep. 138.
[32] Rousseau o.c. pág. 186.
[33] Ibíd.
[34] O.c. pág. 187.
[35] Mc. XVI,16.
[36] S.S. Pío X piensa que la profecía de san Pablo se cumplirá en este siglo XX. Cfr. E Summi Pontificatus, primera encíclica de su pontificado.
[37] S. Tomás de Aquino, “De Regimine Principum” L. 1, c. 9.
[38] 2 Tesal. 2,7-8.